Es un libro para “entender a fondo qué significa ser padre”. Así se refiere Fernando Vidal a su última criatura editorial: ‘La revolución del padre’ (Mensajero), unas documentadas páginas que aspiran a “dar razón de la paternidad y ayudar a otros a comprender qué significa para cada uno ser padre”. El director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas lo tiene claro: “Profundizar colectivamente en la verdadera vivencia de la paternidad puede cambiar la cultura masculina y crear un mundo mejor”. Y a ello trata de contribuir con su nueva obra.
PREGUNTA.- ¿En qué consiste “la revolución del padre” que defiende en su libro?
RESPUESTA.- Hay una triple revolución del padre: personal, evolutiva y cultural. Primero, ser padre te revoluciona la vida. Siempre se piensa que el cuerpo de las mujeres cambia cuando son madres, pero también el cuerpo de los hombres se revoluciona cuando somos padres. Numerosas hormonas cambian sustancialmente para hacernos más tiernos, atentos, protectores, juguetones, empáticos o resistentes al estrés. Con nuestros hijos, volvemos a nacer.
Segundo, la figura del padre fue crucial para el proceso de hominización. Hizo más complejo y profundo el triángulo familiar formado por padre, madre e hijos. Esa hipersocialización fue la clave evolutiva que condujo al crecimiento de nuestros cerebros. Desde el inicio del ser humano, el padre está programado hormonalmente para ejercer como tal, no es una mera construcción social ni histórica. Existe una biopaternidad y eso fue una revolución en la historia de la vida.
En tercer lugar, estas últimas décadas asistimos a un doble movimiento entre los hombres que somos padres. Por un lado, hay un sector que queremos comprometernos plenamente en la crianza y cuidados directos de nuestros hijos e hijas, ser tiernos y comunicativos, estar muy presentes y acompañarles con cercanía en la vida. Esta forma de ser padre es una revolución que mejora sustancialmente la familia y la equidad de género.
Pero por otro lado, hay otra tendencia contraria de padres que abandonan el hogar y se desvinculan de su pareja e hijos. Esta deserción paterna se produce porque el papel del padre ha perdido su significado específico y porque la propia idea de masculinidad está en suspensión y llena de incertidumbres. También porque se desarrolla una idea utilitaria e individualista de masculinidad que hace al hombre inmaduro para asumir su experiencia y responsabilidad paterna. Este abandono paterno se extiende progresivamente, especialmente entre los sectores socialmente más vulnerables.
Nos encontramos, por tanto, en una encrucijada entre el compromiso y la deserción del padre, y para resolverla es crucial que los hombres y también las mujeres nos unamos a la revolución del padre.
P.- Propone a John Lennon como paradigma de la evolución que ha experimentado el modelo de paternidad a lo largo del siglo XX…
R.- John Lennon pensaba que una mayoría de gente le recordaría por haber revolucionado la música popular. Otro sector le consideraba un revolucionario de la paz. Pero Lennon creía que lo más revolucionario de su vida había sido ser padre. Sabía de lo que hablaba porque lo decía desde el más profundo dolor.
Su padre y su madre le abandonaron cuando tenía cinco años. Su madre vivía a unas manzanas de él, pero John se crió con su tía Mimi. A su padre, a su vez, también le habían abandonado. Cuando tenía ocho años su padre murió y su madre le ingresó en un orfanato. John era un eslabón más en una cadena de dolor familiar. Por eso él se sentía parte del orfanato de la canción ‘Strawberry Fields’. John Lennon era un huérfano de padres vivos.
De hecho, ese sufrimiento le devoraba por dentro y emergía progresivamente como el magma de un volcán. Era lo que le hacía ser muy agresivo y predatorio con las mujeres y con su esposa. Es lo que provocó que no solo no atendiera a su primer hijo Julian, sino que pusiera su vida en peligro con las bacanales de LSD que organizaba en su mismo hogar.
Pero, en 1970, John comenzó una profunda terapia –cuyo resultado podemos escuchar en la canción ‘Mother’– y su vida pegó un giro. En 1975, nació su hijo Sean, y se dedicó en cuerpo y alma a él. Dejó durante cinco años la música, la producción, grabaciones, conciertos, apariciones en público, para estar centrado en su hijo. También se reconcilió con su primer hijo, Julian. Quería llevar a Sean a Liverpool y que conociera ‘Penny Lane’ y ‘Strawberry Fields’. Lamentablemente, John fue asesinado y, cuando Sean conoció por fin Strawberry Fields, lo hizo también como huérfano. Pero, a diferencia de John, sabía que su padre le había amado con todo lo que era capaz.
P.- ¿Seguimos sin descubrir el verdadero significado de la paternidad a estas alturas del siglo XXI? ¿Han encontrado los padres por fin el lugar que les corresponde en el seno de la familia y de la sociedad?
R.- Tras la II Guerra Mundial, el Posmodernismo quiso liberar a ideas como la paternidad o la masculinidad de los esquemas que las habían convertido en algo represivo y distante. Para eso inició una deconstrucción de la paternidad para quitar lo que eran adherencias históricas. El primer Posmodernismo estaba lleno de optimismo antropológico y pensaba que había una forma natural y amorosa de ser padre.
Pero, a partir de los años 70, se inició una corriente construccionista que pensaba que todo era construido. Como las cosas se podían “deconstruir”, parecía que todo era arbitrario. Se pensaba y muchos piensan hoy que la masculinidad o la paternidad son meras construcciones que solo dependen de la voluntad de cada sujeto. Nada era natural ni tampoco había una condición humana. Todo estaba al arbitrio del poder de la voluntad. Eso no solamente creó una enorme incertidumbre en cada padre, sino que hizo perder la idea de cuerpo, carne, materia e historia.
Creo que el padre todavía no ha encontrado su lugar. Sin duda, creo que hay una mayoría de hombres que son buenos padres y profundizan con ternura en su experiencia de paternidad. Pero hay una controversia y vacío cultural que hacen que esa experiencia no se proyecte socialmente y, por tanto, no pueda ser cuidada por la comunidad política y transmitida intergeneracionalmente. Creo que es necesario trabajar mucho más por ayudar a descubrir el verdadero significado de ser padre y por eso hemos escrito este libro.
P.- ¿Ha sido la paternidad también otra víctima de la llamada guerra de sexos?
R.- Al contrario, sin igualdad de género no es posible ni siquiera que entendamos qué significa ser padre. La desigualdad de género es un gran distorsionador que nos impide ser buen padre desplegar toda esa experiencia en la vida. Lo que sí es cierto es que si entendemos la relación de sexos como guerra, entonces es muy complicado que seamos tanto buen padre como buena madre.
P.- A menudo la “llamada de la naturaleza” o las convenciones sociales pesan mucho todavía en la decisión de ser padre. ¿Está sobrevalorada la paternidad?
R.- En absoluto. Por el contrario, la paternidad está infravalorada. Si vemos la vida de los hombres y sus prioridades reales, todavía el trabajo se pone muchas veces por delante de la familia y los hijos. Tanto hombres como mujeres no tienen todos los hijos que querrían.
Creo que si la sociedad, las empresas y la Administración reconocieran el valor crucial que tiene la paternidad en la vida de los hombres, nuestro mundo cambiaría. Gran parte de nuestro mundo está deformado por la proyección de una masculinidad distorsionada por la agresividad, la competitividad, el abuso del poder y el utilitarismo. Profundizar colectivamente en la verdadera vivencia de la paternidad puede cambiar la cultura masculina y crear un mundo mejor.
P.- ¿Ser un buen hijo sienta las bases para ser un buen padre?
R.- Cualquier reflexión sobre la forma que tenemos de ser padre siempre comienza por cuál fue nuestra experiencia como hijo. Varios métodos de mejora de nuestra forma de ser padre comienzan proponiendo escribir una carta a quien fue nuestro padre, aunque no se la hagas llegar. Somos padres como fuimos hijos y, a veces, cuando somos buenos padres, estamos redimiendo aquello en lo que no fuimos buenos hijos.
Aprendemos de nuestros padres a ser padres, y también se transmiten intergeneracionalmente patrones indebidos. Pero incluso en situaciones en las que hay heridas, de niños guardamos experiencias positivas en los niveles más hondos. El bien siempre es más profundo que el mal, y las experiencias buenas siempre se graban en un lugar más hondo que las malas. Tienen la capacidad de redimirlas.
Lo que sí es cierto es que cuando eres padre, redescubres a tus padres. Les comprendes más y te das cuenta mucho más de todo lo que vivieron. Uno se hace mejor padre conforme reflexiona más su historia como hijo. Por eso, en cierto modo, cuando eres padre vuelves a nacer, porque vuelves a comprender desde el inicio lo que tus padres vivieron contigo en el embarazo, cuando fuiste bebé y los años siguientes. El padre nace de nuevo con sus hijos y crece como persona con ellos.
P.- Todas las investigaciones sobre el tema recogidas en este y otros trabajos suyos, ¿le han ayudado a ser mejor padre?, ¿a entender más al suyo como hijo?
R.- Sin duda, me ha ocurrido. Incluso padres que creen que no han tenido problemas con sus hijos o que ejercen tranquila y positivamente su paternidad, hacen mejorar mucho la experiencia si dedican un tiempo a pensarla y comprenderla. ‘La revolución del padre’ es un libro para entender a fondo qué significa ser padre. Nos ayuda a dar razón de la paternidad y ayudar a otros a comprender qué significa para cada uno ser padre.