En lo que constituye su primera visita a un penal de la Ciudad de México, el arzobispo primado llamó a las internas a no olvidar que Dios jamás las abandona
Este año, el ‘Día de las Madres’ tuvo un matiz diferente por lo menos en el Centro de Reinserción Social Santa Martha Acatitla. Y es que en esta ocasión, las mamás privadas de su libertad tuvieron la oportunidad de encontrarse con el arzobispo primado de México y participar de una emotiva celebración eucarística, a la que acudieron decenas de internas, algunas de ellas con sus hijos, quienes también viven en reclusión.
En días pasados, el cardenal Carlos Aguiar Retes anunció que iniciaría una serie de visitas a hospitales y reclusorios capitalinos; y el primero de ellos fue éste, ubicado al oriente de la Ciudad de México, donde se encuentran un total de mil 256 internas, lo que lo convierte en la prisión femenil más grande de todo el país.
En su visita, Aguiar Retes se reunió con el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, José Ramón Amieva, y funcionarios del sistema penitenciario, con quienes al término de la Misa recorrió las instalaciones.
En su homilía, el cardenal Aguiar se refirió en primer lugar a la trascendencia a la que todo ser humano está llamado, para lo cual –dijo– es necesario transitar en esta vida terrena, donde “en algunas ocasiones nos sentimos contentos y alegres, pero en otras desolados, angustiados, desesperados y abandonados”.
Sin embargo –recordó a las internas– “ninguna de estas dos experiencias que vivimos, de consuelo y alegría, o de desolación y tristeza, son eternas, sino transitorias, como nuestro caminar en esta tierra”.
Añadió: “El estar aquí en un reclusorio, justa o injustamente, es una situación de desolación, de desesperanza, pero siempre tengan presente que ésta no es eterna, que siempre debe estar abierta la puerta de su corazón a recuperar su libertad y de volver a la vida con la sociedad”.
El arzobispo de México consideró también que la estadía en un reclusorio puede ser un “tiempo hermoso de crecimiento espiritual”, si se hace “a la luz de quien es nuestra esperanza”.
En este sentido, llamó a las reclusas a compartir con quienes las rodean lo que viven en su interior. “Si vamos poniendo en común lo que llevamos dentro, ¿saben quién las acompañará? –preguntó– El Espíritu Santo, que les dará la fortaleza para descubrir que Dios no las ha abandonado, que está con ustedes. Entonces crecerá su experiencia de cercanía con Dios”.
Les advirtió que de pronto sentirán a Dios cerca, luego sentirán que las ha abandonado, y después lo volverán a sentir a su lado. “Esa experiencia constante de cercanía y lejanía, de proximidad y de distancia, debe enseñarnos que, aún cuando no lo sintamos cerca, Dios nunca nos abandona. Este desarrollo espiritual les puede dar la fortaleza necesaria para afrontar cualquier adversidad”.
Finalmente, tras preguntarle a las madres reclusas cuál es la misión de ellas con sus hijos, les recordó: “Manifestarles el amor de Dios. Eso es lo grandioso, la cercanía, la ternura, el amor gratuito. Ustedes aman a sus hijos no porque el hijo les pague un peso. El amor de Dios así es. Aunque nuestra conducta haya sido fallida, Dios no nos deja de amar, porque somos sus hijos. Ustedes comprenden muy bien esto: se ama al hijo independientemente de la conducta que tenga. Así es el amor también de nuestra Madre, María de Guadalupe”.
Al término de la celebración litúrgica, Aguiar regaló evangeliarios a las reclusas; repartió imágenes de la Virgen de Guadalupe bendecidas por él, y les obsequió rosas que fueron llevadas por el jefe de Gobierno capitalino.