Aunque sin absolutizar ni generalizar, Manuel Simó (Barcelona, 1939) aprecia en la Iglesia “notables deficiencias” en la transmisión de su mensaje, que achaca a una “falta de la debida preparación” y a un “exceso de improvisación”. En esta línea, el veterano sacerdote, periodista y escritor lamenta también que no se respete “la identidad de la homilía dentro de la celebración litúrgica”. Y propone el “estilo de proximidad” del papa Francisco para hablar (y escuchar) a los fieles. De todo ello y mucho más habla en su último libro: ‘La comunicación de la Palabra. Saber transmitir el mensaje’ (CPL).
PREGUNTA.- ¿Sabe la Iglesia transmitir hoy su mensaje?
RESPUESTA.- No puede absolutizarse una respuesta, ni por la complejidad del concepto “la Iglesia”, ni por la diversidad de comunicadores y transmisores del mensaje, pero, en general, sí que hay que afirmar que en esta tarea de transmitir el mensaje se aprecian notables deficiencias de todo tipo. Y esto por dos motivos principales: por falta de la debida preparación y por un exceso de improvisación. Comunicar es un arte, un oficio, y las artes y los oficios requieren el dominio de unas técnicas imprescindibles que no se adquieren ni se cuidan debidamente.
P.- ¿Por qué las homilías resultan a veces muy poco sugerentes o directamente aburridas, teniendo un material tan valioso como la Palabra de Dios para inspirarse?
R.- En primer lugar, porque no se respeta la identidad de la homilía dentro de la celebración litúrgica. La homilía es acercar los textos bíblicos a los fieles de una manera sencilla y vivencial. Y para ello hay que prepararlos e interiorizarlos, a la vez que hay que exponerlos con convencimiento de lo que se dice. Un gran director de teatro me dijo en una ocasión: “Los actores decimos en el escenario las grandes mentiras como si fueran verdades, y ustedes dan la sensación de decir las grandes verdades como si fueran mentiras…”. Nos tendrían que hacer pensar las palabras del papa Francisco cuando afirma que “la homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un pastor con su pueblo…”.
P.- ¿Qué podemos aprender del estilo comunicativo del papa Francisco?
R.- Fundamentalmente su estilo de proximidad. Un grupo de sacerdotes me convocó en una ocasión para que les ofreciera una charla sobre “por qué el Papa Francisco llega al corazón de las personas”, y mi primera respuesta fue tan sencilla como decirles: “Porque habla a las personas…”. Con ello, además de las técnicas comunicativas que emplea, lo que quería expresarles es la conciencia que siempre tenemos que tener de que, cuando hablamos a una persona, hablamos a una persona que siente, vive, padece y sufre lo mismo que nosotros sentimos, vivimos, padecemos y sufrimos…
P.- Evangelizar es sembrar, dice en su libro. ¿Se evangeliza más hablando o escuchando?
R.- Las dos cosas son totalmente necesarias, pero si hoy hay una de las dos que es más necesario acentuar es la tarea de escuchar. Hay una queja generalizada de muchas personas cuando afirman que hoy “no hay tiempo ni ocasión de hablar con los sacerdotes…”. Y, además, no siempre resulta fácil escuchar. Hemos perdido mucho en esta capacidad comunicativa de saber escucharnos.
P.- En su mensaje para la reciente Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el papa Francisco alertaba contra las ‘fakes news’ (noticias falsas). ¿En qué medida la diversificación de medios y las posibilidades de acceso a ellos está contribuyendo a confundir información y opinión?
R.- No cabe duda de que las nuevas tecnologías de la comunicación han aportado muchas cosas positivas y más posibilidades, pero también hay que prevenirse contra algunos hechos negativos. El hecho de que hoy haya más facilidad en exponer el propio pensamiento y las propias opiniones en multitud de medios mediáticos accesibles provoca, a la vez, la necesidad de ejercer una actitud más crítica, que no siempre está al alcance de todos.
P.- Además del Evangelio como guía de lectura de la realidad, ¿qué no debería faltar nunca en el “libro de estilo” de todo comunicador cristiano?
R.- Sobre todo, la conciencia permanente de la responsabilidad de ser “comunicadores de la Palabra”. Resulta patente que, cuando un lector o lectora sale a leer los textos bíblicos y termina diciendo “Palabra de Dios”, ha tenido que tener conciencia de que “le ha prestado a Dios su voz…”. Pues así también nosotros: los comunicadores del Evangelio somos la voz que le prestamos a Dios para que sea Él quien lo haga… Y cuando decimos “la voz”, no solo nos referimos a la voz física…
P.- ¿A quién cree que puede ayudar más su libro? ¿A los emisores o a los receptores del mensaje? ¿A sacerdotes?, ¿a periodistas?…
R.- Al escribirlo he pensado más en los emisores, porque, a la vez, me preocupa cómo llega el mensaje a los receptores… Pretende ser, simplemente, una herramienta de reflexión que pueda ser útil; y es el fruto de muchos años de experiencia en esta tarea difícil y a la vez apasionante de ser buenos instrumentos de comunicación en manos del Espíritu para difundir el Evangelio.