España

Munilla en el funeral de Setién: “Procuró ser infatigable hacedor de la paz”

  • El obispo emérito de San Sebastián ha sido enterrado en la Catedral del Buen Pastor tras un multitudinario funeral
  • El actual prelado donostiarra recuerda a su predecesor desde una llamada a la comunión, reconociendo que “quienes conformamos la Iglesia somos singulares y diversos”





A mediodía de hoy, 11 de julio, han tenido lugar en la Catedral del Buen Pastor de San Sebastián las exequias del obispo emérito de la ciudad, José María Setién. El funeral, celebrado por el actual obispo José Ignacio Munilla, ha contado con la presencia del cardenal presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, y el obispo emérito Juan María Uriarte, entre otros concelebrantes. Antes de las lecturas, el vicario de la diócesis ha rememorado la vida del obispo Setién, a quien ha definido como un hombre de amplísima cultura, siempre enterado de todo, tanto en asuntos teológicos como profanos.

Como no podía ser de otra forma, en esta semblanza del mitrado también ha mencionado las dificultades por las que pasó su labor pastoral, ya que “ETA estaba en plena actividad, y fueron momentos muy difíciles”. Ha recordado pues que “sus palabras y escritos indican que procuró ser infatigable hacedor de la paz”, si bien también ha reconocido que “no estamos aquí para hacer un elogio, sino para orar por su alma”, ya que se trata de un funeral, no un homenaje.

Somos una familia con una meta común

El obispo José Ignacio Munilla ha leído antes de su homilía un mensaje del Secretario de Estado Vaticano Pietro Parolin, en el que le Papa expresa “su más profundo pésame y si paternal cercanía, y ofrece sufragios por el eterno descanso del difunto prelado”, acompañado por la bendición apostólica del Pontífice. A continuación, Munilla ha dividido su sermón en tres puntos

En primer lugar que “Somos familia, una gran familia. Si bien es cierto que quienes conformamos la Iglesia somos singulares y diversos, el milagro de la Iglesia es unirnos a todos en lo fundamental”. Pero este “hermanamiento” entre personas no podría darse si no fuéramos todos hijos de un Padre común. “Pues bien, somos hijos de Dios, gracias a Jesucristo, quien nos ha insertado en su misma adopción filial (…) Que quede escrito en nuestros corazones de forma indeleble: ¡Somos familia en la comunión con Jesús de Nazaret!”.

A continuación, ha destacado que “Todos somos peregrinos con una meta común”, independientemente de nuestra posición económica, social, o de cualquier tipo todos llegaremos a un mismo lugar, la muerte y el juicio posterior. Así, el prelado ha pedido que la tumba de don José María -que ha sido enterrado en la propia Catedral- sea “como un signo visible, a modo de recordatorio, de esta gran verdad: en esta vida estamos para encaminarnos hacia el Cielo, arrastrando con nosotros al mayor número posible de compañeros de camino”.

El legado de un obispo

El tercer punto ha sido la exhortación a “recibir el legado de Dios en don José María”, ya que como Dios “ha entrelazado nuestros caminos para que seamos estímulo los unos para los otros (…) don José María Setién está llamado también a dejar una huella, a modo de testamento”. Ahondando en el legado del obispo emérito, se ha referido a su lema “No me avergüenzo del Evangelio”, una frase que, como ha recordado Munilla, adquiere una actualidad especial en esta época “por cuanto la progresiva secularización, unida al clima de crispación, conlleva que la predicación del Evangelio pueda llegar a ser todo un reto“.

Y es que ha resaltado que el legado del finado “es el de avivar nuestra vocación evangelizadora”, que no es sino “una llamada universal de Jesús de la que nadie está excluido”. Para ilustrarlo, ha citado al propio obispo Setién cuando escribía que “no se realizará una plena evangelización sin el anuncio del misterio de Jesús y la acogida del mismo por la fe. Al mismo tiempo, ese anuncio no es pleno si no contiene, en sí mismo, un germen real de convivencia fraterna universal”

“Pero, siendo esto verdad -ha continuado- creo que no se ha destacado suficientemente del legado de Don José María, sus referencias explícitas a la centralidad del encuentro con la persona de Jesucristo” y, de nuevo citando al emérito, el obispo ha recordado que “Conviene no olvidarlo: la esencia del Cristianismo es Cristo. Creer en Él es aceptar una relación personal con su persona, única solución de la incógnita de nuestra existencia”. Y esto conlleva, según el propio don José María, “orientar nuestra vida hacia Él; amar a Cristo es aceptar un proceso de transformación de la vida del cristiano en la vida de Cristo”, lo que significa que “la fe pide la caridad”.

Finalmente, Munilla ha reflexionado sobre todo esto diciendo que es un día propicio para “sentirnos felices de ser una gran familia, que peregrina hacia una meta común –la vida eterna-, y que nos sentimos apoyados y sostenidos por los dones que Dios ha distribuido para la mutua edificación”. Así, se ha despedido recordando al prelado diciendo “Acaso sea éste el mensaje que nos deja Don José María en el momento de su despedida: No me miréis a mí, mirad a Jesús; y en Él, amaos los unos a los otros”.

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