En el baptisterio Lateranense, adyacente a la basílica romana de San Juan de Letrán, conocido también como San Juan en Fuente, hay una inscripción en latín atribuida al papa Sixto III (siglo V) que dice: “La Madre Iglesia pare virginalmente mediante el agua a los hijos que concibe por el soplo de Dios. Cuando renazcáis en esta fuente esperad el Reino de los Cielos”. Jorge Mario Bergoglio recordó aquella cita durante la tradicional audiencia general de los miércoles que celebró hoy, 9 de mayo, en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Tras saludar a los miles de fieles congregados desde el papamóvil y detenerse para bendecir y acariciar a varios niños, Francisco comenzó su catequesis, dedicada al sacramento del bautismo, como ya había hecho en las últimas semanas. “Morimos y nacemos en el mismo instante, pues la fuente bautismal se convierte en sepulcro y en madre. Estas dos imágenes manifiestan la grandeza de lo que sucede por medio de los gestos sencillos del bautismo. Nuestros padres nos generaron a la vida terrena; la Iglesia, en el bautismo, nos regenera a la vida eterna, haciéndonos hijos de Dios para siempre”, dijo Bergoglio.
“Dios no reniega nunca de sus hijos”
El Papa destacó en su alocución cómo la fuente bautismal es el lugar en el que se hace “Pascua” con Cristo. “Se sepulta al hombre viejo con sus pasiones engañosas para que renazca una nueva criatura”. En ese momento Dios le hace saber al cristiano que es “su hijo amado”, una voz paternal “imperceptible” para el oído pero que sí puede escuchar “el corazón del que cree” y le acompaña “toda la vida, sin abandonarle nunca”.
Es por ello que el bautismo no se repite, pues “imprime un sello sacramental indeleble que el pecado no puede borrar, pero sí impedir que dé frutos de salvación. Luego, la unción crismal, nos conforma a Cristo”, destacó el Pontífice, que invitó a repetir a los presentes varias veces esta frase: “Dios no reniega nunca de sus hijos”.