Tras haberse encontrado con sacerdotes, miembros de la Vida Consagrada y fieles laicos de las ocho vicarías episcopales, el arzobispo primado destacó la importancia de la comunión operativa y de las unidades pastorales
En un documento titulado “Reflexiones pastorales surgidas de la visita a las 8 Vicarías Episcopales de la Arquidiócesis Primada de México”, el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo primado, dijo estar convencido de que la Iglesia en la Ciudad de México puede influir eficazmente en la sociedad para que sean los valores del Evangelio su sustento y su experiencia de vida, y hacer de la metrópoli un espacio fraterno y solidario.
El documento fue publicado tras haber concluido una visita de reconocimiento a las ocho vicarías territoriales en las que está dividida la Arquidiócesis de México, así como a diversas instancias arquidiocesanas, entre ellas el seminario y las instituciones educativas con que cuenta esa Iglesia particular.
El Arzobispo aseguró que le llena de esperanza el gran potencial y los retos que se tienen en la Arquidiócesis de México, lo cual pudo constatar tras haberse adentrado en la realidad socio-eclesial y en el conocimiento de los procesos pastorales y de las estructuras de servicio, pero sobre todo, tras haberse acercado y dialogado con un gran número de personas y agentes de pastoral.
Tras recordar que en la Arquidiócesis de México existe una enorme riqueza pluricultural, donde se descubre la presencia de lo urbano con lo rural, en una interesante y desafiante convivencia social, explicó que esto lo pudo constatar, por ejemplo, “en las colonias que se extienden sobre barrancas y colinas, los llamados pueblos mágicos que poseen una rica historia, las zonas de fábricas, bodegas y grandes mercados, las colonias donde abundan los multifamiliares y edificios, las áreas cercanas a prestigiadas universidades, las viviendas y colonias marginadas, y otras zonas residenciales de medio y alto nivel económico, tanto de connacionales como provenientes de otros países”.
El constante crecimiento demográfico –añadió– así como la intensa movilidad humana al interior de la ciudad, le han dado a la Arquidiócesis un ambiente polifacético y multicultural muy propio de las grandes metrópolis. “Este contexto presenta a la feligresía tradicional católica una gran desafío en su manera de realizar la misión y en su proceso evangelizador”.
En este sentido, consideró que mientras cada católico cumpla su labor con ardor, pasión y responsabilidad, se garantizará en buena medida la transmisión de la fe; “sin embargo –advirtió– este nuevo contexto que va creciendo especialmente con fuerte influencia en la nuevas generaciones y en los círculos académicos, profesionales y culturales, plantea la necesidad de revisar nuestro actuar, nuestras estructuras y estrategias, y nuestra mentalidad para buscar una capacidad real de propiciar que se mantengan los valores del Reino de Dios en los nuevos contextos socio-culturales”.
Por lo anterior, el cardenal Aguiar insistió en que es “especialmente neurálgico lograr la comunión operativa que fortalezca las distintas acciones arquidiocesanas mediante un Plan Diocesano de Pastoral y una coordinación de nivel diocesano, que articule los programas de las distintas Vicarías Episcopales, Instituciones educativas católicas, carismas y obras de la Instituciones de Vida Consagrada, y de los Movimientos Apostólicos”.
Las Unidades Pastorales –añadió- son una propuesta canónica eficaz para renovar la vida y la misión de las parroquias urbanas. “Propician la ayuda recíproca entre los presbíteros y con los agentes de pastoral, ya que facilita el acompañamiento sacerdotal en los procesos pastorales, evitando la duplicidad de esfuerzos y aligerando las cargas de los sacerdotes, al compartir de manera parcial o total los recursos estructurales, humanos y económicos, al tiempo que se fomenta una experiencia de Iglesia de comunión, entre los fieles de las distintas parroquias”.
Finalmente, dijo estar convencido de las palabras de san Juan Pablo II, “quien de manera profética afirmó en el número 43 de la Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte”: Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo”.