A las 12 en punto de una mañana radiante, el papa Francisco se asomó a la ventana del tercer piso del Palacio Apostólico para, con los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, recitar el ángelus y glosar el evangelio del día, que narra, a través de Marcos, dos milagros de Jesús: el de la resurrección de la hija de Jairo y el de la hemorroísa, curada después de que ella tocase el manto de Jesús. Pero, como también es habitual, antes de despedirse y pedir que rezasen por él, Bergoglio abogó por el diálogo en Nicaragua e hizo un llamamiento a proteger a la población siria ante el incremento de las acciones militares en algunas regiones del país en los últimos días.
Al glosar el pasaje evangélico, el Papa señaló: “Estas son dos historias entrelazadas, con un solo centro: fe; y muestran a Jesús como la fuente de la vida, como el que da vida a los que confían en él plenamente. Los dos personajes principales, a saber, el padre de la niña y la mujer enferma, todavía no son discípulos de Jesús, pero son escuchadas por su fe. De esto entendemos que todos están admitidos en el camino del Señor: nadie debe sentirse como un intruso, una persona abusiva o alguien que no tiene ningún derecho”, comentó Francisco.
“Para obtener acceso al corazón solo hay un requisito: sentir necesidad de curación y confianza en Jesús”, añadió. Y les preguntó a los peregrinos que le escuchaban: “Alguno de ustedes, ¿se siente necesitado de curarse de algún pecado?” Y volvió a preguntarles: “¿Y tienen fe? Porque son los dos requisitos para sentirse curados”, apuntó el Papa, “porque Jesús va a encontrar a estas personas en la multitud y les quita el anonimato, la libertad del miedo de vivir. Y lo hace con una mirada y con una palabra que las pone en el camino después de tanto sufrimiento y humillación. Nosotros también estamos llamados a aprender e imitar estas palabras que liberan y estas miradas que devuelven, a los que no lo tienen, el deseo de vivir“.
Según Bergoglio, en esta página del Evangelio, “los temas de la fe y de la nueva vida que Jesús vino a ofrecer se entrelazan” y ante Él, “la muerte física es como un sueño: no hay razón para desesperarse. Otra es la muerte que hay que temer: ¡la del corazón endurecido por el mal! Pero incluso si tenemos el corazón momificado, si tenemos miedo de eso -improvisó-, de la muerte del corazón, incluso si tenemos este corazón momificado por el pecado, eso no es para Jesús nunca es la última palabra, porque nos ha traído la infinita misericordia del Padre. E incluso si nos caemos, su voz suave y fuerte nos alcanza: “Te digo: ¡levántate!”.
Tras el rezo del ángelus, el Papa hizo una breve pausa y, en tono serio, pidió por Nicaragua y Siria. “Renovando mi oración por el amado pueblo de Nicaragua, deseo unirme al esfuerzo que están realizando los obispos de ese país y tantas personas de buena voluntad en su rol de mediación y de ser testigos para el proceso de diálogo nacional en camino hacia la democracia”, señaló.
En cuanto a Siria, el Papa dijo que “permanece grave la situación en Siria, donde las acciones militares en los últimos días han golpeado escuelas y hospitales y han provocado nuevos prófugos. Renuevo mi llamamiento para que la población, ya duramente afectada durante años, sea cuidada y se le eviten más sufrimientos”.
Pero, como indicó a continuación, en medio de tantos conflictos “es necesario señalar algunas indicativas históricas y que son buena noticia, como la de que en estos días, y después de 20 años, los gobiernos de Etiopía y Eritrea estén hablando de nuevo de paz, con lo que comienza una esperanza para estos dos países en el Cuerno de África y en todo el continente africano”
Asimismo, Bergoglio aseguró su oración los el grupo de jóvenes desaparecidos desde hace varios días en una gruta subterránea en Tailanda y pidió a todos los congregados que rezasen porel buen desarrollo del encuentro ecuménico por la paz al que asistirá, el próximo sábado 7 de julio, en la localidad italiana de Bari, y en el que le acompañarán líderes de las Iglesias de Oriente Medio.