Giovanni Angelo Becciu ha sido creado cardenal por el papa Francisco junto a otros 13 nuevos miembros del Colegio Cardenalicio en el consistorio del 28 de junio. El nuevo purpurado cambia además de cargo en la Curia romana: pasa de ser Sustituto de la Secretaría de Estado, el número tres de la jerarquía vaticana, a convertirse en prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
PREGUNTA.- ¿Cómo espera ayudar al Papa de modo más cercano ahora que es cardenal?
RESPUESTA.- Entrando en el Colegio Cardenalicio, espero seguir ayudándolo, aunque ciertamente de una manera diferente. A los miembros de este órgano me parece que se les pide sabiduría, ciencia y competencia para las materias sobre las que están llamados a colaborar con el Santo Padre. Por mi parte, por supuesto, habrá una fidelidad máxima, alegría por seguir al Papa con una disponibilidad total. Cambiarán los horarios, los encuentros semanales y las materias, pero la disponibilidad será siempre la misma.
P.- Usted cambia también su puesto al pasar a ser prefecto de la Congregación para los Santos. Su primer acto importante como prefecto será la canonización de Pablo VI y de monseñor Romero, en octubre. ¿Qué significan para usted estos dos nuevos santos?
R.- Me conmueve pensar que será uno de mis primeros actos oficiales. Pablo VI fue el Papa de mi juventud, el Papa que admiramos y que nos animó a entregar nuestra vida, el hombre que condujo la Iglesia en tiempos muy difíciles. Lo vimos como un hombre digno de ser seguido, sobre todo por su pasión por la Iglesia y su capacidad de sufrir por ella. Al arzobispo Romero no lo conocí, pero su historia es muy significativa. Fue un hombre que descubrió la urgencia de abandonar la tranquilidad de la vida para defender a los pobres e ir contra la prepotencia de los hombres. Ese deseo de servir a los pobres le costó la vida. Son, por tanto, dos hombres maravillosos, actuales y que merecen el honor de los altares.
P.- ¿Cómo han sido estos años de trabajo junto al Papa? ¿Es fácil trabajar con una persona tan carismática? ¿Deja libertad de movimientos?
R.- Es cómodo trabajar a su lado porque te hace sentir cómodo. De inmediato, muestra su sentido del humor, por lo que, si uno tiene también sentido del humor, puede expresarlo igualmente. La relación humana y de trabajo fue fácil de inmediato. Usted ha dicho carismático, lo que pone de manifiesto que no todo es una línea recta. Lo más bonito como colaborador suyo es ver de qué manera te puedes poner en sintonía con él. Y, una vez entendido esto, las cosas van bien. Además, si hemos jurado entregar nuestra vida, eso también quiere decir sacrificarse totalmente por él. La relación que tengo con el Papa es franca. Es decir, si él me pide mis opiniones, se las digo sinceramente. Eso sí, cuando toma una decisión, no me importa si yo estaba más o menos a favor. Es su decisión y la obedezco totalmente.
Bertone y el caso del ático
P.- ¿Cómo vivió la última época del cardenal Bertone, cuya figura se vio agravada por el asunto del ático?
R.- Viví aquel momento con gran sufrimiento, porque duele ver a un hermano, a un superior, convertido en objeto de críticas. En mi opinión, fue atacado de mala manera por algunas personas. Luego, sobre el ático se dijeron muchas cosas. Si le digo la verdad, yo no lo he visto, pero hace poco, una periodista que tenía sus dudas, fue a verlo y dijo que no era una cosa tan exagerada. Lamentablemente, parece que algo no funcionó bien en la financiación, pero, en cuanto a las dimensiones del apartamento, no parece que sea una cosa tan escandalosa.
P.- ¿Cómo han sido estos años de trabajo con la Iglesia de España?
R.- Bastante buenos. Me parece que ha habido una buena relación entre la Secretaría de Estado y la Conferencia Episcopal. Es cierto que la cuestión del independentismo catalán fue un momento difícil, pero la Santa Sede no debía intervenir, y así se hizo. Compartió el sufrimiento que vivió la nación. Más allá de ello, las relaciones con España son buenas.
P.- La fractura en la sociedad catalana respecto a la independencia también afectó a la propia Iglesia catalana. Había incluso obispos a favor del referéndum y otros en contra. ¿Cómo vivieron esa situación en la Secretaría de Estado?
R.- Sin querer entrar en el fondo de la cuestión, por supuesto que siempre hace sufrir no ver a la jerarquía unida, ni a todos los obispos de acuerdo, a unos sacerdotes contra otros… Eso siempre hace sufrir. Pero me parece que la sabiduría y la amplitud de miras de los obispos y del clero han prevalecido.
España y su acogida al Aquarius
P.- Italia habla de la “catolicísima” España, pese a la descristianización. ¿Sigue considerando a España “catolicísima”?
R.- El título se lo dejamos. Se lo ha merecido por todo lo que ha hecho durante siglos. La descristianización no es un fenómeno exclusivo de España, la vemos en todas las naciones europeas, incluso en los pequeños pueblos. Es una realidad de la que debemos tomar nota y darnos cuenta de que hay algo que debe cambiar en nuestra evangelización. La gente piensa hoy de manera diferente. El Estado, además, ya no nos ayuda a convertir en leyes nuestros principios morales. Si no lo hace es porque los políticos y los parlamentarios no perciben esta exigencia entre la gente.
Debe hacerse un examen de conciencia, un análisis objetivo sobre la situación de la sociedad actual. Se está descristianizando, ¿qué hay que hacer? ¿Condenarla? ¿Llorar por los tiempos del pasado? Eso no es de cristianos. Dios nos ha hecho vivir ahora en este mundo y para este mundo debemos buscar soluciones. Debemos remangarnos para reconstruir nuestras comunidades cristianas y, poco a poco, devolver a la gente al cristianismo. No es una cuestión de años ni tampoco de generaciones, pero hay que retomar el camino de la verdadera evangelización. Jesucristo empezó con 12 personas a evangelizar el mundo…
P.- ¿Qué impresión le produce que un político alejado de la religión como Pedro Sánchez abra las puertas a los inmigrantes mientras se las cierra otro como Salvini, que utiliza el Evangelio y el rosario en sus mítines?
R.- Ese es precisamente el comentario que más me ha hecho sufrir en este polémico período sobre la actitud de unos y de otros frente a los inmigrantes. Lo leí en las redes sociales. Un primer ministro ateo abre las puertas a quien lo necesita y otro que se proclama cristiano las cierra. La frase en sí hace sufrir. Luego, cada uno tendrá sus motivaciones políticas que justifican sus posiciones, pero el hecho está. No se pueden esgrimir el Evangelio o el rosario para justificar nuestros actos políticos, aunque sean buenísimos. Dejemos el rosario y el Evangelio, que es una regla de vida para ser vivida, no para ser utilizada como bandera. Espero que llegue una solución comunitaria entre los distintos estados europeos a la cuestión de la inmigración.