“No estoy convencido de la calidad teológica de ‘Amoris laetitia'”, afirma el cardenal Gerhard Müller en una entrevista a Cath.ch. “El documento debería basarse en las palabras de Cristo concernientes a la indisolubilidad del matrimonio, en las Escrituras, en la enseñanza de los concilios”, advierte. Sin embargo, “la exhortación contiene deficiencias desde el punto de vista teológico, que causa serias diferencias de opinión”, subraya.
Según el cardenal alemán, “las Conferencias Episcopales han tenido interpretaciones contradictorias, incluso diametralmente opuestas, porque el documento carece de la claridad necesaria”. No obstante, señala: “No habría habido estas interpretaciones contradictorias si el borrador final hubiera sido revisado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que no fue el caso, porque la Congregación lo habría mejorado”.
El ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe indica que no puede seguir ciegamente al Papa, porque “el pontífice es el guardián de la doctrina, no el que produce la doctrina”. Y añade: “¡No podemos corregir las palabras de Jesús!”.
El papa Francisco nombró ayer, 3 de junio, a un administrador apostólico para dirigir la Archidiócesis australiana de Adelaida, cuyo arzobispo, Philip Wilson, ha sido declarado culpable de encubrimiento de abusos sexuales a menores por parte del clero.
El obispo Gregory O’Kelly, de la vecina Diócesis de Port Pirie, será el encargado de pastorear la diócesis hasta que se nombre a un nuevo prelado. El obispo jesuita, cuya residencia se encuentra a 200 kilómetros de Adelaida, ya había sido auxiliar en Adelaida del propio Wilson.
Wilson se ha convertido en el primer arzobispo condenado por encubrimiento, ya que el 22 de mayo el magistrado Robert Stone, de la Corte de Newcastle lo declaró culpable por los hechos que se remontan a 1970. La sentencia se espera para el 19 de junio, en la que el arzobispo, que sufre Alzheimer, se enfrenta a dos años de prisión.
Los obispos del este de la República Democrática del Congo han advertido que la violencia en curso podría llevar a la “institucionalización de un espíritu de tribalismo, división y exclusión”. “En Kivu del Norte, cierta tendencia política está empujando hacia la fragmentación y la división de la provincia, sobre la base de intereses particulares, sin tener en cuenta la voluntad de la población que espera la unidad”, señalaron los prelados.
Durante décadas, Kivu del Norte se ha visto envuelto en la inseguridad debido a que decenas de grupos armados se disputan el control de los recursos minerales de la región y, al hacerlo, han intentado arrebatar el territorio del resto del país. “Existe el peligro de provocar rivalidades interétnicas: violencia, limpieza étnica y crímenes de lesa humanidad”, denunciaron los prelados. “Esta dinámica también podría llevarnos al umbral de la violencia y las atrocidades que experimentamos recientemente en países como Sudán del Sur”, añadieron.
Como recalcan los prelados, según recoge CRUX, “el déficit en la autoridad estatal se conoce desde hace décadas y está empeorando: el país está mal gobernado, lo que crea un clima económico, social y político que favorece la balcanización del país”, dijeron los obispos. Además, se quejaron de que la inseguridad ofrece la receta perfecta para afianzar la pobreza e impulsa un éxodo rural que conduce a una “urbanización no planificada”.