Reportajes

Obra Mercedaria: una apuesta por la persona





La acción social de los mercedarios en la Provincia de Aragón, se canaliza, se da a conocer y se potencia a través de la Fundación Obra Mercedaria. Desde 1970, la pastoral en las cárceles es la pastoral prioritaria de los religiosos de esta Provincia. Obra Mercedaria trabaja contra la pobreza y la exclusión social tanto en el mundo penitenciario como cooperando en el tercer mundo. Desde la cárcel se entra en contacto con todos los problemas sociales: drogadicción, alcoholismo, malos tratos, prostitución, trata, abusos, paro, sin papeles yun largo etcétera. Y es que los mercedarios de esta Provincia están presentes en 38 prisiones de seis países atendiendo a 47.199 internos.

Para los mercedarios es importante no solo el acompañamiento durante la estancia en la cárcel, sino también el antes y el después del proceso de las personas privadas de libertad. A través de estas tres etapas –prevención, acompañamiento y reinserción– se pretende que la persona se sienta apoyada e integrada en la sociedad. El antes es la prevención del delito. Se utilizan todas las herramientas que se tienen a disposición para evitar que una persona ingrese en la cárcel: educación, catequesis, talleres, apadrinamientos, campamentos, grupos de jóvenes, terapias y acompañamiento emocional.

El durante es el acompañamiento al preso mientras esté en la cárcel. Se escucha, se aconseja, se acompaña, se ayuda y se ofrece apoyo religioso, espiritual, moral, familiar, jurídico y material. El después es la reinserción de la persona a la sociedad. Se hace lo posible gracias a los Hogares de Acogida para presos de tercer grado o en libertad definitiva (Sant Feliu, Barcelona, Lleida, Castellón, Alicante y Zaragoza). Así, en Barcelona, este año se ha empezado a ofrecer un nuevo servicio de acompañamiento jurídico, tanto para las personas que salen de prisión, como para sus familias.

“Un hogar fraterno donde se sienten en familia”

Una casa está hecha de paredes y vigas, un hogar de amor y de sueños.  La Llar la Mercè, que recientemente se ha abierto en Sant Feliu, nace con estos dos valores impregnados en sus paredes: el amor a la obra de reinserción social y los sueños de unos hombres que buscan la segunda oportunidad de sus vidas. Este nuevo Hogar acoge a hombres que acaban de salir de la cárcel, que no tienen donde ir, y no tienen ni familia ni recursos económicos para volver a empezar. Una situación de exclusión social que genera un contexto realmente propicio a la recaída, al delito. “Tratamos de brindarle a la persona que ha pagado la condena en su totalidad un refugio, un hogar fraterno donde se siente en familia, donde se sienta acogido, amado, valorado y respetado”, remarca Jesús Ramírez, responsable del Hogar de Sant Feliu.

El primer Hogar que abrieron los mercedarios fue en Barcelona hace ya más de 40 años, el más longevo y pionero, y ya fue un proyecto de reinserción social a nivel global. Ha sido una larga aventura, un largo trayecto en una casa que ha visto pasar a miles de residentes, algunos con permiso y otros en libertad definitiva. “Lo que se ofrece en el Hogar es participar de nuestra vida, en un ambiente normalizador y socializador, donde se comparte la vida, donde nos preocupamos mutuamente los unos por los otros. Yo creo que eso les permite coger seguridad”, apunta el mercedario Nacho Blasco. “No puedo agradecer lo suficiente la confianza que te dan. Te hace sentir fuerte, sin complejos, y eso te da ánimo para seguir adelante”, subraya un  expresidiario en libertad definitiva.

Los Hogares son espacios que quieren romper dinámicas mentales adquiridas y buscan que la persona vuelva a sentirse libre. “La cárcel destruye las cabezas, destruye los hábitos que tenían en su vida. La prisión les acostumbra a vivir en un estado teledirigido. A veces algún residente del hogar me pregunta: ‘Padre, ¿puedo darme una ducha?’. Y yo respondo: ‘Pues claro que sí, esta es tu casa’”, recuerda el mercedario Jesús Bel, director del Hogar de Barcelona.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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