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La Iglesia se vuelca con los migrantes: rescatar el Aquarius para reflotar Europa

  • España abraza 630 vidas para evitar que el Mediterráneo se convierta en el cementerio que denuncia el Papa
  • La solidaridad no ha naufragado y la Iglesia valenciana ya ha acogido a 40 personas entre familias y mujeres
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Un abrazo. Como el que un voluntario dio a una niña guineana en estado de shock que se resistía a coger el peluche que le ofrecían para que le acompañara en su proceso de adaptación a España. Un abrazo como símbolo y una sencilla frase que encierra todo el sufrimiento –demasiado– que una vida de doce años puede llegar a encerrar: “Hace mucho que nadie me daba un abrazo como este”. Una anécdota, contada por uno de los voluntarios, que ejemplifica a la perfección los primeros momentos de la llegada a Valencia de los 630 migrantes rescatados por el buque Aquarius.

El recibimiento se iniciaba el pasado domingo 17 de junio con las primeras luces del alba, cuando el Dattilo, el primero de los buques de la flotilla, encaraba la bocana del puerto de Valencia. En tierra, un operativo de más de dos mil personas hacía evidente la gran expectativa. En el barco, nerviosos y aturdidos, los migrantes agotaban ansiosos los últimos minutos de un periplo de ocho días por el Mediterráneo. Ponían pie en tierra después de su salida incierta y peligrosa de las costas de Libia, tras ser rescatados en alta mar y rechazados por los gobiernos de Italia y Malta.

Tras atracar en el muelle de cruceros, los primeros en subir al Dattilo fueron los médicos de Sanidad exterior, ataviados con monos blancos, guantes y mascarillas. Descartada la presencia de enfermedades contagiosas, en un lento y constante goteo, los primeros migrantes llegaban a tierra firme.

La mitad de los recién llegados irán a Francia

Comenzaba entonces la segunda fase, una revisión médica más exhaustiva en el muelle y un proceso de identificación policial en el que se les entregaron tres papeles: una cita previa para la petición de protección internacional, un documento que les autoriza a 45 días de estancia, y otro donde se les pregunta sobre su voluntad de aceptar el ofrecimiento de Francia para ser acogidos allí. Tras el Dattilo, y espaciados por tiempo suficiente para realizar cada proceso individual, atracaron el Aquarius y el Orione.

Finalizado el proceso de identificación, los refugiados fueron dejando el puerto para ser trasladados a su primeros lugares de acogida en Valencia. Las mujeres embarazadas, los niños y los heridos –144 en total– fueron trasladados directamente al hospital. Aunque ninguno revestía gravedad, la situación médica que se encontraron los voluntarios era peor a la esperada. El resto fueron trasladados al complejo educativo de Cheste, a unas instalaciones provisionales gestionadas por Cruz Roja. Aunque la Iglesia valenciana había ofrecido recintos para acoger en estos primeros momentos a unos dos centenares de refugiados, la administración autonómica prefirió mantener agrupados a los recién llegados.

Pero esa situación no duró mucho tiempo, ya que el 21 de junio se reunió la comisión mixta que decide las ubicaciones definitivas de los 630 rescatados por el Aquarius. La mitad de ellos, procedentes de países francófonos, aceptaron la invitación de Francia e iniciaron el procedimiento para solicitar el asilo en el país vecino. Pero tendrán que esperar unos días hasta que los agentes de inmigración franceses llegados a Valencia evalúen y decidan su destino final. El resto será alojado en Valencia.

Las mujeres, en su mayoría a Cáritas

Las familias y las mujeres alojadas en Cheste (Valencia), donde fueron trasladados 476 migrantes, fueron derivadas entre el 21 y 22 de junio a recursos de Cáritas y otros centros de protección de mujeres de la Generalitat. Así lo explicó la propia vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, tras la reunión de la comisión mixta de Atención y Acogida de personas desplazadas y refugiadas.

Desde el mismo momento que se conoció la llegada del Aquarius a Valencia, el cardenal Antonio Cañizares puso en marcha un gabinete de coordinación de todos los recursos eclesiales para asistir a los emigrantes. El ofrecimiento, desde entonces, ha sido de unas doscientas plazas repartidas entre pisos tutelados por Cáritas y la Ciudad de la Esperanza, un centro de acogida a personas sin hogar. “Esta segunda acogida, de la que nos vamos a hacer cargo nosotros, será más compleja, porque implica un acompañamiento a cada circunstancia concreta y una atención integral”, destaca Ignacio Grande, director de Cáritas diocesana.

Ahora, los inmigrantes que finalmente permanezcan en Valencia “serán acompañados por nosotros, por la Iglesia, por nuestros técnicos y voluntarios, que es lo que venimos haciendo siempre”, señala a Vida Nueva Olbier Hernández,  delegado de Migraciones del Arzobispado de Valencia.

A pisos acompañadas por especialistas

“Tenemos los recursos y las personas para acoger los diferentes casos”, añade. “Un ejemplo es el proyecto de Cáritas de acogida a mujeres, que han pasado problemas similares a las que llegan en el Aquarius. Ahora van a ir a pisos, acompañadas por especialistas. Hay incluso voluntarias de Cáritas que un día fueron inmigrantes y pasaron por esos problemas de abusos y violaciones”, comenta Hernández.

“Van a estar en el mejor sitio posible –añade Ignacio Grande–. Pretendemos que vayan a viviendas y estén en grupos pequeños, con un acompañamiento técnico de profesionales que ya están acogiendo perfiles similares”. Además, “tenemos que aprovechar la explosión de solidaridad que está generando esta crisis. Estamos haciendo una base de datos con lo que cada uno ofrece desde su parroquia o asociación, para que cuando llegue el caso poder aprovechar al máximo estos recursos”, apuntan desde la diócesis.

El apoyo eclesial a la crisis también ha recibido el respaldo del propio papa Francisco. En la audiencia que ofreció al cardenal Cañizares le pedía que transmitiera un mensaje a toda la diócesis: “Me habéis conmovido, ¡cómo os comportáis! Os felicito y agradezco a la Diócesis de Valencia la prontitud y generosidad con que habéis reaccionado, el ejemplo de caridad que estáis dando con estas pobres gentes”.

En una carta que dirigía a la diócesis, el cardenal Cañizares también agradecía el respaldo a su iniciativa. “Os confieso que estoy conmovido por el apoyo que he encontrado en toda la diócesis, incluidos pueblos lejanos, a mi primera llamada de socorro y de emergencia. Por eso os digo a todos: gracias, un millón de gracias. Hemos de mantenernos en esa caridad, ese es el ejemplo que el mundo necesita para creer, el de estar con el pobre, no de palabra sino con hechos y obras de caridad”.

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