“Nos dirigimos a todos nuestros fieles para recordarles que, como ciudadanos y como cristianos, debemos votar consciente, libre y responsablemente”. Así comienza el mensaje firmado por la presidencia de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) y dado a conocer antes de las elecciones presidenciales de este 27 de mayo por el secretario general de la CEC, Elkin Fernando Álvarez Botero, obispo auxiliar de Medellín.
El pronunciamiento de los obispos se sitúa en consonancia con los siete criterios de la Iglesia colombiana para la contienda electoral de 2018, divulgados en enero, y hace parte de un itinerario pedagógico que se sustenta en el presupuesto de que “el voto es un derecho y un deber moral que tiene hondas repercusiones en la vida de todos” y, por lo mismo, “expresa el compromiso de cada uno en la construcción de los diversos ámbitos de la vida nacional”.
“Renunciar al ejercicio del voto es negar un servicio al desarrollo integral de nuestra patria”, continúan los obispos, afirmando con vehemencia que “con indiferencia no se avanza”. En este sentido, la Iglesia ha advertido sobre el peligro de dejarse llevar por la apatía, la desconfianza, el pesimismo, o cualquier forma de presión que ataña a viejos vicios electorales como el abstencionismo, la compra y venta de votos, la suplantación de sufragantes y jurados.
Incluso, la CEC apela a la “coherencia con nuestras convicciones, impulsados por razones y motivaciones que broten del Evangelio”, para no ser manipulados “por la propaganda que a veces engaña, por informaciones malintencionadas o por intereses distintos al bien común”.
¿Por quién votar? Los obispos proponen algunos criterios para elegir al candidato más idóneo para liderar los esfuerzos del pueblo colombiano en torno a un proyecto común de país, no “a un superhéroe que todo lo puede”.
Para la Iglesia es imperativo elegir al candidato “que tiene las capacidades para responder a los retos más urgentes que afronta el país”, lo cual implica un auténtico “liderazgo para convocar y movilizar a todos los sectores de la población en pos de grandes objetivos nacionales” y “escuchar y aprender en el diálogo democrático” para que la justicia y la reconciliación sean posibles.
De igual forma, los obispos de Colombia consideran que quien llegue a la Casa de Nariño deberá caracterizarse por su solidaridad con los sufrimientos y esperanzas de todos los colombianos, mediante “iniciativas de participación ciudadana y caminos viables para erradicar las raíces de la violencia”.
Desde el punto de vista de los valores éticos, para la CEC la persona elegida deberá “promover políticas claras a favor de la dignidad de la persona, la protección de la familia, la defensa de la vida en todas sus etapas, el derecho de los padres a la educación de sus hijos, y el cuidado de la naturaleza”, evitando también “cualquier corriente extranjera de colonización ideológica”.
Por último, la Iglesia colombiana pone su mirada especialmente en los jóvenes, a quienes invitan a “participar con entusiasmo en estas elecciones, movidos sólo por altos ideales”, sin dejarse robar la esperanza –como les pidió el papa Francisco el año pasado, en su visita al país– ni dejarse llevar por el desencanto.