En ‘Amoris laetitia’ se afirma una vez más la hermenéutica de la persona propia de Francisco. Esta vez lo hace en el aspecto de la no exclusión de nadie. Y ello porque la persona, y, por tanto, toda persona, en cualquier condición en que se encuentre, es un valor en sí misma, aunque pueda tener elementos de negatividad moral. En muchas ocasiones y de muchas maneras subraya el Papa la no exclusión.
¿Qué significa hermenéutica de la persona? Hermenéutica –como sabemos– significa instrumento de conocimiento y, por tanto, modo de pensar, de valorar la realidad, de interpretar el mundo. Esta hermenéutica en Francisco es la persona. El Papa valora la realidad a través de la persona o, dicho así, pone por delante a la persona, y de ese modo valora la realidad. Lo que cuenta es la persona: el resto surge por consecuencia lógica.
Y la persona es un valor en sí, prescindiendo, por tanto, de sus peculiaridades estructurales o de su condición moral. Una persona puede ser bella o no bella, inteligente o no inteligente, instruida o ignorante, joven o anciana. Estas peculiaridades estructurales carecen de relevancia: en efecto, toda persona es un valor en sí misma. Por lo tanto, es importante y es digna de ser amada.
De aquí deriva un principio que es el elemento fundamental en la vida de Francisco: su oposición a toda forma de marginación de las personas. Lo repite continuamente. Ninguna marginación para ninguna persona.
La referencia a Jesús es espontánea, en especial a dos parábolas del evangelio de Lucas: la parábola del pastor que va en busca de la centésima oveja, que se ha extraviado (nada de marginación para la pobrecilla) (cf. Lc 15,1-7), y la parábola del hijo que regresa a casa (nada de marginación para este pobrecillo) (cf. Lc 15,11-32).
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