Enrique Angelelli, Carlos Murias, Gabriel Longueville, Wenceslao Pedernera, serán los cuatro nuevos beatos argentinos. En una carta dirigida a la comunidad riojana, el obispo Colombo comunicó este 8 de junio tan importante paso para la próxima beatificación de estos mártires.
La misiva confirmó que el Santo Padre lo llamó para comunicarle la “hermosa novedad” y lo “animó a comenzar cuanto antes los trabajos preparatorios para la oportuna beatificación de Mons. Angelelli y sus compañeros mártires. Dijo que Francisco también le expresó su alegría porque el próximo 4 de agosto, fecha del accidente que terminó con la vida del obispo riojano, podrán celebrar la “Vida que nos viene del Señor y que en Enrique, Carlos, Gabriel y Wenceslao fue entregada por amor a Dios y a los hombres”.
Hace 50 años, en 1968, Enrique Angelelli comenzaba su labor como pastor de la Iglesia riojana. Un hombre con una gran sensibilidad social y de justicia, con la pretensión de una Iglesia abierta a todos, que llegue a todos, sin jerarquías, ni estructuras rígidas… una verdadera piedra en el zapato para la sociedad conservadora de aquel momento. Denunciaba usuras, apoyaba cooperativas de trabajadores, acompañaba a los más pobres y sus homilías tenían una fuerte crítica social sobre la situación que se vivía en la provincia. Y no tardaron en aparecer los detractores. Fueron años de una áspera confrontación con muchos sectores de la sociedad civil y también eclesial.
En marzo de 1976, tomaba el poder la junta militar de entonces, encabezada por Jorge Rafael Videla. Allí mismo comenzaron con el “trabajo sucio” de eliminar todo lo que molestaba. En pocos meses, pusieron el punto de mira en La Rioja. El 18 de julio fueron secuestrados, torturados y asesinados Fray Carlos de Murias, ofmconv, y el P. Gabriel Longueville. Una semana más tarde, fue acribillado, delante de toda su familia, el laico Wenceslao Pedernera.
Angelelli sabía que venían por él. Y así fue. El 4 de agosto, en Punta de los Llanos, su camioneta fue encerrada hasta provocar varias vueltas de campana que terminaron con la vida del obispo. En dos semanas, la Iglesia “ganó” cuatro testigos de la fe, que serán reconocidos 42 años más tarde.
Vida Nueva quiso conocer las primeras impresiones después de esta noticia, y habló con el obispo Colombo, que acompaña esta feligresía desde hace casi cinco años: “Estamos muy felices por la noticia que nos dio el papa Francisco sobre la declaración de martirio de Mons. Angelelli, los padres Murias y Longueville, y el laico Pedernera. Las palabras del Papa, tan cálidas y paternales como siempre, me alentaron a dar todos los pasos en vistas a la próxima beatificación. No será de inmediato porque son muchos detalles a cuidar, pero sabemos que hay una firme decisión del legado pontificio de venir a realizar la beatificación en la misma provincia, hacia fines del año o el año próximo”
“La noticia fue recibida con alegría, con felicidad por tantas personas, porque vino a confirmar lo que el corazón de muchos sabía desde aquel 4 de agosto de 1976… La muerte de Angelelli no había sido un accidente sino una verdadera forma de eliminación, a través de la provocación de ese siniestro”
“La justicia civil, en el año 2014 completó, con su definición rotunda, la noticia. Y ahora la Iglesia, con este reconocimiento del martirio, por odio a la fe, del que fueran víctimas Mons. Angelelli y sus compañeros, da un paso significativo en vistas a la beatificación”.
“Agradecemos como comunidad diocesana a Dios este tiempo que nos toca vivir. En mi caso, próximo a partir de La Rioja rumbo a Mendoza, no puedo sino reconocer la significación que ha tenido para mí esta causa, como obispo y como sucesor de Mons. Angelelli. Ver su entrega generosa a lo largo de esos ocho intensos años, desde 1968 hasta 1976, fueron como una pequeña escuela. Uno no es buen aprendiz, pero no puede dejar de apreciar el ejemplo, los signos, los gestos, la entrega generosa, valiente, hasta la muerte de este pastor bueno que Dios le dio a La Rioja”.
“A través de esta beatificación, la Iglesia en Argentina recibe un signo del amor de Dios, a quien invita además a una mayor fidelidad, a profundizar su modelo de ‘Iglesia en salida’ como nos pide el papa Francisco, y a animar una evangelización donde los pobres, los excluidos, los descartados, son protagonistas“.