Tras la finalización del Mundial de Rusia ayer, 15 de julio, que otorgó la preciada copa a la selección francesa y el segundo lugar al equipo de Croacia, la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) y la diócesis de Cúcuta se prepara para la quinta edición de la Copa de la Fe, una oportunidad para vivir la alegría del Evangelio a través del fútbol y con un mensaje claro: “la fraternidad no tiene fronteras”.
Como en las ediciones anteriores, el único requisito para participar en el torneo es ser sacerdote vinculado a alguna de las jurisdicciones eclesiásticas del país –o de otros países–, aunque este requerimiento no aplica para el director técnico.
En esta oportunidad, el certamen se desarrollará en la fronteriza ciudad de Cúcuta, con el propósito de “crear un ambiente de esparcimiento que ayude a los sacerdotes, en la medida en que practican el deporte, a fortalecer su vida fraterna, competir con respeto y juego limpio, y a compartir con las diversas delegaciones sacerdotales de las distintas jurisdicciones del país”, aunque ya se ha anunciato la participación de algunos equipos de Venezuela, México y Ecuador.
Desde su creación, en 2013, con motivo del Año de la Fe, el campeonato ofrece una interesante e inusual faceta de la misión de la Iglesia, donde el deporte –el fútbol, en este caso– es asumido como nuevo areópago de evangelización, y la predicación se torna testimonial, con auténticos gestos de fraternidad y solidaridad que subrayan la centralidad de la persona humana.
Para la Iglesia colombiana, la Copa de la Fe se ha convertido en “un signo visible de la pastoral sacerdotal y de la evangelización a través del deporte”, señalan los organizadores. De ello dan fe las versiones anteriores, realizadas en Bogotá (2013, 2015 y 2016) y en Cali (2014), con la participación de unos 2.000 sacerdotes, en total.
En el último torneo, incluso, las expresiones de fraternidad y de paz trascendieron el campo de juego, a través de jornadas de confesión en la que los jugadores-sacerdotes marcaron goles a favor de la reconciliación en un concurrido centro comercial de la capital y en cuatro cárceles.
En esta ocasión, la Copa de la Fe llega a la frontera atendiendo al “deseo de los obispos colombianos de manifestar cercanía fraterna y ayuda a la población colombo-venezolana presente en la frontera, debido a la crisis social, política y económica que vive el hermano país”.
Para el presidente de la CEC, Oscar Urbina Ortega, con la copa se busca “vivir el deporte en primer lugar como un espacio de cultura del encuentro. En segundo lugar, como un espacio para crear paz. Y este año la quinta copa la vamos a unir con la solidaridad del deporte unido a la solidaridad con nuestros hermanos venezolanos, por eso la sede será la ciudad y la diócesis de Cúcuta”, enfatizó el también arzobispo de Villavicencio.
Esta es la voluntad de la diócesis de Cúcuta, como afirmó su obispo, Víctor Ochoa, al manifestar su alegría por “el voto de confianza al encomendarnos la realización de la Copa de la Fe 2018, que se constituye en signo de caridad de una Iglesia sin fronteras”.
Como dato particular, los organizadores han adelantado que “los partidos comenzarán con una oración en el centro del campo de juego, animada por los dos capitanes donde se pida por la paz, la fraternidad y la solidaridad con los más necesitados”.
¡Que ruede la bola por la paz y la reconciliación!
Foto: CEC