“Aplicando el catecismo de la Santa Romana Iglesia, las puertas de Italia estarán abiertas de par en par para las mujeres y los niños que huyen de la guerra y que llegarán en avión y no en lancha neumática. Pero para todos los demás, no”. Matteo Salvini, ‘número dos’ del Gobierno italiano y ministro del Interior, cerró ayer, 1 de julio, un multitudinario acto político de su partido, la Liga, mostrando orgullo católico y esgrimiendo incluso un rosario.
“Este lo llevo en el corazón porque me lo regaló un párroco y está fabricado por una mujer que lucha en la calle”, dijo Salvini, animando a los presentes a jurar con él sobre la cruz que no cejarán hasta “liberar de esta Europa” a los pueblos del Viejo Continente. Su gesto fue ovacionado por las alrededor de 75.000 personas congregadas en Pontida (norte del país), según los organizadores.
Respuesta de la Iglesia
No es la primera vez que Salvini echaba mano de símbolos religiosos en un acto político, pues en el mitin que ofreció en la plaza del Duomo de Milán en el cierre de campaña de cara a las elecciones del pasado marzo también exhibió un rosario y un Evangelio. Incluso juró sobre este texto que iba a estar solo al servicio del pueblo italiano.
Mientras el ministro del Interior volvía ayer a utilizar el rosario con fines políticos, la Iglesia de su país le recordaba una vez más que tiene poco de católico cerrar los puertos a los barcos de las ONG que salvan en el Mediterráneo Central a los inmigrantes y refugiados que intenta llegar a Europa desde las costas libias.
Falta de acogida y de fe
“Los migrantes y los pobres son un termómetro para nuestra fe. No acogerlos y, sobre todo, cerrarles el corazón, es no creer en Dios”, advirtió el cardenal Francesco Montenegro, arzobispo de Agrigento y prelado muy cercano al papa Francisco. “Es Jesús el que viene a nosotros en una barcaza, es él el que muere en el hombre o en el niño que se ahoga, es Jesús el que busca un poco de comida en los contenedores de la basura”, añadió.
En la homilía de la misa por la fiesta de San Calogero, patrón de Agrigento, oficiada en el santuario localizado en esta ciudad siciliana, el purpurado se preguntó si una civilización y una religión podían considerarse tales si se despreocupan de “los derechos de los hombres” y “dejan morir” a los pobres.
“Son como nosotros”
“Cada migrante tiene una historia y una vida que, nos guste o no, se entrelaza con la nuestra. Los pobres y los migrantes tienen un nombre como nosotros, sueñan como nosotros, están llenos de miedos como nosotros, quieren una familia como nosotros, desean ser tratados como nosotros”, insistió Montenegro, para tratar de acabar así con la deshumanización de los extranjeros planteada por Salvini.
Advirtió el cardenal siciliano que no solo matan “el cuchillo y la pistola”, pues tienen el mismo efecto “la hipocresía, el buenismo, el silencio y la indiferencia”. Y concluyó con el reconocimiento de que aunque no resulte fácil resolver problemas “complejos” como la pobreza y la inmigración, los cristianos no pueden olvidarse de responder frente a ellos con “compasión, uno de los más bellos nombres de la caridad”.