A punto de cumplir su primer siglo de existencia, el Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME) se repiensa. Nacido en Burgos a la sombra de la Carta apostólica Máximum Illud, de Benedicto XV, primer documento moderno sobre las misiones (30 noviembre del 1919), acaba de celebrar su XII Asamblea General, de la que ha salido una nueva junta directiva, encabeza por Luis Ángel Plaza Lázaro (Adrada de Haza, Burgos, 1960), pero también unas reflexiones sobre su futuro, que comparte con Vida Nueva.
PREGUNTA.- ¿Cómo están las fuerzas del IEME después de un siglo? ¿Está asegurado el recambio en la misión?
RESPUESTA.- Al ser nosotros una entidad al servicio de las diócesis, como cauce para el servicio misionero, nos hace vivir la realidad diocesana de España y la de los seminarios, que es que hay gente muy mayor y pocas vocaciones. Y esa es nuestra propia realidad: tenemos menos gente, unos 128, y somos más mayores. Este año es posible que entren dos nuevos. Algún año no hemos tenido ninguno. Y también estamos yendo a la misión a edades más avanzadas, con 40 o 45 años.
Asociación clerical de vida pública
P.- El pasado 30 de mayo se clausuraba la XII Asamblea General. ¿Cuáles son las líneas de futuro?
R.- En mi toma de posesión como director participó el cardenal Ricardo Blázquez y le pedimos que nos gustaría presentarle a los obispos los avances que hemos adoptado, porque nos parecía importante que los conocieran, puesto que somos sacerdotes diocesanos.
Una de las novedades es que, aparte de que vemos cómo ha cambiado la realidad de la misión hoy, una cuestión muy relevante es que hasta ahora éramos una sociedad de vida apostólica, con un sistema jurídico que se parece al de la vida consagrada. Y dado que siempre hemos procurado mantener nuestra diocesaneidad, y era difícil, siempre hemos estado un poco incómodos. Por eso, queremos hacer un proceso de reflexión para pasar a una asociación clerical de vida pública, que permita más nuestro espíritu diocesano y mantener la identidad.
P.- Dice que han reflexionado sobre el cambio que se ha producido en la realidad de la misión…
R.- Hoy la misión cuenta con nuevos elementos que hay que tener en cuenta, como son los medios y lenguajes audiovisuales, Internet, las redes sociales. Pero también hay que tener presente esa nueva realidad que conforma la gente que está viniendo a España de fuera y cómo nosotros podemos ayudar a inculturarla. Y lo mismo con los sacerdotes que vienen de otros países y no conocen nuestra realidad. Es otra vertiente misionera nueva, como la de qué hacer con nuestra gente que se vuelve a España, ya sea porque tienen problemas de salud, son mayores o porque sus padres están enfermos. Se trata de cómo ser misioneros aquí, en la realidad española.
P.- ¿Un paso más allá de la misión ad gentes, entonces?
R.- Hay dos visiones. Una que incluye la salida geográfica. En ese sentido, seguimos hablando de misión ad gentes, pero también estamos hablando de la misión inter gentes, en todas las direcciones, de todos en estado permanente de misión, de salida, como nos habla el papa Francisco.
Nuestro deseo es poder ayudar también a las diócesis de España a no cerrarse, a abrirse al espíritu misionero e ir al encuentro de los más distantes y alejados, de tender puentes de encuentro con esos hermanos, con los inmigrantes…. Hay una misión muy grande en estas realidades que nos están desafiando en nuestra sociedad, con elementos nuevos de la misión, como la cuestión ecológica, como nos recuerda el Papa. Son elementos nuevos que nos ayudan a repensar la misión abriendo nuevas perspectivas, y sin olvidar el espíritu misionero universal.
La tentación de que las diócesis se cierren a las misiones
P.- Las dificultades antes descritas, ¿hacen que las diócesis se cierren a la misión ad gentes?
R.- Existe la tentación ante el hecho de tener menos sacerdotes, y así se lo hemos dicho a los obispos. Pero quien da, no se empobrece, dar no nos quita fuerzas, sino que nos hace más ricos y generosos. Hay que continuar diciendo que cada diócesis debe reflexionar sobre cómo ser misioneros, y luego cada uno, como dice Francisco, descubrir donde puede vivir ese espíritu misionero, aunque es claro que para la mayoría está aquí. También propusimos a los obispos ayudar con la acogida e inculturación de otros sacerdotes que vienen a España.
P.- Usted ha regresado a España después de 21 años como misioneros en Brasil. ¿Cómo ha encontrado a al Iglesia en España?
R.- Pues una Iglesia donde una gran parte de la gente joven ha salido y con parroquias donde hay mucha gente mayor. Y una forma de vivir poco participativa, con pocos laicos. Pero hay esperanza. Hay gente, aunque el grave problema es que no nos demos cuenta de que ha cambiado mucho la realidad. Tenemos que ser creativos, como nos dice el Papa, ver nuevas respuestas.
En el poco tiempo que llevo desde mi regreso, veo gente con muy buena voluntad, con ganas de colaborar en trabajo social, pero la gran dificultad que veo, también en otros países, es la de abrirse a una respuesta nueva que nos pide Dios desde una realidad nueva. Ese mantenerse en lo de siempre se ha hecho nos empobrece y nos va apartando del proyecto de Jesús.
P.- ¿Este pesimismo puede ahogar la renovación?
R.- No podemos ser pesimistas. La realidad es nueva y aparecen cosas que son muy bonitas. Hay gente que dice que los jóvenes no quieren involucrarse. pero yo he visto hace unos días a unos 200 jóvenes en Albacete muy comprometidos. Lo que hace falta es mostrar que el Evangelio continua siendo algo nuevo. Es necesario un esfuerzo para abrirnos a la creatividad del Espíritu Santo, que nos lleva siempre a los nuevo. Hacen falta personas que ayuden, que abran caminos y cambien esa dinámica de que siempre se ha hecho así.