La Diócesis de Bilbao tiene experiencia en este camino de sanación, de cerrar heridas. Manu Arrue es el responsable de Paz y Reconciliación y lidera el proyecto de Perdón y Reconciliación del Centro Loyola. Tareas pendientes para alcanzar la paz siempre quedan, pero son muchos los espacios creados para la concordia, según explica este jesuita, que alude a la necesidad de compartir el relato “si queremos trabajar en una solución humana del conflicto”.
PREGUNTA.- ¿Tiene la Iglesia tareas pendientes en el camino de reconciliación en el País Vasco?
RESPUESTA.- Sí, cito unas cuantas que ya está realizando: que las víctimas, de procedencia diversa, cuenten su testimonio en colegios y universidades. Primero impresiona ver que no guardan resentimiento. Por otra, que siendo de distinto signo, están juntas y ambas ponen el centro de sus miradas en el sufrimiento; hablar en las parroquias, vicarías… de los acontecimientos que nos dieron paz, de los que nos hundieron, de dónde estábamos nosotros entonces…; intentar crear relatos lo más compartidos posibles en el interior de instituciones eclesiales que vivieron esta situación divididos en bandos; hacer un camino de encuentro y escucha…; escuchar a las víctimas cómo nos vivieron a la Iglesia y pedir perdón…; acompañar a las familias de los presos, y a estos, en sus procesos de reconocimiento del daño causado, de la reintegración social…; y pedir que se reconozca la verdad de otras víctimas, como los extorsionados, los torturados…
P.- ¿Se necesita avanzar en el acercamiento de presos para continuar el proceso de paz?
R.- Las víctimas con las que hablamos desde la comisión son partidarias de su acercamiento. Su argumento es que las familias no tienen la culpa de lo que han hecho sus hijos. Y muchas veces no sabían nada. También dicen que algunas personas presas son mayores y sus madres muy mayores, por lo que les resulta imposible trasladarse a esos lugares tan lejanos. La Universidad de Deusto presentó un informe que el Gobierno vasco le encargó acerca del impacto de la política penitenciaria de alejamiento en las familias de las personas presas. Y lo que les recomiendan es “el abandono de la política generalizada de alejamiento de las personas presas de sus lugares de residencia habitual y el retorno a un tratamiento individualizado de las penas”. Y lo razona legalmente.
P.- El Santuario de Loyola se ha convertido en un centro de perdón y reconciliación con un proyecto que usted lidera. ¿Siguen haciendo falta más espacios de sanación?
R.- Sí. Este y otros muchos más. De hecho, hay personas que van trabajando como mediadores, facilitadores… Además, el teólogo Robert J. Schreiter cuenta que, cuando terminan los conflictos, llega el tiempo de las reconciliaciones, que suele ser largo, para encontrarse y escucharse mutuamente. Y, si es posible, curarse unas personas y otras. La experiencia y la literatura sobre estas experiencias es muy dura por el sufrimiento y muy esperanzadora por el bien que se hacen mutuamente. Vale la pena leer el relato de la hija de Aldo Moro, asesinado por las Brigadas Rojas, y su victimaria.