La Pastoral da Criança Internacional (PCI) de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) lleva más de 35 años de labor ininterrumpida en favor de la infancia más desprotegida y vulnerable, y su presencia se extiende a más de 20 países. Vida Nueva habló con su presidente, el arzobispo de Maringá, Anuar Battisti.
La PCI ha salvado millones de vidas. Se trata, sin duda, de un milagro social que sus fundadores, la pediatra Zilda Arns Neuman, y su hermano, el cardenal Paulo Evaristo Arns –ambos ya fallecidos–, jamás imaginaron, tan solo los motivó la alegría de servir.
Un premio Príncipe de Asturias, la certificación de su metodología por universidades como Harvard, y guías metodológicas validadas por especialistas de UNICEF, FAO y OPS, dan cuenta del éxito de la PCI.
El principal mérito en estos años de camino lo tienen sus líderes voluntarios. Así explica Battisti una de las fortalezas de este proyecto eclesial que nació en 1983 en la parroquia San Juan Bautista, de la ciudad de Florestópolis, en el estado de Paraná (al sur de Brasil), y que este año ya ha llegado a Filipinas. El obispo de Maringá, también se ha referido al momento que atraviesa su país.
PREGUNTA.- En Brasil la política ha generado diversas posturas, incluso en el seno de la misma Iglesia. ¿Qué análisis hace del momento actual?
RESPUESTA.- Estamos en un año de elecciones para escoger nuevo presidente. Por ello, estamos trabajando muy fuertemente en la formación de la conciencia de los electores en nuestras comunidades, desde las parroquias, para fomentar la importancia de un voto consciente y libre, porque el voto no tiene precio, tiene consecuencias. Y es allí donde radica nuestra preocupación ahora, en toda la CNBB y sus regionales, sobre todo para impulsar un pequeño insumo didáctico para la gente, de modo que no se deje manipular por ofertas, por corrupción electoral, por políticos interesados sólo por el voto y no por la gente.
Estamos muy preocupados por la corrupción, por la condición en la que se encuentra el país ahora. Tenemos la gran esperanza de que surja un líder que ponga a Brasil en la senda del desarrollo económico, político y de la promoción de la persona.
P.- ¿Cuáles son los desafíos de la Iglesia brasileña en materia de infancia?
R.- Entre los desafíos, uno de los más importantes es el acompañamiento a la mujer embarazada, principalmente la de las periferias. Y es aquí donde la nuestra tarea es ofrecer condiciones de alimentación, pero también, principalmente, amor y cariño. Por eso el gobierno brasileño comenzó ahora un programa que se llama ‘criança feliz’, que nosotros trabajamos en conjunto para lograr exactamente eso: ofrecer a las clases más pobres las condiciones necesarias para que los niños puedan crecer con alimentación, cariño, con una familia que los apoya, que los ama.
P.- ¿Qué tan vigente es el legado de los fundadores de la PCI?
R.- Verdaderamente la doctora Zilda continúa siendo una figura motivadora y promotora de toda la pastoral de la niñez a nivel mundial, no sólo en Brasil, sino en América Latina, África y Asia. Y también su hermano, el cardenal Paulo Evaristo Arns, quien siempre la apoyó y estuvo a su lado. Ellos son dos personas que nosotros tenemos como modelo de trabajo.
P.- A propósito de la reciente incursión de la PCI en Venezuela, ¿qué planes se tienen?, ¿cómo ve la situación de los venezolanos?
R.- Es una preocupación muy grande la que tenemos con relación a Venezuela, principalmente la niñez. Tenemos una atención especial con este país y queremos continuar apoyando, ofreciendo apoyo económico y oportunidades de formación de líderes, de personas para trabajar, que posean las condiciones mínimas.
Y sabemos que las dificultades actuales de Venezuela son terribles. Faltan alimentos, medicinas, falta todo. Es por esto que también nos preocupa la gran migración de venezolanos en Brasil. Hace poco la CNBB comenzó una campaña para recolectar fondos para la diócesis de Roraima, donde se encuentra la mayoría de venezolanos.
Venezuela no merece eso. Venezuela es un pueblo que lucha, que trabaja, un país rico, que tiene todas las condiciones, pero el fanatismo político ha provocado este desastre humano que propiamente es una masacre de las personas, de su dignidad y que nadie está de acuerdo con que eso pase. Nosotros queremos apoyar a los más frágiles, que son los niños, las niñas y las madres embarazadas.
P.- Ante los graves que afronta la Amazonía brasileña, como el asesinato de líderes y los riesgos de ‘ecocidio’, ¿qué está haciendo la PCI por los niños de esta región?
R.- La PCI tiene presencia en todas las diócesis del nordeste donde está la mayor concentración de indígenas, y nuestra preocupación es muy grande para que los mismos pueblos originarios puedan ser protagonistas en defensa de la niñez.
De ahí el apoyo que las diócesis y la pastoral da criança ofrece, con personal, material, recursos financieros, para que puedan desarrollar actividades muy puntuales de cuidado desde el nacimiento hasta los 6 años.
Los indígenas son los más frágiles en la Amazonía hoy, son los más vulnerables frente a todo tipo de violencia. No obstante, aunque una buena parte se encuentra en esta región, tenemos indígenas en todo Brasil. De hecho tenemos convenios con el gobierno donde los indígenas pueden cursar carreras universitarias y, como no tienen vivienda, hemos abierto cinco casas para recibirlos con sus familias, brindándoles alimentación, de modo que puedan estudiar. Allí mismo tenemos una guardería para los niños más pequeños, para que sus padres durante el día puedan ir a estudiar. Todo esto en las mismas zonas donde habitan. Esa es una parte del trabajo que estamos haciendo, no podemos hacerlo todo, pero hacemos todo lo que está a nuestro alcance.