Corría el año de 1954 cuando en una casa de la antigua ciudad de Roma, una mujer de nombre Sofía Cavalletti iniciaba una gran aventura catequética. Sin tener un proyecto o programa desarrollado, sin saber a dónde exactamente quería llegar y sin ningún instrumento –excepto su Biblia–, aquella mujer italiana había reunido a tres niños en la sala de su hogar para enseñarles la Palabra de Dios.
Uno de ellos, Paolo, se había rehusado a asistir porque era el único día que tenía libre, pero las horas se fueron volando. Los niños estaban tan fascinados con las lecciones de aquella inexperta catequista, que cuando la mamá de Paolo pasó a recogerlos, los ojos del pequeño se llenaron de lágrimas; no se quería ir, pues no había nada más importante en la vida que aquello que estaba aprendiendo.
De esta manera tan sencilla nació la Catequesis del Buen Pastor, considerada dentro del mundo catequístico de la Iglesia, como una inspiración del siglo XX que presenta un gran aporte a la catequesis en la Iglesia del tercer milenio. Un verdadero don para la Iglesia.
En entrevista para Vida Nueva, Beatriz Álvarez, presidenta de Catequesis del Buen Pastor en México, explica cómo funciona esta catequesis, bajo la cual actualmente se forman 53 mil niños mexicanos, en 400 centros de catequesis y atrios parroquiales de 40 ciudades del país, mientras que a nivel internacional se encuentra en 24 países de América, 22 de Europa, seis de África, diez de Asia y tres de Oceanía.
La edad ideal
La Catequesis del Buen Pastor busca conducir al niño a experiencias de contemplación y de comunión con el Señor. “El niño menor de seis años –explica– posee un potencial religioso que no debe desaprovecharse; es decir, tiene una verdadera hambre y anhelo de Dios, y es capaz de responder a su amor con verdadero enamoramiento”.
Sofía Cavalletti solía decir que ‘entre Dios y el niño hay una real y misteriosa unión; en el niño está muy clara la imagen de Dios, por lo cual Dios y el niño son dos riquezas de amor que se atraen’.
“Esta catequesis tiene como fuentes la Biblia y la Liturgia, y se basa en los principios de María Montessori, privilegiando así los valores espirituales de la infancia, lo que a su vez ayuda a la formación moral del niño a la luz de la Palabra de Dios, y les brinda las bases para convertirse en constructor de la historia en justicia y solidaridad”, detalla.
Lugar de encuentro con Dios
Las herramientas formativas que se utilizan son dos, y se denominan “Atrio” y “Álbum”. El “Atrio” constituye un ambiente preparado, un lugar en el que el niño comienza a conocer las grandes realidades de su vida de cristiano, pero sobre todo, comienza a vivirlas en la meditación y en la oración.
“No es lugar de instrucción religiosa –dice– sino un lugar de trabajo que se convierte en un coloquio del niño con Dios; un lugar que facilita el recogimiento y el silencio interior, y el trabajo de los niños, con los materiales, ayuda también a ello”.
Respecto al “Álbum” –comenta– éste se utiliza en los lugares donde no es posible tener un “Atrio”. La diferencia primordial es que, después de meditar juntos, adultos y niños, la Palabra o un signo litúrgico, el niño trabaja en su ‘Álbum’ en lugar de trabajar con materiales; en sí, el Álbum es su material de meditación y cumple el mismo propósito”.
Los niños que viven esta experiencia en un ambiente preparado de “Atrio” comienzan desde los tres años de edad y continúan hasta los 12, mientras que a los que trabajan en la modalidad de “Álbum” se les invita también a participar antes de los seis años, pero comienzan a trabajar con los álbumes solamente hasta que saben leer y escribir, y continúan hasta los 12.
En el transcurso de este tiempo, los niños se preparan y reciben los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía; sin embargo, “no es un punto de llegada, aunque por supuesto son momentos muy fuertes en su experiencia religiosa”, explica.
Comunión viva con Jesús
La Catequesis del Buen Pastor se inscribe en la tradición de aquella catequesis de las primeras comunidades cristianas, cuyo objetivo esencial era introducir al catecúmeno en la experiencia de la comunión viva con el Señor Jesús, por mediación de la Palabra meditada amorosamente, de los signos sacramentales vividos con intensidad y por la vivencia de la fraternidad con el Espíritu Santo.
“Por tanto –detalla– es más una ‘experiencia’, que un acercamiento con la religión como un hecho intelectual. Aunque por supuesto, viviendo su relación con Dios, trabajando con los materiales y meditado aquello que le fue anunciado, el niño llega a conocer lo más importante de nuestra tradición cristiana”.
Un ejército de catequistas
La Catequesis del Buen Pastor ha sido bien acogida en México. Tan solo en la Arquidiócesis de Chihuahua existen más de 50 centros de catequesis y atrios, aunque también ha tenido muy buena respuesta en Querétaro, Jalisco, Aguascalientes, Monterrey, Yucatán y León.
Como dato importante, desde 1976, cuando Sofía Cavalletti vino por primera vez a México, han sido miles las catequistas que se han formado como guías. “En este momento contamos con alrededor de 4,200 catequistas a lo largo y ancho de nuestro país, trabajando día a día con los niños”, dijo.
“Sofía Cavalletti decía que “si queremos ayudar al niño a estar más cerca de Dios, debemos, con paciencia y cariño, tratar de llegar al núcleo vital de las cosas. Esto requiere estudio y oración. El niño puede ser nuestro maestro si sabemos cómo observarlo”, concluyó.