La 106ª Asamblea Plenaria de los obispos colombianos llegó a su fin este viernes 6 de julio, y con ella la invitación a “no dejar a mitad de camino el esfuerzo que el país ha realizado por la paz y la reconciliación, que requiere nuevos aportes y nuevos horizontes pero sobre todo el ánimo y compromiso de todos para que finalmente la paz sea una realidad”.
Así lo ha manifestado el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), Oscar Urbina Ortega, y el vicepresidente, Ricardo Tobón, al presentar el mensaje de los obispos al pueblo colombiano, en el que reiteraron su “profunda consternación por los asesinatos de tantos hermanas y hermanos en los últimos días”, con llamado urgente a defender la vida: “toda vida es sagrada y toda muerte violenta es inaceptable”, aseveraron.
Aunque la Asamblea Plenaria se centró en los movimientos apostólicos y las nuevas comunidades, y la necesidad que tiene la Iglesia de discernir estas experiencias de fe y de acompañarlas para que sean “signo de fecundidad del Espíritu”, el episcopado también analizó diversos aspectos de la coyuntura nacional y propuso, al concluir las sesiones, cuatro vías para que “finalmene la paz sea una realidad”.
La polarización es uno de los obstáculos a superar “en el esfuerzo de lograr el país que soñamos”, dicen los obispos y añaden que “hay que avanzar, dentro de un pacto social y cultural, a un gran acuerdo que nos permita vivir y trabajar todos en un gran proyecto nacional”.
Para ello, al tiempo que saludan al presidente electo, Iván Duque Márquez, manifiestan su deseo de acompañarlo “en su propósito de ser garante de la unidad del país, como lo prometió en su primer discurso”, y piden el compromiso del Congreso y de las agrupaciones políticas y sociales del país, en este mismo sentido. “Llamamos a todos los colombianos a soñar de nuevo nuestra convivencia y a empeñarnos seriamente en el bien común”, expresaron.
También los obispos señalaron que otro de los más grandes males de Colombia es la corrupción que “incrementa la inequidad, la ilegalidad, el narcotráfico, la pobreza y distintas formas de violencia”.
“Para que la corrupción ceda en nuestro país es determinante el rescate de la ética en la vida personal, la familia, la escuela, la academia y la sociedad en general”, manifesta la CEC. En este sentido, invita al pueblo colombiano a ser protagonista en la lucha contra este flagelo y a “cultivar una cultura de la honestidad y la transparencia”.
La Iglesia también anima a realizar acciones en favor de la construcción de la paz, “un bien que merece todos nuestros esfuerzos”, de modo que “ningún colombiano puede negarse a participar en la superación de los problemas y situaciones conflictivas del país”.
Particularmente, los obispos hacen “una llamada a la sociedad colombiana a mantener la estabilidad de las regiones y de la democracia y a continuar avanzando por los caminos que garantizan la vida, la libertad y la justicia”, exigiendo, para ello, la protección de la vida de quienes se encuentran amenazados.
El imperativo moral de ser “luz del mundo y sal de la tierra”, conlleva el compromiso de ser “obreros decididos en la reconstrucción de la nación”. Urge multiplicar acciones que generen experanza y abrir caminos creativos para encontrar soluciones a los problemas de la nación.
Para la Iglesia, se hace necesario no esperar “con los brazos cruzados el cambio del país”, sino –bajo la inspiración del Evangelio– trabajar “sin descanso por sanar las heridas, tender puentes, encontrar la reconciliación y cultivar la cultura del encuentro fraterno”.
Todavía los obispos han tenido una palabra de solidaridad y cercanía frente a la creciente oleada de migrantes venezolanos y, tomando como referencia los cuatro verbos sugeridos por el papa Francisco, han propuesto que “acojamos, protejamos, promovamos e integremos a quienes, desde la hermana nación, llegan a nuestro país en busca de nuevos horizontes”.
La Asamblea Plenaria del episcopado contó con la participación de los obispos de las 77 jurisdicciones eclesiásticas del país. También estuvieron presentes Miguel Delgado Galindo, conferencista invitado del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y Ettore Balestrero, quien dejará la nunciatura de Colombia en el mes de agosto, para trasladarse a la República Democrática del Congo.