El drama de los refugiados, “fruto amargo de la globalización” para los obispos de Europa y África

  • El Consejo de Conferencias Episcopales de Europa y el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar han organizado en Fátima un seminario sobre “el significado de la globalización para la Iglesia y las culturas en África y en Europa”
  • En el comunicado final conjunto denuncian “la brecha profunda entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles” abierta en el mundo actual.

El drama de los refugiados, “fruto amargo de la globalización” para los obispos de Europa y

“La multiplicación de los conflictos armados como el drama de los refugiados y los migrantes son también frutos amargos de la globalización”, han denunciados los obispos de Europa y África. Por ello, recuerdan los prelados que “la Iglesia exige respeto por la creación, por la ecología humana, por el humanismo integral, por el hombre creado a la imagen y semejanza de Dios y dotado de una dignidad intrínseca”.

Lo han hecho este lunes, al hacerse público un comunicado conjunto del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa y el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar tras la celebración, desde el pasado viernes, se un seminario sobre “el significado de la globalización para la Iglesia y las culturas en África y en Europa”. Un encuentro en el que han participado una treintena de obispos de ambos continentes –con sus presidentes: el cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova y Gabriel Mblingi, arzobispo de Lubango (Angola)–, acompañados por algunos prelados portugueses como el cardenal Manuel Clemente, Patriarca de Lisboa; Antonio Augusto Marto, obispo de Leiria-Fátima; y Joaquim Mendez y Nuno Brás, obispos auxiliares de Lisboa. La Conferencia Episcopal Española ha estado representada por Juan Antonio Menéndez, obispo de Astorga.

Ambigüedad de la globalización

Para los prelados, “la globalización es un proceso dinámico, polivalente y que afecta a todas las áreas de la vida individual, familiar y social, incluida la economía, la política, la cultura y la religión”, por ello señalan que puede ser “ambivalente” ya que “ofrece solidaridad entre las naciones y los pueblos, puede servir a la justicia y la paz, puede hacer compartir las riquezas espirituales y materiales a nivel local y mundial, puede propagar ideas y valores nobles y constructivos”.

Pero, advierten los obispos, “cuando está marcada por el pecado”, “tiende a provocar una brecha profunda entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles; fortalece la lucha por el poder, por aumentar el beneficio y el hedonismo; destruye el legado de la alta cultura, la espiritualidad y la dignidad humana, desencadenando una deconstrucción de los cimientos de la existencia como el derecho incondicional a la vida (aborto, eutanasia, eugenesia…)”. Esto ha desencadenado, en algunos sectores, una irracionalidad provocando una “animalización de lo humano y una humanización de los animales”, señalan.

Vigilancia activa y valiente

Una propuesta alternativa es el “culto a Dios”, para los participantes en el seminario. “Gracias a la relación con Dios, el hombre encuentra el significado último de su propio camino en la Tierra, un viaje que se convierte así en una peregrinación hacia el Fin; que no es disolución sino Consumación y Plenitud”, indican.

Los participantes también han denunciado el “propósito destructivo de ciertas ideologías” a través de “la erotización de la sociedad, el pansexualismo y la teoría del género que amenazan la institución del matrimonio y la familia”. Este trae como consecuencia que “la juventud es la primera víctima de estas propuestas perniciosas”, por ello los obispos confían que el próximo sínodo revitalice la llamada a la fidelidad y el respeto entre las familias.

“Los aspectos negativos de la globalización exigen una vigilancia activa y valiente de sacerdotes, consagrados, laicos y de todos los creyentes y personas de buena voluntad”, concluyen. Para ello se proponen apoyar el “trabajo educativo de las familias”, siempre “sin olvidar que la defensa de los pobres, enfermos, marginados y débiles, no es opcional sino una exigencia”.

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