Algunos lloraban, a muchos les fue difícil hablar. El momento era intenso, emotivo. Pocos minutos antes en el atrio de la catedral de Osorno estaba el mismo grupo que cada sábado y domingo, durante tres años, han cantado y rezado mientras dentro se celebraba la Eucaristía. Pedían la renuncia del obispo Juan Barros por encubridor de los crímenes de su formador, el párroco de El Bosque, Fernando Karadima. Lo hacían levantando carteles con la palabra ‘Renuncia’.
Esta vez, al término de la Misa, pese a los temores del párroco Bernardo Werth, el grupo integrado por algunas decenas de mujeres y hombres, ingresó al templo precedidos por la más anciana, quien portaba una cruz.
Llegaron hasta el altar donde depositaron los carteles que piden la renuncia al obispo Barros, dejaron las velas, cantaron, rezaron. Fue la liturgia que habían preparado para vivir, en la fe, este momento culminante.
Finalmente, se abrazaron emocionados por esta intensa oportunidad con la que esperan no volver a usar esos carteles. “Fue un momento muy hermoso”, aseguró uno de los participantes. Es la esperanzada respuesta de este grupo perseverante, firme en su convicción, leal con la Iglesia, muchas veces rechazado por la jerarquía. Respuesta que se sostiene en su firme adhesión a la gestión reciente del papa Francisco, pese a que él mismo en algún momento les ofendió, por la información no veraz ni equilibrada que había recibido.