“He deseado estar presente en las celebraciones de este aniversario también para reafirmar el compromiso de la Iglesia católica en la causa ecuménica y para animar la cooperación con las Iglesias miembros y con los interlocutores ecuménicos”. Así resonaron las palabras del papa Francisco en el encuentro ecuménico de la sala Visser’t Hooft del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en Ginebra. Jorge Mario Bergoglio se detuvo durante su segundo discurso del día para conmemorar los 70 años del nacimiento del CMI en el lema escogido: ‘Caminar, rezar y trabajar juntos’.
“Caminar: sí, pero ¿hacia dónde? En base a cuanto se ha dicho, propongo un doble movimiento: de entrada y de salida. De entrada, para dirigirnos constantemente hacia el centro, para reconocernos sarmientos injertados en la única vid que es Jesús (cf. Jn 15,1-8). No daremos fruto si no nos ayudamos mutuamente a permanecer unidos a él. De salida, hacia las múltiples periferias existenciales de hoy, para llevar juntos la gracia sanadora del Evangelio a la humanidad que sufre. Preguntémonos si estamos caminando de verdad o solo con palabras, si los hermanos nos importan de verdad y los encomendamos al Señor o están lejos de nuestros intereses reales”, ha explicado. Y ha añadido: “También preguntémonos si nuestro camino es un volver sobre nuestros propios pasos o si es un ir al mundo con convicción para llevar allí al Señor”.
Francisco ha continuado con el segundo verbo: rezar, porque “también en la oración, como en el camino, no podemos avanzar solos, porque la gracia de Dios, más que hacerse a medida individual, se difunde armoniosamente entre los creyentes que se aman. Cuando decimos ‘Padre nuestro’ resuena dentro de nosotros nuestra filiación, pero también nuestro ser hermanos”. “La oración es el oxígeno del ecumenismo –ha precisado–. Sin oración la comunión se queda sin oxígeno y no avanza, porque impedimos al viento del Espíritu empujarla hacia adelante. Preguntémonos: ¿Cuánto rezamos los unos por los otros? El Señor ha rezado para que fuésemos una sola cosa, ¿lo imitamos en esto?”.
Por último, la tercera parte del lema: trabajar juntos. En este sentido, ha subrayado que la Iglesia católica reconoce la especial importancia del trabajo que desempeña la Comisión Fe y Constitución, y desea seguir contribuyendo a través de la participación de teólogos altamente cualificados. Del mismo modo, ha citado la presencia activa en la Comisión para la Misión y la Evangelización, la colaboración con la Oficina para el Diálogo Interreligioso y la Cooperación, la preparación conjunta de los textos para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. También ha agradecido la importante labor del Instituto Ecuménico de Bossey. Y “quisiera mencionar también, como signo positivo de ‘armonía ecuménica’, la creciente adhesión a la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación”, ha resaltado Bergoglio.
Continuando su discurso, el Pontífice ha recalcado sobre el aniversario que “en la Biblia, setenta años evocan un período de tiempo cumplido, signo de la bendición de Dios. El Señor nos ha mandado perdonarnos no siete, sino ‘hasta setenta veces siete’ (Mt 18,22). El número no mide la justicia, sino que inaugura el criterio de una caridad sin medida, capaz de perdonar sin límites. Esta caridad que, después de siglos de controversias, nos permite estar juntos, como hermanos y hermanas reconciliados y agradecidos con Dios nuestro Padre”.
Además, ha subrayado que “si estamos aquí es gracias también a cuantos nos han precedido en el camino, eligiendo la senda del perdón y gastándose por responder a la voluntad del Señor. Impulsados por el deseo apremiante de Jesús, no se han dejado enredar en los nudos intrincados de las controversias, sino que han encontrado la audacia para mirar más allá y creer en la unidad, superando el muro de las sospechas y el miedo”.
Echando la vista atrás, el Papa ha afirmado que “la historia nos había llevado a desconfiar los unos de los otros y a distanciarnos recíprocamente, cediendo a la diabólica espiral de continuas fragmentaciones”. Pero “gracias al Espíritu Santo, inspirador y guía del ecumenismo, la dirección ha cambiado y se ha trazado de manera indeleble un camino nuevo y antiguo a la vez: el camino de la comunión reconciliada, hacia la manifestación visible de esa fraternidad que ya une a los creyentes”.
Francisco ha aprovechado la ocasión para manifestar una preocupación: “Esta nace de la impresión de que el ecumenismo y la misión no están tan estrechamente unidos como al principio. Y, sin embargo, el mandato misionero, que es más que la diakonia y que la promoción del desarrollo humano, no puede ser olvidado ni vaciado. Se trata de nuestra identidad. El anuncio del Evangelio hasta el último confín es connatural a nuestro ser cristianos”. Y es que “estoy convencido de que, si aumenta la fuerza misionera, crecerá también la unidad entre nosotros”.
Tampoco ha dejado pasar la oportunidad de referirse a los cristianos perseguidos en Oriente Medio. “Miremos también a tantos hermanos nuestros que en diversas partes del mundo, especialmente en Oriente Medio, sufren porque son cristianos. Estemos cerca de ellos”.
Antes de concluir, Bergoglio ha dicho que es “preocupante cuando algunos cristianos se muestran indiferentes frente al necesitado. Preguntémonos entonces: ¿Qué podemos hacer juntos? Si es posible hacer un servicio, ¿por qué no proyectarlo y realizarlo juntos, comenzando por experimentar una fraternidad más intensa en el ejercicio de la caridad concreta?”. Y ha finalizado con esta frase antes de coger el coche para poner rumbo al Palexpo de Ginebra para celebrar la misa: “Ayudémonos a caminar, a rezar y a trabajar juntos para que, con la ayuda de Dios, la unidad avance y el mundo crea”.