Con inusitada rapidez. Así se produjo el pasado 19 de junio -apenas tres semanas después de la toma de posesión del nuevo presidente del Gobierno-, el encuentro entre el cardenal Ricardo Blázquez y Pedro Sánchez, una cita desarrollada en el palacio de La Moncloa y que esta mañana el portavoz de los obispos, José María Gil Tamayo, calificó de “una señal muy positiva” durante la rueda de prensa con la que se clausuraban los trabajos de la Comisión Permanente, que ha estado reunida en Madrid los días 26 y 27 de junio.
Precisamente a los miembros de la Permanente dio cuenta de este encuentro el presidente de la Conferencia Episcopal, y que es encuadrado desde Añastro como “dentro de la normalidad a institucional”. Y es que, según Gil Tamayo, la reunión discurrió en un clima de “satisfacción y normalidad en las relaciones Iglesia y Estado”, recalcando que “el papel que la Iglesia ha jugado en los últimos años, con su serenidad, ha manifestado claramente que no es un contrincante político”.
Una percepción que también compartiría el nuevo Ejecutivo socialista, quien, según el portavoz episcopal, “quiere mantener ese clima de normalidad y de acompañamiento y cooperación“, lo mismo que la Iglesia, “pero con independencia, de tal manera que esta pueda decir lo que considere en el ámbito social y político”.
Gil Tamayo reconoció que hablaron de varios asuntos, como de la inmigración, del trabajo… y también de las actividades que desarrolla la Iglesia, pues precisamente esa tarde, el cardenal Blázquez presentaba en Madrid la Memoria anual, que muestra “que la Iglesia no es un ser invisible en la sociedad española, lo que se ve al asomarse a esa Memoria de actividades y el Gobierno lo reconoce“. “En ese ámbito -añadió el secretario general de la Conferencia Episcopal- se quiere mover la Iglesia en España, como una institución que tiene unos fieles, que son la mayoría de los españoles, a los que les quiere transmitir su cosmovisión”.
Sobre el tan cacareado asunto de que el Gobierno de Sánchez denunciaría los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979, el portavoz episcopal volvió a apelar al “clima de normalidad y diálogo” mantenido en el encuentro, y reclamó “huir del lenguaje apocalíptico y de profetas de calamidades, al menos por parte de los principales interlocutores, aunque siempre pueda haber en la plaza algunos elementos con un lenguaje anacrónico” sobre esta cuestión.
Asimismo, reconoció que también se trató de la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos y recordó que Blázquez ya había manifestado hace unos meses “que el papel de la Iglesia allí es orar por todos los difuntos” y que no es ella, “sino en otros ámbitos políticos” en donde hay que decidir esa cuestión.
Este clima de entendimiento no ha sido obstáculo, sin embargo, para que la Permanente condenase la proposición de ley que, a iniciativa del PSOE, está tramitando el Congreso de los Diputados para aprobar en España la eutanasia. “Para la Iglesia, está el principio de no matarás. Esto, que es tan elemental, es puesto en cuestión por cualquier iniciativa que atente contra la vida, la ajena y la propia, y la defensa de la vida ha de ser integral y no que vaya según baremos de calidad de vida, que nos llevan a derroteros de subjetividad muy peligrosos, no solo para los demás, sino para nosotros mismos. Por eso, no podemos hacer corredores de la muerte, ya tenemos bastantes y esperemos que desaparezcan”, afirmó Gil Tamayo.
El sacerdote recalcó que la eutanasia “no es un derecho. No existe el derecho a morir, y no se pueden hacer experimentos, hay una ecología humana en la que creemos y que hay que defender. Un cristiano no puede seguir el camino de este corredor de la muerte voluntario que supondría la eutanasia en España”, y añadió que “es llamativo querer regular esta práctica cuando no se han regulado los cuidados paliativos, demandados por la sociedad y los sanitarios en particular”.
En este sentido, abundó en que “no se puede abrir paso a la eutanasia, porque si no abrimos paso a un corredor de la muerte y a una cultura del descarte”, y abogó por “cambiar de chip y pensar más en cómo cuidamos, que en todos los centros hospitalarios de España y ambulatorios se pueda tener una medicina paliativa y que estos cuidados no sean solo médicos, sino también de acompañamiento espiritual y psicológico”.
Por otra parte, el secretario general de los obispos, ante la nueva crisis migratoria que está viendo Europa, aseguró que “la movilidad humana es un derecho, que tiene que estar regulado, pero en la Iglesia hemos de acoger e integrar a los inmigrantes, que son preferenciales para ella, como los pobres. Y esto no va a variar, no es objeto de negociación ni de componendas políticas”.
Gil Tamayo sí reclamó la solidaridad internacional, afirmado que “Europa tiene que dar una respuesta, que está en sus raíces, y no puede ser solo una Unión Europea del euro, sino de la solidaridad“. “Hay que controlar los flujos migratorios -concedió-, pero preguntándose por qué vienen esos inmigrantes o refugiados y poner solución en los países de origen. La cooperación internacional tiene que ir a esos países a ofrecerles oportunidades para que no tengan que emigrar, con intervenciones humanitarias y con limitación de la venta de armas que alimentan los conflictos regionales y tribales. Europa tiene que dar una respuesta”.