Entrevistas

Atilano Rodríguez: “Con este Año Jubilar queremos proyectar esperanza al futuro”

  • La catedral de Sigüenza conmemora el 850º aniversario de su consagración
  • El obispo convoca un sínodo diocesano para impulsar “una pastoral más misionera”





‘La Casa de Dios es la puerta del cielo’. Con este lema, la catedral de Sigüenza asistió el pasado 19 de junio a la apertura del Año Jubilar con motivo de 850º aniversario de su consagración. Un motivo más –por si no tenía ya suficientes– para acercarse a admirar esa joya arquitectónica humildemente varada en el centro peninsular.

Pero su pastor, el obispo de Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez, tenía sus propias razones para ir a pedirle al papa Francisco que distinguiese a la diócesis castellano-manchega con un año de indulgencias para todos los fieles que se acercasen hasta la seo: mirar con esperanza al futuro, pese a las dificultades –comunes a tantas otras diócesis– que arrastra el presente. La convocatoria de un sínodo diocesano refuerza la apuesta del pastor por “la búsqueda de nuevos camino para la evangelización, para la integración de los p0bres y para la búsqueda de una pastoral más misionera”

PREGUNTA.- ¿Por qué se decidió a solicitar al papa Francisco este Año Jubilar?

RESPUESTA.- La celebración de los 850 años de la consagración de la catedral de Sigüenza me pareció un motivo para el júbilo, para la acción de gracias a Dios por el pasado, para vivir con gozo el presente y para proyectar con esperanza el futuro. El encuentro con el Señor y las especiales gracias del año jubilar, pueden ser una ocasión propicia para todo ello, al experimentar que el Señor siempre nos precede y acompaña con su amor misericordioso.

Corresponsabilidad en el anuncio

P.- ¿Cuáles le gustaría que fuesen sus frutos cuando se cierre?

R.- Me conformaría con que todos experimentásemos la centralidad de Cristo en la vida personal y en la misión de la Iglesia diocesana. Que asumiéramos con gozo que hemos de participar corresponsablemente en el anuncio del amor de Dios a todos los hombres, y acogiendo con humildad que Dios está siempre al principio y al final de nuestra peregrinación por este mundo.

P.- El aniversario de la catedral de Sigüenza nos habla de las hondas raíces cristianas. ¿Cuáles son los retos más acuciantes para esta Iglesia en el siglo XXI?

R.- Los resumiría en dos fundamentalmente. En primer lugar, señalaría la necesidad de acompañar, en su vida de fe y en su vocación a la santidad, a quienes viven con gozo su pertenencia a la Iglesia y su condición de discípulos misioneros. Y, en segundo lugar, en el futuro será muy necesario plantearnos qué cambios tenemos que llevar a cabo, en la catequesis y en la formación cristiana, para hacer cristianos y para provocar el encuentro con Jesucristo de quienes se han alejado de Él.

 

P.- Tiene previsto también la celebración de un próximo sínodo diocesano. ¿Qué le gustaría oír en él?

R.- El sínodo pretende ser un tiempo de oración, de diálogo fraterno y de escucha paciente de todos los miembros de la diócesis, para ayudar al obispo en el servicio pastoral a la misma. Por lo tanto, a mí me gustaría escuchar lo que el Espíritu nos diga a cada uno, en la búsqueda de nuevos caminos para la evangelización, para la integración de los pobres y para el impulso de una pastoral más misionera.

P.- Una diócesis con dos sedes y dos caras: urbana y rural. ¿Cómo se pastorea una realidad así?

R.- El pastor tiene que dedicar mucho tiempo al acompañamiento personal y comunitario de las personas y comunidades de la diócesis. Esto exige el conocimiento de las alegrías y de las penas, de las esperanzas y sufrimientos de los creyentes y de los no creyentes. La experiencia me dice que, tanto en las zonas rurales como en las urbanas, las personas siguen entendiendo muy bien el lenguaje del amor y del servicio, como caminos necesarios para el descubrimiento de Jesucristo y para su seguimiento.

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