Vaticano

El Papa pide a los nuevos cardenales que no caigan en “intrigas palaciegas”

  • Francisco entrega la birreta y el anillo a 14 nuevos miembros del Colegio Cardenalicio, dos de ellos españoles, en el quinto consistorio de su pontificado
  • El Pontífice invita a no buscar “los primeros puestos”, pues seguir ese camino “carcome y corroe” las relaciones y “enreda en discusiones inútiles y poco relevantes”
  • Consulta la lista actualizada de los cardenales de la Iglesia católica





La Iglesia católica cuenta con 14 nuevos cardenales, 11 de ellos menores de 80 años y, por tanto, capacitados para participar en un eventual cónclave. El papa Francisco presidió hoy, 28 de junio, el quinto consistorio de su pontificado en la basílica de San Pedro, en el que impuso la birreta y entregó el anillo y el título o diaconía de una parroquia de Roma a los nuevos miembros del Colegio Cardenalicio, que queda ahora formado por 226 miembros, de los que 125 son electores.

Entre los 14 nuevos purpurados hay dos españoles, el jesuita Luis Francisco Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el claretiano Aquilino Bocos. También recibieron la birreta tres latinoamericanos: el peruano Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo, el mexicano Sergio Obeso, arzobispo emérito de Xalapa, y el boliviano Toribio Ticona, prelado emérito de Corocoro. Bocos, Obeso y Ticona no son electores al haber superado ya los 80 años de edad.

A Ladaria el Pontífice le asignó la diaconía de San Ignacio de Loyola en Campo Marzio, la iglesia romana dedicada al fundador de la Compañía de Jesús, la congregación religiosa a la que pertenece este mallorquín, mientras que a Bocos le otorgó la diaconía de Santa Lucia del Gonfalone. Con este signo el Papa muestra la participación de los cardenales en el cuidado pastoral de Roma.

Intrigas palaciegas

Antes de leer la fórmula de creación cardenalicia, Francisco pronunció una homilía cargada de recomendaciones acerca de cómo deben actuar los nuevos miembros del Colegio Cardenalicio. Les advirtió sobre las “intrigas palaciegas”, también presentes en las “curias eclesiásticas”, invitándoles a no caer en la “búsqueda de los primeros puestos, celos, envidias, intrigas, arreglos y acomodos”. Seguir ese camino “no solo carcome y corroe desde dentro las relaciones entre ellos, sino que además los encierra y enreda en discusiones inútiles y poco relevantes”.

Recordó el Papa que el Señor busca que sus discípulos “recentren la mirada y el corazón” para que no se pierdan en “discusiones estériles y autorreferenciales”. Y dejó a continuación a todos los fieles en general y a los nuevos cardenales en particular dos preguntas abiertas para invitar a le reflexión. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se está corroído por dentro? ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se vive atrapado en intrigas asfixiantes que secan y vuelven estéril el corazón y la misión?”

Servir a los últimos

Francisco invitó a los católicos en su homilía a que “abracen la misión”, estén disponibles “para acompañar y recibir a todos y a cada uno” y no se conviertan en “exquisitos por cuestiones de estrechez de miradas”. Si se olvidan de la misión y del “rostro concreto” de los hermanos, su vida “se clausura” en la búsqueda solo de “los propios intereses y seguridades”. Por ese camino crecen “el resentimiento, la tristeza y la desazón”.

Dirigiéndose directamente a los flamantes purpurados, Jorge Mario Bergoglio subrayó que la “única autoridad creíble” viene de “ponerse a los pies de los otros para servir a Cristo”. También les advirtió que “la mayor promoción” que pueden recibir es servir a los últimos: al hambriento, al olvidado, al encarcelado, al enfermo, al tóxico-dependiente, al abandonado…

“No sentirse superiores”

Les pidió, en definitiva, que se vuelquen con “personas concretas con sus historias y esperanzas, con sus ilusiones y desilusiones, sus dolores y heridas”. Han de hacerlo sin sentirse “superiores a nadie” ni mirar “por encima del hombro”. “Únicamente nos es lícito mirar a una persona desde arriba hacia abajo cuando la ayudamos a levantarse”, destacó.  

Francisco acabó su homilía con una larga cita de san Juan XXIII en el que, a modo de testamento espiritual, el ‘Papa bueno’ celebra nacer y morir pobre y no haber pedido nunca “nada, ni puestos, ni dinero, ni favores, nunca, ni para mí ni para mis parientes o amigos”.

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