Juan Mari García Latorre nació en Arrigorriaga (Vizcaya) y, desde los 11 años, quiso ser cura. Iba camino de ser seminarista diocesano, pero un religioso amigoniano paisano suyo se cruzó en su vida y al final ingresó en la congregación fundada por el fraile capuchino P. Luis Amigó (1854-1934). Llegó a Bonn como joven religioso para involucrarse en un proyecto social auspiciado por el ayuntamiento y la archidiócesis de Colonia.
“Era el año 1975 –relata a Vida Nueva– y en Bonn había un barrio muy marginal llamado Endenich. Para recuperar socialmente ese lugar, se pedía la presencia de una comunidad de religiosos. Después de familiarizarme con la lengua, me hice cargo de un centro juvenil del barrio”. A pesar de tratarse de un grupo de extranjeros, la presencia de esta comunidad contribuyó sensiblemente a recuperar el barrio: “La congregación amigoniana tiene como carisma la reeducación, que hoy día podemos traducir como el trabajo con jóvenes delincuentes y marginales. A estas situaciones se ha unido, en tiempos más modernos, la droga, y a esta problemática hemos tenido que adaptar nuestra metodología”.
Después de un paréntesis como formador en España, Juan Mari retorna a Alemania en 1996, trabajando primero en Hannover y posteriormente en Colonia, donde la congregación amigoniana tenía confiada una nueva zona pastoral resultante de la unión de cinco antiguas parroquias. En el año 2011, la archidiócesis pide a la congregación un sacerdote para atender la zona de Colonia y Bonn.
No somos una ‘misión’, sino una ‘comunidad’
Juan Mari acepta la invitación como responsable de la comunidad hispana: “Desde el principio, yo no me he visto como un ‘capellán’, sino como un párroco. Hace 60 años, este servicio se llamaba ‘capellanía de extranjeros’ y, ahora, nos hemos adaptado en nuestro lenguaje pastoral y somos de hecho una parroquia. Pasamos del nombre ‘misión católica’ al de ‘comunidad católica’ de lengua española porque el término ‘comunidad’ se adapta mucho más a nuestra realidad que el de ‘misión’”,
Hablando del aporte de la inmigración latinoamericana, el religioso es tajante: “Si no hubiera sido por el empuje de estos nuevos inmigrantes latinoamericanos que llegaron en los últimos años, las antiguas ‘misiones españolas’ posiblemente se habrían cerrado ya; es un hecho que los latinos han revitalizado las comunidades, se han integrado muy bien y, en nuestro caso, están ya presentes en el consejo pastoral y en todas las actividades sociales y pastorales porque ha llegado mucha gente joven y con muchas ganas. Tenemos que decir que ‘han alegrado’ mucho la vida de estos ancianos emigrantes españoles ‘de primera hornada’. La cara, el rostro de la misión ha cambiado radicalmente, como lo ha hecho la música, que es ahora mucho más viva y más colorida que antaño”,
¿Y si cambia el sistema de recaudación?
“La Iglesia alemana –según Juan Mari– necesita un cambio radical, primero en sus estructuras, y sobre todo en su mentalidad económica, ya que corre el peligro de basar todo su trabajo y toda su fe en el dinero porque [gracias al sistema estatal de impuesto religioso] es una Iglesia rica”. Ante esta realidad, e misionero español se pregunta: “¿Qué pasaría mañana en Alemania si, como pasa en casi todo el resto del mundo, desapareciera completamente este sistema de impuesto religioso? ¿Encontraríamos curas dispuestos a vivir con 700 euros al mes?”.