Siete puntos calientes del planeta han centrado la atención del Papa durante su alocución previa a la bendición Urbi et Orbi que ofreció tras la eucaristía del Domingo de Resurrección. Como suele ser tradicional, además de felicitar la Pascua a los asistentes, Francisco se detuvo en aquellas realidades en las que se dan todavía signos de muerte marcadas por “tantas injusticias y violencia”.
“Invocamos frutos de sabiduría para los que en todo el mundo tienen responsabilidades políticas, para que respeten siempre la dignidad humana, se esfuercen con dedicación al servicio del bien común y garanticen el desarrollo y la seguridad a los propios ciudadanos”, reclamó en su mensaje de Pascua.
Así, invitó a rezar para que la resurrección de Cristo genere “ frutos de esperanza y dignidad donde hay miseria y exclusión, donde hay hambre y falta trabajo, a los prófugos y refugiados —tantas veces rechazados por la cultura actual del descarte—, a las víctimas del narcotráfico, de la trata de personas y de las distintas formas de esclavitud de nuestro tiempo”. También centró su oración en los niños que “crecen sin esperanza” en medio de las guerras y por los ancianos “desechados por la cultura egoísta”.
Mapa de los conflictos
A partir de ahí, el Obispo de Roma dibujó un mapa de los principales conflictos del planeta que puso en el centro de su oración:
- El Papa tuvo presente a “la amada y martirizada Siria, cuya población está extenuada por una guerra que no tiene fin”. Así, invitó a “todos los responsables políticos y militares, para que se ponga fin inmediatamente al exterminio que se está llevando a cabo, se respete el derecho humanitario y se proceda a facilitar el acceso a las ayudas que estos hermanos y hermanas nuestros necesitan urgentemente, asegurando al mismo tiempo las condiciones adecuadas para el regreso de los desplazados”.
- Francisco reclamó “reconciliación para Tierra Santa, que en estos días también está siendo golpeada por conflictos abiertos que no respetan a los indefensos, para Yemen y para todo el Oriente Próximo, para que el diálogo y el respeto mutuo prevalezcan sobre las divisiones y la violencia”. De esta manera, el Papa hizo un llamamiento para que “nuestros hermanos en Cristo, que sufren frecuentemente abusos y persecuciones, puedan ser testigos luminosos del Resucitado y de la victoria del bien sobre el mal”.
- “Que la paz del Resucitado sane las heridas en Sudán del Sur y en la atormentada República Democrática del Congo: abra los corazones al diálogo y a la comprensión mutua”, imploró el Papa que invitó a la opinión pública internacional a que “o olvidemos a las víctimas de ese conflicto, especialmente a los niños. Que nunca falte la solidaridad para las numerosas personas obligadas a abandonar sus tierras y privadas del mínimo necesario para vivir”.
- También tuvo presente Francisco a la península coreana, “para que las conversaciones en curso promuevan la armonía y la pacificación de la región”. Así, deseó que los que tienen responsabilidades directas actúen con sabiduría y discernimiento para promover el bien del pueblo coreano y construir relaciones de confianza en el seno de la comunidad internacional.
- El Papa clamó por el fin de las hostilidades en Ucrania, “para que se fortalezcan los pasos en favor de la concordia y se faciliten las iniciativas humanitarias que necesita la población”.
- Por último, Bergoglio suplicó “frutos de consolación para el pueblo venezolano, el cual —como han escrito sus Pastores— vive en una especie de ‘tierra extranjera’ en su propio país”. Con contundencia, estableció una hoja de ruta para el país latinoamericano: “Que, por la fuerza de la resurrección del Señor Jesús, encuentre la vía justa, pacífica y humana para salir cuanto antes de la crisis política y humanitaria que lo oprime, y no falten la acogida y asistencia a cuantos entre sus hijos están obligados a abandonar su patria”.
Ante una plaza de San Pedro y una Via della Conciliazione repletas de gente, el Papa rompió la solemnidad para felicitar la Pascua a los asistentes a la bendición Urbi et Urbi, saludando especialmente a los ancianos –“la preciosa memoria de la sociedad”- y a los jóvenes –“futuro de la Iglesia y de la humanidad”-. Con una sonrisa se despidió con su “recen por mí” y su “Buon pranzo e arrivederci!”.