Acaba de ver la luz un estudio realizado por Matteo Borrini, antropólogo de la John Moores University de Liverpool, y Luigi Garlaschelli, químico y profesor de la Universidad de Pavía, sobre la Sábana Santa de Turín –que habría envuelto el cuerpo de Cristo tras su muerte– que pone en duda su autenticidad recreando las manchas de sangre reflejadas en la tela. La noticia, que parece una auténtica bomba, no ha molestado ni un ápice a los expertos en la Síndone, a los que han recurrido varios medios en busca de una ratificación o desmentido.
Así, Vatican Insider ha entrevistado a Paolo di Lazzaro, físico y director del Centro Internacional de Sindonología, quien en primer lugar afirma que el estudio no es nuevo, pues se presentó en 2014 en un congreso de medicina forense en EE UU, en el que “surgieron notables perplejidades entre los médicos sobre la validez de los resultados”. El experimento en sí se realiza situando un catéter del que sale sangre en las muñecas de Garlaschelli, y cambiando de posición hasta encontrar alguna en la que se reproduzcan las manchas de las muñecas del Hombre de la Síndone.
Di Lazzaro señala un primer problema: la sangre usada en el experimento lleva anticoagulante, pues si no no se podría haber conservado. En cambio “el Hombre de la Síndone fue torturado (como demuestran los signos en todo el cuerpo) y estaba deshidratado: no comía ni bebía por lo menos desde el día anterior. (…) La sangre de esta persona debía ser más viscosa de lo normal, por lo que los recorridos de la sangre al salir de las heridas pueden haber tomado direcciones muy diferentes“.
Otra variable clave es el estado de la piel de la víctima: “En la Síndone encontramos huellas de terreno, cosa que demuestra que la piel del Hombre de la Síndone estaba sucia, debido a las repetidas caídas. La piel del crucificado debía estar sudada, sucia de terreno, con hinchazones, hematomas y con costras de sangre de las heridas provocadas con el flagelo. Nada que ver con la piel limpia y lisa utilizada en el experimento. Y precisamente el estado de la piel, las incrustaciones, las tumefacciones, la suciedad, el sudor pueden haber interferido notablemente en la dirección en la que la sangre densa y viscosa salió y dejó las manchas”.
Di Lazzaro critica también la parte del experimento en la que se simula la herida del costado con una esponja atada a un palo que se oprime contra un maniquí, de la que dedujeron que no se podía formar el “cinturón de sangre” del Hombre de la Síndone. De nuevo, recalca: “No sabemos si la salida de la sangre de la herida del costado se puede simular de manera realista exprimiendo una esponja llena de sangre. No sabemos si la Síndone sirvió para envolver el cadáver del crucificado o también para transportarlo hasta el sepulcro. En ese caso, tomando el cuerpo por los brazos y los pies, la parte de la cadera se habría encontrado más baja, provocando la mancha de sangre a la altura de la cintura. Nos encontramos en el campo de las meras hipótesis. Es bienvenido todo nuevo experimento, pero antes de sacar conclusiones un científico serio debe tener en cuenta los límites de los experimentos”.