Después de casi dos años sin señales de la terrible enfermedad que hiciera estragos principalmente en Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, causando unos 60.000 contagios y más de 10.000 muertes, el ébola ha vuelto a brotar con fuerza en la República Democrática del Congo, donde ya se cuentan 46 casos y 21 fallecimientos.
Tras iniciarse este lunes 20 de mayo la primera campaña de vacunación en el país, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la fase actual de “muy alto riesgo”, aunque precisa que no estamos ante una “emergencia internacional”. No es de la misma opinión Médicos Sin Fronteras, que alerta de que la epidemia está “fuera de control”. En este sentido, resulta especialmente preocupante que el Ministerio de Salud congoleño haya confirmado un caso de contagio en Mbandaka, una urbe de un millón de habitantes situada a 130 kilómetros del lugar en en que surgió la epidemia.
Precisamente, este último episodio ha provocado la reacción de Marcel Utembi Tapa, arzobispo de Kisangani y presidente de la Conferencia Episcopal del Congo. En un mensaje en nombre del Episcopado y difundido por la agencia Fides, asegura que “la confirmación del primer caso de ébola, en Mbandaka, un área urbana, nos preocupa profundamente por el alto riesgo de contagio de la enfermedad”.
“Dada la naturaleza de la enfermedad y la falta de información –continúa el prelado–, es de temer el riesgo de propagación en la ciudad y en las localidades vecinas”. A su juicio, “varios factores preocupantes probablemente amplificarán la mortal epidemia, cuya letalidad oscila entre el 20 y el 90%”. De ahí que “la amenaza de la epidemia de ébola debe tomarse en serio a nivel provincial, nacional y regional”.
Tras instar a las autoridades a que acometan “medidas urgentes para dar una respuesta eficaz a la emergencia, mantener a raya la propagación de la enfermedad y garantizar la seguridad y la salud de la población”, Utembi se congratula por la rápida y eficaz intervención de la OMS, que ya ha desplegado a un equipo de expertos encabezado por el gerente general de la entidad: “Su presencia testimonia la solidaridad nacional ofrecida a la República Democrática del Congo para hacer frente a esta enfermedad”.
El mensaje concluye dirigiéndose directamente a la población civil. En dos sentidos. Por un lado, para llamar a no caer “en la desesperación y la resignación”, siendo la alternativa “confiar en la ayuda de Dios”. Por otro lado, se reclama facilitar el trabajo de los equipos de salud y “no ceder al miedo y la estigmatización, que podrían obstaculizar la respuesta a la epidemia”.
Esta última cuestión, la de la estigmatización, es ciertamente significativa. Y es que, como se comprueba aún hoy en muchos rincones de los países afectados en la última crisis del ébola, muchos de los niños que se contagiaron con la enfermedad y acabaron superviviendo, fueron señalados por muchos como “niños brujos”. Una etiqueta que en muchos casos les ha causado tener que huir para evitar ser asesinados por la población local. Afortunadamente, muchos siguen siendo protegidos por la Iglesia católica, como pueden atestiguar cientos de menores auxiliados por los salesianos en Sierra Leona.