“Los derechos fundamentales y la dignidad de los migrantes deben ser protegidos”. Fue el llamamiento realizado por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en la “minicumbre” migratoria organizada en el Centro Cultural Conde Duque en plena acogida del buque Aquarius, que contó con la asistencia del presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, y la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Bajo el lema “Los pactos sobre migrantes y refugiados, pactos que salvan vidas”, la Mesa de la Hospitalidad de la Archidiócesis de Madrid convocó una jornada de reflexión que tuvo como respuesta un lleno absoluto de público y autoridades.
Osoro no dudó en reivindicar uno a uno todos esos derechos de los extranjeros, sin dejar uno solo en el tintero, a partir de los veinte puntos propuestos por el papa Francisco a las Naciones Unidas. Así, por ejemplo, reclamó revisar las prácticas de las expulsiones sumarias, acabar con las devoluciones en caliente y con los CIE, impulsar los visados humanitarios y la reunificación familiar, generar espacios de acogida digna, facilitar los permisos de trabajo, acabar con la trata de seres humanos y el trabajo forzoso…
El cardenal arzobispo de Madrid hizo especial hincapié en la urgencia de activar en nuestro país los programas de corredores humanitarios. “Aquí lo hemos intentado a través de la Comunidad de Sant’Egidio, pero no lo hemos conseguido”, lamentó.
En el marco de los dos pactos mundiales sobre migrantes y refugiados que están en ciernes –“son pactos que salvarán vidas”, subrayó–, el cardenal de Madrid presentó los cuatro verbos planteados por el Papa que deben marcar, según él, el eje de toda acción en relación a los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar.
“La Iglesia vive la realidad de los migrantes como un signo de los tiempos”, reivindicó, para, a renglón seguido, expresar cómo la Biblia presenta al propio pueblo de Israel como una comunidad errante. Así, defendió el trabajo que vienen realizando tanto Francisco, en Roma, como todas las entidades eclesiales en España y en Madrid. “Necesita respuestas creativas, sostenibles y creativas. La Iglesia no lo dice teóricamente, sino que habla en la práctica de que esto es posible, que se puede construir una casa común inclusiva y sostenible para todos. No es una utopía, es posible”, sentenció.
Así, invitó a no llevarse por la “globalización de la indiferencia”. Y preguntó: “¿Nos hemos acostumbrado al dolor del otro?”. Desde ahí hizo una llamada a la comunidad internacional a crear una política migratoria desde la “justicia, solidaridad y compasión”. Y señaló que “no solo están en juego los números, sino las personas”, por lo que instó a los asistentes a “mirar al otro no como una amenaza a nuestra comodidad, sino a valorarlo como alguien que puede contribuir al desarrollo de nuestra sociedad, acogerlo, conocerlo y reconocerlo”.
Tras el cardenal Osoro, tomó la palabra la filósofa Adela Cortina. Como valenciana, puso como ejemplo la acogida del Aquarius, para reclamar la necesidad e importancia de que “se pongan de acuerdo políticos, ciudadanía y poderes económicos para que se generen brotes de entusiasmo y solidaridad”.
“El trato que se está dando a migrantes y refugiados es un atentado contra la dignidad humana”, denunció Cortina, que reclamó dar un giro a las políticas migratorias: “No es una indicación y un consejo, sino cuestión de justicia, de exigencia”. “La clave es que los seres humanos tienen dignidad y no un precio”, recordó la catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, que señaló cómo “esto lo compartimos todos, desde la Iglesia a los poderes públicos”.
“Nuestro primer movimiento tiene que ser la hospitalidad y no la hostilidad. A partir de ahí, debemos llevar a la persona a la posada y establecer todos los protocolos de ayuda, es necesario institucionalizar todos esos momentos de ayuda, para lo que se necesita el concurso de todas las organizaciones, de tal manera que nadie quede fuera”, propuso Cortina. Para la filósofa, “el problema de la migración es urgente e importante. En lugar de centrarnos en temas de segunda, este tema es fundamental, porque se han perdido y se van a perder una enorme cantidad de vidas”.
Así, defendió que, “en el caso de Europa, la implicación tiene que ser total. Se está produciendo un resquebrajamiento entre los países que están a favor y en contra, que va a acabar con la Unión Europea”. Por ello, expresó cómo “España tiene una oportunidad extraordinaria. Es la hora de España a favor de las gentes que están peor situadas”.
“Además del efecto llamada que se usa para advertir de sucesos terribles que van a venir, hay que hablar del efecto ejemplaridad”, reclamó Cortina, que también reivindicó “la necesidad de trabajar en los países de origen; pero hasta que no se trabaje desde aquí, el esfuerzo tiene que centrarse en la hospitalidad y la acogida. Es tiempo de que pasemos de las declaraciones a las realizaciones, para que ningún ser humano se sienta excluido”, advirtió.
No perdió la oportunidad de traer al foro una palabra creada por ella: aporofobia. “Inventé la palabra para designar una realidad social: el desprecio y el rechazo al pobre. Me parece que no rechazamos al extranjero en general, ni al turista, ni al jugador de fútbol ni al inversor, sino que los que nos molestan son los que vienen del otro lado del Estrecho y consideramos que no nos traen más que cosas malas”, señaló, para concluir su intervención aseverando que “el siglo XXI tiene que acabar con la palabra aporofobia. Hay que reivindicar la compasión”.
Vladimir Paspuel, representante de las personas desplazadas, agradeció visiblemente emocionado la decisión de España en relación al Aquarius. “Gracias por la acogida al barco. Gracias por vuestra humanidad, porque así estáis demostrando que sois justos”, apuntó, para reivindicar la necesidad de un seguimiento cotidiano y de plantear un marco legal, con un acuerdo que no sea vinculante, sino que nos lleve a la práctica”.
“No es justo que, en el proceso de integrar, las mujeres estén trabajando solo en el régimen doméstico y, en muchas ocasiones, en situación de semiesclavitud”, denunció al bajar a lo concreto. Partiendo del “fui forastero y me acogisteis”, solicitó a las autoridades un compromiso cotidiano: “A los ayuntamientos, les pido que combatan las pequeñas situaciones de discriminación. A las comunidades autónomas, les pido políticas que tengan presupuestos detrás. Los migrantes y refugiados somos personas que queremos sumar”.
“Voy a iniciar un agradecimiento grandísimo al papa Francisco, porque desde la cúspide desde la que habla nos da una propuesta que es nueva y verdaderamente transcedente”, expresó la alcaldesa de Madrid. “En el día de ayer sentí un orgullo extraordinario de ser española; en un momento en el que se les cerraba las fronteras, España respondió con solidaridad. Es el valor de la solidaridad un valor que integra de manera especial la democracia”, completó Manuela Carmena. “Igualmente, diré que me he sentido muy orgullosa de ser española cuando he visto a policías y guardias civiles que han recogido en el mar a los migrantes que llegan en pateras”.
“Que la voz del Papa se haya elevado para que aquellos que tenemos una responsabilidad política nos dispongamos a sentarnos y a sacar adelante un pacto para promover, acoger, proteger e integrar”, comentó Carmena, que anunció que la ciudad de Madrid contará con un nuevo icono visual: “Serán dos brazos de acogida”.
“Es mucho lo que hay que hacer en materia de acogida y no siempre estamos a la altura de ello”, reconoció la primera edil de Madrid, que sacó a colación la llamada tarjeta de vecindad que “llevamos año y medio intentando sacar adelante y que en julio se comenzará a repartir”. “En este tema hay discrepancias, tenemos que admitirlo, pero tenemos algo en común: queremos salvar vidas. Todos los partidos queremos acabar con esto, aunque no tengamos la misma visión para solucionarlo. No podemos vivir anestesiados ante esta realidad, porque no lo estamos”, apostó Carmena.
El presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, cerró el acto agradeciendo el compromiso de la Iglesia católica “por impulsar la cooperación ante una realidad que nos conmueve desde un diálogo abierto”. “Tenemos que sumar esfuerzos entre las administraciones”, explicó Garrido, sumándose a la propuesta de Carmena. “La Iglesia ha sido la primera ONG cuando ni siquiera existían las ONG en esta materia”, valoró el presidente madrileño.