Entre el lunes 30 de julio y el viernes 3 de agosto se reunirán en Punta de Tralca los obispos de Chile en Asamblea Plenaria Extraordinaria con una participación renovada de sus integrantes. Allí estarán los sacerdotes administradores apostólicos de Puerto Montt, el mercedario Ricardo Morales; y de Valdivia, Gonzalo Espina. Otros cuatro obispos, hasta ahora, también han asumido como administradores apostólicos por lo que tendrán una visión y una responsabilidad diferente a la que tenían en ocasiones anteriores. Estarán ausentes personalidades importantes como quien fuera presidente del Episcopado, Alejandro Goic, o Juan Barros, el controvertido obispo de Osorno.
Esto será solo un aspecto. Otro más profundo y significativo es el cambio radical que ha vivido la Iglesia en Chile desde la asamblea anterior en abril pasado. En esa oportunidad, mientras los obispos estaban reunidos, recibieron una carta del Papa que les hacía ver una realidad que muchos de ellos no veían y les convocaba a Roma. Desde entonces, la jerarquía chilena ha sido fuertemente cuestionada por Francisco, la Iglesia del país intervenida por él, sucesivas denuncias a sacerdotes y obispos hechas públicas en los medios de comunicación. Cada semana surgen nuevos hechos que la estremecen.
La justicia civil tiene en sus manos acusaciones a integrantes del clero en unas 16 diócesis del país. Gran cantidad de sacerdotes tienen sus funciones restringidas por disposiciones cautelares.
Después de tres días en los que tuvieron 4 reuniones con el Papa, los obispos chilenos regresaron al país. Muchos de ellos sonreían ante las cámaras, confundiendo a muchas personas que habían leído el crudo y demoledor documento que Francisco les leyó. En 10 páginas les encaró la realidad de la Iglesia chilena que parecía desconocida para ellos. Esas sonrisas no eran coherentes con la fuerte reprimenda del Papa.
“Veníamos dispuestos a mirarnos como Iglesia de cara a nuestra compleja realidad y, particularmente, a poner en el centro a Cristo y, en diálogo con la cultura de hoy, a animar la renovación de la vida discipular y eclesial, partiendo por la nuestra”, ha escrito el obispo castrense y presidente de la Conferencia Episcopal, Santiago Silva.
Decir las cosas de frente
“En las distintas diócesis –agrega–, también en varias congregaciones y movimientos, se vienen suscitando durante este tiempo procesos de intensa reflexión y discernimiento, los que no han sido fáciles por el desconcierto y la constatación de que muchas personas han encontrado ahora el espacio para revelar una verdad, una opinión, un aporte que no habían podido comunicar”.
Asumiendo la dolorosa realidad que vive la jerarquía y el desconcierto que sufren miles de católicos, Silva señala que “nos estamos escuchando unos a otros, no solo con dolor, también buscamos que sea con el afecto de los hermanos que se dicen las cosas con respeto, pero de frente”.
Mencionó también un encuentro nacional con los equipos de conducción pastoral de todas las diócesis en el que “salieron a la luz nuestras debilidades y clamores como Iglesia, también algunas de nuestras fortalezas y, sobre todo, nuestra esperanza”.
Así, continuando esta trayectoria da a conocer la convocación a todos los obispos a la Asamblea Plenaria Extraordinaria en la que también invitarán “a un grupo importante de colaboradores para que nos ayuden a continuar en el discernimiento sobre los mejores caminos de renovación en la hora presente”.
Parece ser un esfuerzo, todavía tibio, para reaccionar a este difícil momento y a la firme intervención que mantiene Francisco a esta Iglesia. Es todavía una búsqueda circunscrita al clero, manteniendo esa actitud criticada por el Papa de clericalismo y señalada por él como una de las causas para esta profunda crisis en la jerarquía chilena.