A las 12 horas de este domingo 3 de junio, solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, Francisco ha saludado a la multitud congregada en la Plaza de San Pedro para reflexionar en torno al misterio íntimo que se celebra en el Corpus Christi. Así, haciendo referencia al legado dejado por Jesús en la Última Cena, su cuerpo y su sangre, ha asegurado que, “debido a este testamento de amor, la comunidad cristiana se reúne todos los domingos, y cada día, alrededor de la Eucaristía, el sacramento del sacrificio redentor de Cristo. Y, atraídos por su presencia real, los cristianos lo adoran y lo contemplan a través del humilde signo del pan que se convirtió en su Cuerpo”.
“Cada vez que celebramos la Eucaristía –ha proseguido el Papa–, a través de este sacramento sobrio y solemne, experimentamos la Nueva Alianza, que comprende plenamente la comunión entre Dios y nosotros. Y, como partícipes de esta alianza, aunque pequeños y pobres, trabajamos juntos para construir la historia según el plan de Dios”.
Como ha explicado Francisco, “mientras nos nutrimos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, estamos asimilados a Él y recibimos su amor en nosotros”. Pero, ha recalcado, “no para retenerlo de un modo celoso, sino para compartirlo con los demás”.
Así, en la Eucaristía los cristianos están “ante una presencia que es como un fuego que arde en nosotros”, encendiendo hasta desterrarlas de un modo especial las “actitudes egoístas”, purificando, en definitiva, nuestra “tendencia a dar solo cuando hemos recibido”, siendo ya cada creyente “pan partido y sangre derramada por los hermanos”.
Por lo tanto, para Bergoglio, la fiesta del Corpus “es un misterio de atracción hacia Cristo y de transformación en Él. Es una escuela de amor concreto, paciente y sacrificado, como Jesús en la cruz. Nos enseña a ser más acogedores y disponibles para quienes buscan comprensión, ayuda, aliento y están marginados y solos. La presencia de Jesús vivo en la Eucaristía es como una puerta, una puerta abierta entre el templo y el camino, entre la fe y la historia, entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre”.
Siendo las procesiones con el Santísimo Sacramento bajo palio las expresiones de la piedad popular en esta solemnidad, para Francisco estas suponen, además, “un signo elocuente del hecho de que Jesús, muerto y resucitado, continúa caminando por los senderos del mundo, se une a nosotros y guía nuestro camino: nutre la fe, la esperanza y el amor”.
Esta tarde, como lo hizo el beato Pablo VI hace 50 años, el Papa se desplazará hasta la localidad de Ostia, en el litoral romano, y allí celebrará la Misa, en la parroquia de Santa Mónica, cuya primera piedra puso precisamente Montini. La celebración será seguida con la procesión con el Santísimo Sacramento hasta la parroquia de Santa Bonaria, en Nueva Ostia.