Hay nervios entre los chavales que corretean por los pasillos del segundo piso del instituto público Pilo Albertelli, a unos minutos a pie de la céntrica estación Termini de Roma. La inquietud que provoca entre los estudiantes la presencia de los periodistas es solo un pequeño ensayo de lo que sentirán el Viernes Santo. Ese día, todo el orbe católico estará pendiente de lo que ocurra junto al Coliseo, donde el papa Francisco presidirá el tradicional Vía Crucis con una novedad significativa: este año, las meditaciones de las estaciones han sido escritas por un grupo de alumnos y exalumnos del Pilo Albertelli.
Una de ellas es Marta. Tiene 18 años y está en el último año de instituto. “Para mí, supone una gran emoción que el Santo Padre haya querido contar con nosotros para preparar los textos. Cogemos el testigo de los grandes teólogos e intelectuales que los redactaron otros años. Esperamos conseguir sacudir las conciencias de algunos con nuestras palabras”, cuenta esta chica que se ha encargado de la meditación en la estación sobre la sepultura de Jesús. “He reflexionado –explica– sobre la debilidad de la humanidad, relacionando a Cristo con todos nosotros”.
A Greta le ha tocado preparar el texto que acompañe a la estación en que Jesús es despojado de sus vestiduras. “Yo lo he conectado –cuenta– con el drama de la inmigración”. Para la joven, esta experiencia le provoca tanto “emoción como miedo” al brindarle la posibilidad de mostrar “cómo somos los jóvenes de hoy”.
La idea de encargar a un grupo de chavales uno de los momentos más significativos de las celebraciones de la Semana Santa en Roma partió del Papa. Supone un gesto más de su interés por la juventud, manifestado con la dedicación del Sínodo de Obispos del próximo octubre a este mismo tema. Francisco le pidió al cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, que se ocupara del asunto y este contactó con Andrea Monda, profesor de Religión en el instituto público Pilo Albertelli –donde no todos los alumnos son creyentes–. En poco tiempo, organizó un grupo de chicos a los que eligió por su “sensibilidad especial”. “Utilizamos un método ignaciano para trabajar. Leímos en los Evangelios cómo fue la Pasión y luego cada uno fue eligiendo la estación que quería”, rememora Monda.