Reportajes

Ni monjas ni solteronas: vírgenes consagradas





Más de 5.000 mujeres en todo el mundo –y creciendo–, 223 en España –presentes en 43 de las 70 diócesis–, pertenecen al Ordo virginum, el Orden de vírgenes, una antiquísima vocación recuperada a partir del Vaticano II. Para hacerlo posible en estos cincuenta años, tras la asamblea conciliar se publicaron los textos litúrgicos de la consagración virginal, algunos principios generales en el Código de Derecho Canónico (canon 604), en la constitución apostólica ‘Pastor bonus’, el propio Catecismo (1992), la exhortación postsinodal ‘Vita consacrata’ y diferentes directorios por todo el mundo…

Pero ha sido la semana pasada, con la instrucción ‘Ecclesiae sponsae imago’ –firmada el día de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el 8 de junio– cuando el Vaticano, a través de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, ha elaborado el primer documento monográfico que profundiza y orienta en los diversos aspectos que conforman la vida y la misión de quienes forman parte de esta secular vocación. En palabras del cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la congregación responsable, “la instrucción quiere ayudar a descubrir la belleza de esta vocación, y contribuir a mostrar la belleza del Señor que transforma la vida de tantas mujeres que cada día la experimentan”.

Esta vocación específica queda definida en el documento al señalar que las vírgenes consagradas son mujeres “que permanecen en su entorno de vida ordinario, arraigadas en la comunidad diocesana reunida alrededor del obispo, según la modalidad del antiguo Ordo virginum, sin ser adscritas a un Instituto de vida consagrada” (núm. 7).

Instrucción esperada

Como ya había anticipado Vida Nueva (núm. 3.060), la congregación vaticana de religiosos tenía listos para publicar a lo largo de este año distintos documentos. En esta línea encontramos la instrucción ‘Cor orans’, del pasado 1 de abril, con orientaciones para la vida contemplativa femenina, y esta misma, que fue concebida para poner “un poco de orden” en el Ordo virginum, en palabras del secretario de dicha congregación, el franciscano José Rodríguez Carballo. Cuando el documento estaba a la espera de las últimas sugerencias desde Santa Marta, dejaba clara la esencia de la reflexión en torno a esta especial consagración: “Es una vocación en sí misma, lo que la distingue de otras formas de vida consagrada. No es un refugio para mujeres que no hayan encontrado su sitio en otras formas de ‘sequela christi’”.

La trastienda de este documento viene de lejos. Lourdes Grosso, directora del Secretariado de Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española, hace notar cómo en el número 10 de la instrucción se señala explícitamente que, en estos últimos años, obispos de todo el mundo han consultado sobre diferentes cuestiones referentes a las vírgenes consagradas y cómo han pedido al Vaticano que “ofrezca indicaciones para orientar a los obispos diocesanos en la aplicación de las normas” ya existentes, “así como en la definición de una disciplina más completa y orgánica que, según los principios comunes del derecho de la vida consagrada en sus diversas formas, especifique las peculiaridades del Ordo virginum”.

Alguien que también conoce a fondo la reflexión de los últimos años al respecto es Álvaro Almenar Picallo, delegado diocesano en Valencia –una de las diócesis, junto a Madrid, Tenerife, Getafe o Sevilla donde esta vocación continúa creciendo–. Explica que “el surgimiento de este carisma y su misma vivencia tienen un intrínseco carácter eclesial. Sin la Iglesia no existiría el orden de las vírgenes consagradas. Por lo tanto, este carisma debe tener un carácter universal y común, lo que suscitó la conveniencia que desde la Santa Sede apareciera algún documento claro y concreto que sirviera para unificar este precioso don del Espíritu Santo, que ofreciera criterios comunes de discernimiento vocacional y que ayudara a los obispos diocesanos en el acompañamiento de las mujeres ya consagradas”.

“Un regalo de Dios”

Para Pilar La Blanca Rodríguez, ‘Ecclesiae sponsae imago’, “como no puede ser de otra manera, es un regalo más, de los muchos que Dios tiene con su Iglesia”. Madrileña, Pilar ha superado ya su “mayoría de edad” dentro del Orden de Vírgenes, pues fue consagrada en 1999 y, precisamente como parte de sus estudios teológicos, ha investigado “el Orden de las vírgenes en los primeros años del siglo XXI” como “una vocación en, de y para la Iglesia, suscitada, sostenida y animada por el Espíritu Santo”.

Desde esta perspectiva, interpreta este regalo en una triple dirección: “En primer lugar, a todos y cada uno de los miembros de la Iglesia universal. Es, en su opinión, un regalo también para los propios obispos, a los que la instrucción vaticana interpela en diferentes momentos de una manera muy directa. También es un don para las propias consagradas y para aquellas mujeres que, “sabiéndolo o aún no, serán llamadas a vivir su bautismo desde la virginidad consagrada”. 

“Yo veía que esto es lo que para cualquier cristiano: una llamada a la santidad, a la centralidad de Dios… Entonces, la pregunta era sobre qué era lo diferente en mí”. En estos términos reflexiona Inmaculada Parra Brisa sobre su propia historia vocacional. “En mi persona he descubierto que la virginidad consagrada es, a la vez, una realidad íntima, personal, particular, y pública, eclesial, social”, señala esta valenciana, que es profesora en un instituto de Moncada.

Sobre la esponsalidad

Para ella, la esponsalidad es hoy en día una dimensión siempre por descubrir: “Yo veía claramente que una madre, una misionera, una monja de clausura buscan la voluntad de Dios, y su unión con Él y su obediencia a Él totalmente cambian el mundo, aunque mucho de ello no se vea. En la virgen consagrada ocurre algo parecido, solamente que lo que el Señor hace y muestra en una virgen consagrada es distinto a lo que muestra o realiza a través de una madre, una misionera o una monja de clausura”. “Llegué a la conclusión de que, siendo la llamada de Dios a amarle sobre todas las cosas, con todo el corazón y con toda el alma, en una llamada a todos, en una virginidad consagrada, las circunstancias son diferentes, y eso es lo que llama la atención externamente”, rememora.

De Valencia es también Mari Carmen Cervera Castellano, también maestra. Para ella, su vocación “es como el piano que toco desde pequeña, en el cual todas las teclas de cada octava son necesarias para que, a la hora de interpretar la partitura de mi vida, suene bien”, señala a Vida Nueva. Con el nuevo documento vaticano ahora presentado, asegura que ahora experimenta una “alegría que ha reafirmado ese talante con el que hago las cosas, ‘siempre sumar hacia la santidad’, como recuerda el papa Francisco en ‘Gaudete et exsultate’”.

Por su parte, la madrileña Belén Sotos Rodríguez es virgen consagrada desde hace trece años y ha recibido “con mucha ilusión” este documento, a pesar de que era esperado desde hace tiempo. Para ella, la instrucción ha aportado un planteamiento total de la virginidad más allá de los físico. En este “testimonio de amor virginal”, ella ha visto reflejado lo que un día sintió cuando en la revista del seminario vio una noticia de la consagración de una virgen y se explicaba en qué consistía esta especial forma de vida. “Entonces supe que esa era mi vocación”, recuerda con la misma ilusión del primer día.

En el calendario de las vírgenes, la próxima cita es 2020, el 31 de mayo, cuando el nuevo Ritual cumplirá cincuenta años y, para celebrar ese hito en la recuperación de esta vocación en Roma, se organizará un congreso mundial. Oportunidades para seguir profundizando en este estilo de fe que, a través de la consagración, hace “de fermento en la masa”.

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