El Vaticano dialoga con la arquitectura más contemporánea y sugerente en la Bienal de Venecia. E impacta con su reflexión sobre el concepto de capilla “como lugar de orientación, encuentro, meditación y saludo”, según la propuesta de Francesco Dal Co, comisario del Pabellón de la Santa Sede. No solo ha captado un inusitado y desbordante interés, sino que se ha convertido en la gran atracción de la exposición internacional de arquitectura, inaugurada el 26 de mayo.
“Una suerte de peregrinaje no solo religioso, sino también laico, conducido por todos los que desean redescubrir la belleza, el silencio, la voz interior y trascendente, la fraternidad humana del estar juntos en la asamblea de un pueblo, pero también la soledad del bosque, donde se puede captar el estremecimiento de la naturaleza, que es como un templo cósmico”, según la descripción del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, e impulsor de la participación vaticana.
El pabellón de la Santa Sede –bautizado como ‘Capillas vaticanas’– es, en realidad, un jardín: el bosque del convento benedictino de San Giorgio Maggiore, famoso por la imponente iglesia construida en el siglo XVI por Andrea Palladio, y que da nombre a la isla que emerge al otro de la laguna, frente a la plaza de San Marcos. En ese bosque es donde Francesco Dal Co, profesor del Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia, ha invitado a diez prestigiosos estudios internacionales de arquitectura –entre ellos, los barceloneses Flores & Prats Arquitectos– a plantar una capilla con “la idea de buscar su significado original: de reunión y meditación”. La propuesta tenía un singular referente: la famosa capilla construida en el cementerio Woodland, en Estocolmo, por el arquitecto sueco Gunnar Asplund en 1920 y considerada “pieza capital de la historia de la arquitectura”.
Precisamente, una recreación de esta “capilla del bosque”, proyectada por Francesco Magnani y Traudy Pelzel, hace las veces de espacio introductorio en el que Dal Co ha incluido un homenaje expositivo a la poética y espiritualidad de Asplund. Es el punto de partida del “peregrinaje espiritual” por la diez capillas contemporáneas que han creado arquitectos como el británico Norman Foster o el portugués Eduardo Souto de Moura y bajo solo dos premisas: una escala pequeña y la obligación de incluir un altar y un atril. “He tenido libertad total. La Santa Sede no me ha cuestionado nada. Ni los nombres de los arquitectos ni que quisiera construir capillas. De hecho, quedaron muy sorprendidos por la propuesta”, afirma Dal Co.