“La Iglesia es propietaria de muchas tierras improductivas. Quizás podría poner esos terrenos a disposición de empresas de carácter social para ayudar al desarrollo de los colectivos más desfavorecidos de nuestra sociedad”. Así lo demanda, en entrevista con Vida Nueva, Eduard Ibáñez, presidente de la Comisión General Justicia y Paz de España, organización eclesial que celebra este fin de semana en Palencia un encuentro nacional con el lema ‘Medio rural, una apuesta de vida’, que ha sido inaugurado por el obispo de esa sede castellana, Manuel Herrero, Sebastià Taltavull, obispo de Mallorca y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, Ton Broeckman, coordinador del Grupo de Justicia y Paz de Palencia, y el propio Ibáñez.
“El mundo rural se ha convertido hoy en las periferias de los países desarrollados como el nuestro, porque es un mundo que tiende poco a poco a la marginación, al abandono, un mundo que queda al margen del debate e interés social y que está perdiendo también la centralidad económica que antes tenía”, señala el presidente de esta entidad, creada en 1967 por el papa Pablo VI.
Aunque reconoce que la Iglesia ha desarrollado una pastoral rural específica y la atención a las parroquias en esas zonas despobladas sigue siendo hoy muy importante, a pesar de las escasez de sacerdotes, Ibánez cree que esto ya no es suficiente. “Se necesita una nueva perspectiva pastoral que atienda al mundo rural para que este no sea abandonado, para atender a las personas que optan por quedarse y, también, para fomentar un desarrollo sostenible, como nos pide el papa Francisco en ‘Laudato sii'”.
“Hay que retomar en serio este tema, que ya está muy presente en la Doctrina Social de la Iglesia, que ha tenido siempre en cuenta la importancia del desarrollo rural y apuesta por una ecología sostenible si realmente queremos ser promotores de un verdadero desarrollo humano integral, como nos demanda también el Papa frente al modelo actual”.
En este sentido, le parece importante que se den pasos efectivos, que podrían empezar con la cesión a empresas de economía social de esas fincas que hoy no se utilizan, “y también de conventos y monasterios que se cierran –algo que están haciendo ya algunas congregaciones religiosas– o las antiguas casas rectorales para reconvertirlas en centros de actividades económicas sostenibles, como la agricultura ecológica, el turismo rural… Hoy existen ya algunos casos, pero son aislados y sin una visión global”, asegura.
“Es una gran noticia que, en este año en que cumplimos nuestro 50º aniversario, en la Diócesis de Palencia haya nacido un Grupo de Justicia y Paz. Significa que todavía hay muchos cristianos en nuestro país que quieren poner su tiempo libre a favor de un desarrollo con rostro más humano y a favor de una cultura de la paz“, sostiene ese abogado catalán.
Ton Broekman, coordinador de este grupo, asegura, por su parte, que “es sumamente importante en este momento que vivimos, desarrollar de nuevo una resistencia en la comunidad cristiana en contra de tantas miserias humanas e injusticias de cualquier tipo, y así contribuir rompiendo un poquito la ‘paralización’ y el cansancio que se percibe en muchos cristianos“.
Este Encuentro Nacional concluye hoy, domingo, 15 de abril, con una eucaristía en la iglesia de San Miguel, presidida por el obispo Manuel Herrero, y con un gesto público, en un parque municipal de la ciudad, con motivo del medio siglo de este organización, constituida en 1968 en España por la Conferencia Episcopal y que hoy se encuentra extendida por más de 120 países.