“La vida en Israel no siempre es sencilla, pero es fascinante”, reconoce la madrileña Beatriz Riestra, investigadora de la Unidad de los Manuscritos del Mar Muerto en la Autoridad de Antigüedades de Israel. “Al terminar la licenciatura, la Universidad Complutense de Madrid me concedió una beca para comenzar el doctorado en la Universidad Hebrea de Jerusalén –manifiesta a Vida Nueva–. A esa le siguió otra del Ministerio de Exteriores israelí y así, lo que iba a ser una aventura de un año, es ya una vida de diecisiete”. Y, nada más y nada menos, con los manuscritos del Mar Muerto entre sus manos. “Formar parte del equipo que trabaja a diario con esos manuscritos es un enorme privilegio y responsabilidad. Si me lo hubieran dicho cuando era una estudiante, no me lo hubiera creído”, declara.
El “sueño cumplido” de una filóloga hebraica. “Mejor dicho, es un sueño que no me atreví a soñar–prosigue–. Hace tres años y medio surgió la oportunidad y no me lo pensé dos veces: abandoné la empresa en la que trabajaba y me incorporé a la Autoridad de Antigüedades”. Riestra trabaja en la preservación de los manuscritos del Mar Muerto. “Pocas colecciones en el mundo presentan tantos desafíos de conservación. Más de dos tercios del material es cuero de animal y el resto es papiro. Muchas de las prácticas utilizadas a mediados del siglo pasado durante su manipulación y estudio han sido muy perjudiciales–detalla–. Para mitigar los daños contamos con un equipo de cuatro conservadoras que, desde hace 25 años, trabajan día a día para estabilizar y reforzar cada uno de los más de 25.000 fragmentos que componen nuestros fondos”.
Dos proyectos de “gran envergadura”
Paralelamente, desde 2011, “estamos llevando a cabo un monumental proyecto de digitalización de los manuscritos. Cada uno de los fragmentos se fotografía, recto y verso, con doce longitudes de onda diferentes (siete en el espectro de luz visible y cinco en el infrarrojo cercano) en 28 exposiciones, lo que permite captar no solo información textual, sino también la referente a las características físicas y topográficas de los fragmentos. Ya hemos fotografiado más de 21.000 fragmentos y producido cerca de 300 TB de data”.
Como consecuencia de este proyecto pionero en el ámbito de la conservación y de las humanidades digitales, la Unidad de los Manuscritos del Mar Muerto está abriendo nuevos horizontes en la investigación académica. Riestra cita “dos proyectos de gran envergadura”. El primero, llamado ‘Scripta Qumranica Electronica’, pretende “crear un entorno de trabajo virtual que permita manipular las imágenes de los fragmentos, crear nuevas reconstrucciones de manuscritos y producir ediciones digitales de los textos –enumera–. Es un proyecto conjunto con Universidad y la Academia de Ciencias y Humanidades de Gotinga y las Universidades de Haifa y Tel Aviv”. El segundo, dirigido por la Universidad de Groninga, es fascinante: tiene por nombre ‘Las manos que escribieron la Biblia’. “Combina el análisis de carbono 14 de nuevas muestras de manuscritos y la inteligencia artificial aplicada a la paleografía, todo con el objetivo de establecer una nueva tipología en el estudio paleográfico y llegar a diferenciar los trabajos de escribas individuales”, señala.