“Estar con los consagrados es estar en familia, porque es mi vida. Si no amase esta vida, estaría fuera de lugar”, confesó José Rodríguez Carballo nada más comenzar su intervención en la clausura de la Semana Nacional para la Vida Consagrada que organiza el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid. Se trata de la primera vez que Rodríguez Carballo participaba en este encuentro como arzobispo secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Con esta declaración de principios, el que fuera ministro general de la Orden de los Frailes Menores cerró las jornadas con una ponencia en la que se preguntó “qué tipo de consagración puede interesar a los jóvenes de hoy”.
“Quien diga que la vida religiosa está muerta, que venga y vea. ¿O estáis muertos?”, provocó al auditorio que respondió con un no rotundo. “A veces vivimos de eslóganes y se predica el fin de la vida consagrada”, señaló para apuntar a renglón seguido que frente aquellos que ofrecen este mensaje, llamó a los religiosos a “hacer lío como nos pide el papa Francisco. “Digámoslo a todos: la vida consagrada está en crisis, pero en el sentido etimológico de la palabra. En todos los momentos de nuestra vida estamos en crisis porque siempre tenemos que tomar una decisión”, planteó Rodríguez Carballo.
El máximo responsable vaticano de la vida consagrada dibujó el perfil de la generación selfie, como continuadora de la generación X, nativa digital, tendente al narcisismo y al consumismo, a la debilidad y la liquidez… Pero más allá de estos rasgos, el franciscano gallego pidió “no detenernos en esta mirada de los jóvenes en general, sino a acompañar a cada joven en particular”. “Tenemos que lograr que el joven encuentre sus raíces, porque si no, antes o después se seca”, destacó, convencido de que “nuestros jóvenes no son de una generación post-cristiana sino pre-cristiana, en la que hay que despertar valores, por lo que debemos hacerles provocaciones valientes”.
Rodríguez Carballo se hizo eco del desplome de la práctica religiosa de los jóvenes, de esa “generación del banco vacío”. Pero no les echó la culpa sino que invitó a que “tenemos que hacer una autocrítica seria en la Iglesia, nuestro lenguaje es alejado, abstracto, moralizante y condenatorio. Frente a esto no se trata de ofrecer la religión a bajo precio, pero tampoco ofrecer una religión rígida”, expresó, para entonar una vez más un ‘mea culpa’ por escándalos como los abusos sexuales.
“Tenemos que crear una cultura y teología vocacional serias, la vocación tiene que ser concebida como un valor fundamental para cada ser humano”, alentó Rodríguez Carballo, que llamó a alejarse de todo proselitismo en ese sentido: “Ya no podemos contentarnos con actividades puntuales de pastoral vocacional. Es más fácil organizar pascuas y campamentos que trabajarlo en el día a día. Toda comunidad se tiene que sentir responsable de transmitir esta cultura, purificando la experiencia de Dios”.
“No creemos religiosos ateos practicantes”, alertó también, para reclamar un proceso de fe. De la misma manera, señaló que la pastoral vocacional “no debe buscar héroes, sino personas normales que unan el don recibido al don entregado, tampoco podemos caer en las rebajas vocacionales o en la trata de vocaciones de otros países para tapar agujeros”.
“El conocimiento que tienen los jóvenes de nosotros, es epidérmico. Valoran las obras e incluso se sienten bien con nosotros, pero no se adentran en lo que se nuestro absoluto, Dios, y acaban pensando que nuestra vida es un desperdicio de energía”, compartió el religioso. “Cásate con la moda vida consagrada, que pronto te quedarás viudo”, aconsejó a los religiosos presentes en el madrileño auditorio Ángel Herrera de la Fundación Pablo VI, que le invitó a superar a los prejuicios de que los jóvenes no son capaces de comprometerse. “En muchos encontramos no poca generosidad, que aman apasionadamente a Jesús y que tienen una gran humanidad”, dejó caer.
“La Iglesia y los consagrados tenemos que aprender a comunicar”, les encargó a los religiosos Rodríguez Carballo, poniendo como ejemplo a Francisco: “Este Papa huele a pastor”. Para ello, les instó a “recuperar el lenguaje de la narración vivida, para que provoque preguntas existenciales”.
“La vida religiosa no puede presentarse como una vida que coarta, que se vive como en una cárcel. Estoy escandalizado por el autoritarismo entre los consagrados, hay verdaderas dictaduras entre las congregaciones femeninas, viviendo con miedo, falta libertad para comunicar lo que pensamos y sentimos”, denunció el orensano. Frente a eso, lanzó una propuesta para llegar a la generación selfie: “Abramos las puertas, o al menos las ventanas, porque hay toda una humanidad que nos espera, que tiene hambre de pan y de valores, vayamos a esas periferias”.
Por otro lado, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, estuvo presente en la clausura para subrayar que “con la seguridad de que Él nos sigue iluminando, Dios no nos ha dejado tirados, Jesús acompaña a su Iglesia y quiere que siga manifestándose en medio del mundo”. A partir de ahí, el purpurado hizo hincapié en cómo “la vida consagrada precisamente nace para enriquecer a nuestra Iglesia en nuestra manifestación. Sois el mejor banco que tenemos en la Iglesia, el que ofrece más riqueza”.