Bajo el lema “Nos urge dar un paso más”, 172 Superiores Mayores participan, en Bogotá, de la 57ª Asamblea General Ordinaria que inició el sábado 28 de abril, convocada por la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC).
Durante tres días, los líderes de la vida religiosa se proponen discernir el paso que más urge dar ante la compleja coyuntura social y política de un país que sigue clamando por vida digna, paz y reconciliación.
De este modo la vida consagrada busca asumir el legado de la visita apostólica del papa Francisco, en septiembre de 2017, cuando invitó a los colombiano a que “demos el primer paso” frente a los desafíos del perdón, la reconciliación y la paz.
Para ello, será necesario “una vida religiosa con menos privilegios y más serenamente pobre y esperanzada”, como propuso la Hna. Gloria Liliana Franco Echeverri, presidenta de la CRC, en sus palabras de apertura, consciente de la urgencia de “hacer posible la vida, de fortalecer la misión, de ganar en libertad y en alegría, de vencer las amarras que nos limitan y lanzarnos al camino”.
Al evocar las desafiantes realidades de algunas regiones como el Catatumbo, Tumaco y San José de Apartadó, la presidenta de la CRC exhortó a la osadía de ‘salir aprisa’ al encuentro de la vida: “ahora es nuestro turno de jalonar el proceso de reconciliación en el que creemos, el que tiene como origen la justicia, el que exige que los derechos y las posibilidades se hagan accesibles para todos y que la corrupción se aleje para siempre de las estructuras vitales de nuestra sociedad”.
De igual forma, el arzobispo de Villavicencio y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, Óscar Urbina Ortega, en su saludo a la Asamblea, no solo agradeció a la vida religiosa “por todo lo que hace para que la reconciliación no sea una palabra abstracta”, sino que también propuso siete pasos –o convicciones, si se quiere– para hacer posible una auténtica cultura del encuentro y de paz sobre la base de la reconciliación:
En este sentido, reconocer las orillas en las que se sitúa la vida consagrada colombiana, para redescubrir su compromiso y su misión en esta hora y en el difícil camino hacia la paz, fue el tema del panel en el que intervinieron un franciscano (Francisco Gómez Vargas), un claretiano (José Santos Torres Muñoz), una salesiana (Olga Fonseca), una laurita (Marta Ardila) y un sacerdote de la región del Putumayo (Álvaro Fabián Mora).
Asimismo, la Asamblea ha sido un espacio propicio para conmemorar los 50 años de la Conferencia de Medellín (1968) y dar continuidad a su patrimonio eclesial, que tradujo el Concilio Vaticano II para la Iglesia latinoamericana y preconizó la opción por los pobres. Este asunto que fue abordado, expresamente, por el sacerdote Eduardo Posada en su disertación: “Medellín, 50 años después: encarnación y vida”.
Bajo la inspiración de Medellín, la vida consagrada colombiana hace eco al mensaje de Francisco en su paso por Colombia y su elocuente significado ante la realidad del país, tema que fue asumido por el provincial de los jesuitas, Carlos Eduardo Correa, en la conferencia conclusiva de la jornada del sábado.
Este domingo 29 de abril, los Superiores Mayores centran su mirada en “la audacia de una paz imperfecta”, a partir de los aportes del padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición, y, en un segundo momento, en la necesidad de “sentir con la Iglesia para dar algunos pasos de comunión e intercongregacionalidad”.
Con estos insumos, se espera que para el cierre de la Asamblea, la CRC pueda dilucidar y definir ‘un paso más’ de cara a la urgencia de construir comunidades misioneras e intercongregacionales en las zonas de frontera, ¡allí donde la vida clama!