La Escuela Móvil ya se encuentra en nuestro país. De origen belga, este proyecto educativo consiste básicamente en una pizarra móvil –concebida como una caja grande sobre ruedas– con la finalidad de ser transportada por las calles de manera fácil. Al abrirse, se transforma en un gran tablero de juegos de seis metros de largo, del cual cuelgan láminas educativas y juegos para la estimulación del conocimiento de los niños y jóvenes, especialmente de aquellos que viven en entornos complicados, donde las adicciones y la violencia son parte de su vida cotidiana.
A través de este tablero se ofrece a los pequeños ejercicios en diferentes campos, de tal manera que puedan aprender jugando. Por si fuera poco, Escuela Móvil también permite otro tipo de actividades educativas como juegos de mesa, teatro, títeres, dibujo, entre otras, adaptadas a la realidad de la vida en la calle.
En entrevista para Vida Nueva, la colombiana Jessika Martínez, ‘Educadora de Calle’ en la organización Escuela Móvil (Mobile School), explica que esta es una organización comprometida con los niños en situación de calle en todo el mundo, la cual colabora con otras organizaciones a fin de aumentar la eficiencia de sus actividades con este sector de la población. La Escuela Móvil se especializa en crear los materiales educativos para el trabajo con los pequeños.
Actualmente hay escuelas móviles activas en 25 países: Albania, Grecia, Alemania, Rumania, España y Polonia, en Europa; Kenia, Mozambique, Tanzania y Etiopía, en África; Bangladesh, India, Filipinas y Camboya, en Asia, y Guatemala, Nicaragua, México, Perú, Venezuela, Colombia, Bolivia, Argentina, Chile, Ecuador y República Dominicana, en Latinoamérica.
La Escuela Móvil –detalla– es un instrumento del cual los educadores pueden apoyarse para aumentar la autoestima de los niños de la calle. “La alfabetización, la aritmética, la educación sanitaria, la terapia creativa y la educación en juegos, son elementos del proyecto que ayudan a confrontar al niño con sus capacidades y aumentar su autoconciencia”.
Escuela Móvil tiene la peculiaridad que se acerca a los niños de la calle en su propio entorno para crear un ambiente positivo y constructivo, donde el niño se sienta aceptado y respetado sin excepciones. Los ‘Educadores de la calle’, por su parte, tienen la encomienda de apoyar al niño “consolidando su resiliencia y alentándolo a encontrar el coraje para iniciar este largo viaje”.
Jessika Martínez trabaja para la Escuela Móvil de Querétaro, junto con Ricardo Zamora y Elizabeth Carrasco, ésta última religiosa de la Congregación de la Divina Providencia, y son apoyados por ocho voluntarios que los acompañan en sus jornadas. Si bien la Escuela Móvil no trabaja de manera directa con la Diócesis de Querétaro, sí cuenta con el apoyo de su obispo Faustino Armendáriz Jiménez, quien es “Presidente Honorario del Banco de Alimentos Alvida”.
Fue en el año 2013 cuando la primera Escuela Móvil llegó a la ciudad Querétaro –explica– gracias a Alvida, institución que “hace posible nuestro trabajo en la calle. Desde entonces visitamos cinco sectores de la ciudad, con niños, niñas, adolescentes y jóvenes: dos mercados populares, una plaza y dos calles que son estratégicas para encontrar a los niños y jóvenes en situación de calle”.
En el año 2016 se implementó la segunda Escuela Móvil pero en la Ciudad de México; esta escuela está a cargo de la Fundación Yolia, y se encuentra en la colonia Olivar del Conde de la delegación Álvaro Obregón.
Al referirse al número aproximado de personas que se han visto beneficiadas en México a partir de la implementación de Escuela Móvil, señaló que es difícil cuantificar la cantidad, pues la población de calle es inestable y se moviliza diariamente. “Pero podemos calcular un aproximado de 300 niños, adolescentes, jóvenes y adultos en situación de calle”.
Escuela móvil ha tenido en estos cinco años voluntarios particulares y estudiantes de servicio social procedentes de universidades como el Tecnológico de Monterrey (Querétaro), la Universidad Autónoma de Querétaro, la Universidad Anáhuac (Querétaro), la Universidad Pedagógica Nacional de Querétaro, así como de las preparatorias La Providencia y el Instituto La Paz, ambas en ese mismo estado.
Estos voluntarios –aclaró Jessika– “ofrecen su tiempo y su ser, aportando en el proyecto no sólo el conocimiento, sino la escucha, la atención y el compartir de la vida misma desde la realidad de las personas en situación de calle”.
Si bien la Escuela Móvil es recibida con mucha alegría en los sectores, son múltiples las dificultades a las que se enfrentan diariamente en la calle, como el clima: lluvia, sol, aire, calor, frío, etcétera, que complican el trabajo. Aunado a ello, existe una gran movilidad social, pues muchas de las personas en situación de calle se trasladan a espacios de la ciudad donde pueden trabajar.
Otra dificultad –agregó– son los espacios no seguros para encontrarse con los niños en situación de calle, pues por lo general los sectores se ubican cerca de las avenidas. “Por nuestra parte, vamos dónde hay mayor concentración de personas, y allí se generan nuevos contactos”.
Para Jessika Martínez, el aprendizaje en Escuela Móvil ha sido grande: “Escuelita Móvil llega a calles y lugares donde las drogas, las riñas y el autoritarismo sofocante de los encargados de mantener la belleza y el orden de las ciudades, causa a veces un ambiente tenso, resquebrajado; pero el polvo de la tiza y la luz de las sonrisas los hacen asistir con entusiasmo a la escuelita”, añade.
En su labor, Jessika ha llegado a descubrir cómo ellos mismos se describen como ‘niños de la calle, pero con corazón’. Ese corazón sincero, agradecido y ávido de ser amado”.
“Con el tiempo –concluye– también hemos visto que algunos jóvenes, por opción y decisión personal, dejan de dormir en la calle y buscan trabajo, rentan una casa, forman una familia, terminar los estudios que no habían concluido o regresan a vivir con sus seres queridos. Somos conscientes que no somos la solución, pero somos una oportunidad”.