Hacía mucho tiempo que la sociedad española esperaba un titular como el que el viernes 20 de abril abrió los informativos: “ETA pide perdón”. Más inesperado resultó el subtítulo que lo acompañó: “Los obispos vascos piden perdón por sus complicidades con el terrorismo”. Así, con un espíritu de brocha gorda, unos y otros dieron la sensación de querer cerrar un capítulo que no admite flecos pendientes. Y ambas declaraciones, a la vista de las reacciones cosechadas, deja muchos en los que todavía es fácil enredarse.
Sin ir más lejos, porque en su comunicado, la banda distingue entre unas víctimas y otras. Entre aquellas “que han causado las acciones de ETA, en la medida que han resultado damnificadas por el conflicto. Lo sentimos de veras”. Y entre aquellas “que no tenían una participación directa en el conflicto”, y a las cuales “les pedimos perdón”. Esta categorización de los muertos cosechó críticas y recelos sobre la autenticidad de las intenciones del grupúsculo que queda de aquella banda que, tras seis décadas de terror, ha dejado un reguero de sangre con 853 asesinatos en su haber.
La Conferencia Episcopal Española hizo una primera declaración a través de su portavoz aquella misma mañana, en la que daba la bienvenida a esa petición de perdón, pero que debería venir acompañada de “reparación” a las víctimas. Sin embargo, esta rápida reacción nació prácticamente muerta –“machacada”, en palabras de un obispo– por una inesperada nota conjunta de los obispos de Navarra, País Vasco y Bayona, en donde –entre otras cosas que pasaron a un segundo plano–, afirmaban que “somos conscientes de que también se han dado entre nosotros complicidades, ambigüedades, omisiones… por las que pedimos sinceramente perdón”.
En los obispados no hay declaraciones
Vida Nueva ha querido saber cómo se había gestado esta declaración y cómo valoraban las reacciones cosechadas, para lo cual se puso en contacto con las tres diócesis vascas y la navarra solicitando, a través de un cuestionario dirigido a sus pastores, información al respecto. En todos los casos, la respuesta fue la misma: no hay declaraciones.
Según ha podido saber esta revista, los seis puntos fueron redactados en alrededor de un par de horas, al término de la Plenaria de los obispos que ese día se clausuraba en Madrid; que los principales artífices de la nota fueron el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, y el arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez; y que las aportaciones que se pidieron –algunas relativas a los presos no se habrían incluido– tenían que estar añadidas para ser difundida la nota antes de las tres de la tarde para que entrase en los telediarios del mediodía. En el de La 1, la noticia ocupó menos de diez segundos y se centró en la petición de perdón de la Iglesia “por las complicidades, ambigüedades y omisiones”.
“¿Complicidades? Esa es una palabra tremenda –señala a este semanario una destacada fuente de la Conferencia Episcopal–. A mí me gustaría más una nota conclusiva por parte de la Iglesia, pero no a remolque de ETA. Falta un discernimiento más sosegado y más comprensivo del asunto. Hecho con calma, y no precisamente llevados por que ETA haya dicho lo que haya dicho, que tampoco sé muy bien a dónde quiere llegar”.
“No era el momento de pedir perdón”
“No era el momento de pedir perdón. Era el momento de que ETA pidiera perdón. No sé por qué la Iglesia tiene que hacerlo a la vez que la banda terrorista, como si fuésemos más o menos culpables de lo mismo”, indica Carlos García de Andoin, director del Instituto de Teología y Pastoral de Bilbao. “Lo que tenía que haber hecho la Diócesis es haber saludado el propósito de disolución de ETA y, luego, haber colocado bajo el punto de vista crítico y ético la distinción que esta hace en su comunicado sobre las víctimas, según sean colaterales o se trate de aquellas que consideran que tienen alguna responsabilidad, como policías, guardias civiles, empresarios… Sin embargo, esto lo han omitido los obispos en ese comunicado y la fuerza se ha puesto en esa petición de perdón por complicidades, omisiones y ambigüedades”.
También a José Ignacio Calleja le parece “muy precipitado” el comunicado –que, además de Munilla y Pérez, firman los obispos de Bilbao, Mario Iceta, de Bayona, Marc Aillet, y el auxiliar de Pamplona, Juan Antonio Aznárez– . “El problema, para mí, es que una declaración así tenía que haber sido pensada por más gente, además de los cuatro o cinco obispos, que son muy importantes, pero lo deciden en solitario, le dan una forma, lo hacen público y no se comparte en el interior de la Iglesia para ver si eso ha sucedido así, si hemos estado en la Iglesia tan por debajo como parece, a la luz del comunicado. Le falta ese proceso de discernimiento con todas las voces, es decir, con las de los obispos nuevos. Pero también con los que tuvieron responsabilidades en otros tiempos”, señala este sacerdote y profesor de Moral Social y Filosofía en la Facultad de Teología del Norte de España, con sede en Vitoria.
“Yo he crecido en la Iglesia de Vizcaya con un claro planteamiento de paz ya desde tiempos en que Juan María Uriarte era obispo auxiliar (desde 1976). Y este comunicado de los obispos da la razón a quien sostiene que ETA nació en un seminario. Es disparatado y no es cierto. Se tenía que haber esperado a que ETA anunciase su disolución y haber salido con un texto en el que se dijesen otras cosas”, concluye García de Andoin. Habrá que esperar a ver si realmente es el último capítulo.