Fueron casi 22 horas de debate, con fuego cruzado donde las dos posiciones encontradas han dejado un tendal de argumentos sin sentido, oportunismos, golpes bajos, poco para un debate que por el tema necesitaba una discusión más constructiva y propositiva. Los desencuentros se visibilizaron también en la calle. La Plaza del Congreso se tiñó de dos colores: los pañuelos verdes fueron la insignia de los grupos pro-aborto; los celestes, con la leyenda salvemos las dos vidas, los de los grupos provida.
Quienes están a favor de la despenalización reafirmaron su postura bajo el lema: ‘Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir’. Entre las principales motivaciones señalaron que el aborto clandestino es una realidad que necesita legislación para evitar la desatención o muerte de muchas mujeres que recurren a estas prácticas. El otro punto fuerte es el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo y sobre su libertad de elección.
Ante la inesperada decisión del Gobierno de abrir el debate para la despenalización del aborto, la Comisión Ejecutiva del Episcopado argentino, dio a conocer una declaración, ‘Respetuosos de la Vida’ , con la que se inició una campaña que llevó a que la Iglesia local comprometiera todos sus esfuerzos para tal fin, que vino acompañada de marchas, organizadas por instituciones o comunidades, para mostrar en la calle el lema #ValeTodaVida, iniciativas que se vieron reforzadas con momentos de oración y ayuno, y junto con otras religiones o credos, se organizó la Oración Interreligiosa por la Vida.
En el documento‘Respetuosos de la Vida’, los obispos se muestran conscientes de las situaciones extremas en las que puede producirse un embarazo, conscientes de que “la concepción de esa vida no fue fruto de un acto de amor, y hasta pudo haber sido consecuencia de una acción de abuso y violencia hacia la mujer”.
Sin embargo, frente a la opción de eliminar la vida, los pastores recuerdan que “la eliminación de la vida humana del que no se puede defender instaura el principio de que los más débiles pueden ser eliminados; acepta que unos pueden decidir la muerte de otros”. Frente a ello, proponen medidas como establecer “como prioritaria la educación sexual integral de la ciudadanía”, reconocer “la dignidad de la vida humana desde el comienzo de su concepción pasando por todas las etapas de su desarrollo”, además de acompañar “desde lo social, las situaciones de conflicto y atiendan las heridas que quedan por sanar en quienes están atravesando por estas situaciones”.
Una vez aprobado el proyecto de despenalización del aborto, los obispos de la Comisión Ejecutiva y de la Comisión Episcopal de Laicos y Familia, mostraron su dolor ante la decisión de los diputados. Así, abogaron por la necesidad de diálogo “sereno y reflexivo” frente a situaciones encarnadas por las mujeres: embarazos no esperados, la pobreza, la marginalidad social, la violencia de género y el trauma del aborto.
Además, desde el Episcopado se reclaman “soluciones nuevas y creativas”, y esperan que sea la Cámara de Senadores la que plantee proyectos alternativos. De la misma manera hacen autocrítica al reconocer la falta de educación sexual integral en los colegios, el poco reconocimiento de la común dignidad de las personas, y la falta de acompañamiento de aquellas mujeres que viven el trauma del aborto. En definitiva, proponen “seguir trabajando en el servicio y el cuidado de la vida”.