Medio siglo después de su promulgación, Humanae vitae sigue siendo “el texto pontificio más controvertido de los últimos tiempos, tanto dentro como fuera de la Iglesia”, en palabras del teólogo moralista, Marciano Vidal (San Pedro de Trones, León, 1937). Una encíclica que para este religioso redentorista “no es magisterio infalible e irreformable”. Es más, según él, algunas intervenciones del papa Francisco a preguntas de los periodistas “no cierran la puerta a una solución futura; parecen dejarla entornada. ¿Será abierta?”, se pregunta.
PREGUNTA.- Recientemente se ha sabido que Pablo VI valoró la posibilidad de introducir métodos anticonceptivos como la píldora dentro del matrimonio. Según desvela un libro publicado por la Libreria Editrice Vaticana, incluso hizo una consulta a los obispos. Una mayoría de los que respondieron, lo hicieron afirmativamente. Finalmente no tomó en cuenta esas consideraciones y se publicó Humanae vitae. ¿Qué razones cree que pudieron influir en esa decisión final? ¿Por qué no vio la luz la otra encíclica que tenía preparada, De nascendae prolis?
RESPUESTA.- Casi todos los datos a los que alude el reciente estudio al que se refiere ya se conocían. Lo novedoso –y lo valioso– de esa investigación es haber aportado las pruebas. Aunque hay algunos documentos en la Congregación para la Doctrina de la Fe, la mayor parte de la documentación sobre la Humanae vitae se encuentra en los archivos de la Secretaría de Estado del Vaticano, ya que la Comisión pontificia para la población estaba inserta en la Secretaría de Estado.
Se sabía que había habido una redacción del texto pontificio realizada en los primeros meses del año 1968 y que no agradó al Papa (y a otros) por la forma con que era presentado el contenido. Pablo VI encomendó una nueva redacción a monseñor P. Poupard y al padre jesuita canadiense E. Hamel, profesor de la Gregoriana, pidiéndoles una redacción más pastoral. De seguro que será interesante cotejar las dos redacciones. Pero, no creo que haya diferencias fundamentales en el contenido. Por eso, tampoco creo que sea objetiva esa idea de que en la primera redacción se aceptaba la contracepción.
También se sabía que Pablo VI había pedido el parecer sobre el tema a los obispos reunidos en el primer Sínodo de Obispos (septiembre-octubre de 1967). Se sospechaba cuál había sido el resultado de esa consulta: opinión mayoritaria a favor de aceptar la contracepción para realizar la procreación responsable. Ahora, a partir del estudio a que nos referimos, tendremos conocimiento más preciso de los resultados (personas y contenido) de esa encuesta.
Como ve, no creo en “revelaciones” nuevas sobre lo que pudo haber sido y no fue. Hay ya estudios muy valiosos sobre el tema; el problema está en que no son conocidos por la opinión pública, ni civil ni eclesiástica.
P.- Entonces, ¿cree que no hubo variación en la mente del papa Pablo VI?
R.- Uniéndome a los mejores estudiosos sobre el tema, estoy convencido de que no hubo variación alguna. Creo que Pablo VI nunca dudó acerca de la inmoralidad de la contracepción artificial. Tenga en cuenta estos tres datos:
– Pablo VI intervino (23 de noviembre de 1965) con 4 enmiendas (modi) para que en el tratamiento del tema de la procreación en la futura constitución pastoral Gaudium et spes no se sobrepasara lo dicho por Pío XI en la encíclica Casti connubii (1930).
– Pablo VI no siguió el parecer de la mayoría conciliar, reservándose la decisión para después del Concilio, según se desprende de la nota 14 de la citada constitución Gaudium et spes.
– Pablo VI no aceptó el parecer de la mayoría de la Comisión pontificia, que él mismo había agrandado en número (hasta llegar a 43 personas) creando además una Supercomisión de 16 obispos (1966).
Se ha especulado sobre la influencia directa que pudieron tener algunos teólogos sobre la opinión del Papa. Hasta se ha escrito que fue el padre jesuita español Marcelino Zalba quien, en audiencia privada, inclinó hacia el no el parecer del pontífice. Creo que es más objetivo sostener que Pablo VI no cambió nunca su opinión negativa, preocupado por el uso (personal y político) que podría hacerse de la píldora y condicionado por el magisterio eclesiástico precedente, singularmente el de Pío XI y el de Pío XII.
Reconociendo las muy valiosas actuaciones en el pontificado de Pablo VI, me adhiero a quienes han visto en la forma mentis papal de Montini una quizás exagerada autoconciencia de que era él quien tenía que dedicir magisterialmente sobre el tema. Quizás le faltó lo que hoy día llamamos una eclesiología moral, es decir, tener en cuenta el carácter eclesial de las decisiones morales. Creo que este aspecto concreto de no atenerse suficientemente a la eclesialidad en la decisión acerca de la contracepción fue examinado y contrastado en el proceso en orden a la beatificación del papa Montini.
P.- Se cumplen ahora 50 años de la publicación de Humanae vitae. ¿Cómo ha sido acogida entre los teólogos? ¿Y entre los fieles?
R.- En términos generales, se puede decir que ha sido el texto pontificio más controvertido en los últimos tiempos, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Es muy difícil cuantificar y, menos aún, cualificar, las aceptaciones y los rechazos. Sin embargo, hay datos claros que no pueden ser negados ni obviados. Me fijo en los datos de rechazo.
Inmediatamente después de la aparición de la Humanae vitae (25 de julio de 1968) se inició una notable oposición –no a toda la encíclica, sino básicamente al n. 14 de la misma en que se declara inmoral toda intervención contraceptiva– en altos ambientes eclesiásticos y por parte de muchos teólogos. A este respecto, el dato más llamativo fue la intervención de algunas Conferencias episcopales nacionales con documentos formalmente inatacables desde el punto de vista teológico, pero con un mensaje contestario; los documentos más duros fueron el de los obispos belgas y el de los obispos canadienses. En cuanto a los teólogos contestatarios, baste citar el nombre del gran moralista de entonces: el padre redentorista Bernhard Häring.
Entre los fieles católicos hubo un desconcierto inicial. Hasta llegar a la situación presente que los obispos y un grupo de teólogos y pastoralistas de Alemania han descrito de este modo en orden al último Sínodo sobre la familia (1914, 1915), según recogió Il Regno: “La encíclica Humanae vitae (1968) sobre la paternidad responsable es conocida solo por la generación más anciana. Desde el principio, se redujo su contenido a la prohibición de los llamados métodos anticonceptivos artificiales. La distinción entre métodos ‘naturales’ y ‘artificiales’ es considerada irrelevante; de ahí que la contracepción no guarde relación con la práctica sacramental de la penitencia (a la que acuden muy pocas personas) y de la eucaristía”.
Hablando en lenguaje teológico, creo que se puede afirmar que la encíclica no ha conseguido la categoría de recepción eclesial, según la exigencia eclesiológica formulada por el teólogo Yves Congar. Muchos fieles, numerosos teólogos y bastantes pastores -sacerdotes y obispos- no se identifican con la doctrina oficial acerca de la inmoralidad de la contracepción. Como dijo el téologo Dietmar Mieth, “cuarenta años sin recepción de una prohibición detallada debieran bastar para considerar una revisión”.
A muchos nos han impresionado las palabras del cardenal Carlo Mª. Martini en el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén: “Lo más triste es que la encíclica es en parte culpable de que muchos ya no tomen más en serio a la Iglesia como interlocutora o maestra. Pero sobre todo a los jóvenes de nuestros países occidentales ya casi ni se les ocurre acudir a representantes de la Iglesia para consultarlos en cuestiones atinentes a la planificación familiar o la sexualidad. Debo admitir que la encíclica Humanae vitae ha suscitado también un desarrollo negativo. Muchas personas se han alejado de la Iglesia, y la Iglesia se ha alejado de los hombres. Se ha producido un gran perjuicio (…). Es en cierto modo trágico que la Iglesia se haya alejado tanto de los afectados por estas cuestiones y de los que buscan respuestas para ellas”.
P.- ¿En qué aspectos Humanae vitae puede decirse que ha acertado en su diagnóstico, que su propuesta ha superado la prueba del paso del tiempo, y en cuáles estima que ha sido superada?
R.- La encíclica ha superado la prueba del tiempo en puntos esenciales: la vinculación de la sexualidad con el amor; la proclamación del bien de la procreación dentro del matrimonio; la afirmación de la responsabilidad en la procreación: Humanae vitae no utiliza el sintagma “procreación responsable”, pero sí introduce la categoría de responsabilidad en el ejercicio de la procreación.
Opino que están superadas orientaciones como sacralizar “lo natural” y tender a demonizar “lo artificial”; unir, de modo cuasi-cronológico y en una forma que no corresponde a la “naturaleza” de la sexualidad humana, el significado unitivo y el significado procreativo de la relación sexual conyugal; afirmar que todo acto contraceptivo artificial es inmoral aun cuando se pretende realizar una procreación responsable.Obispos participantes en el Sínodo de la Familia, en 2015
P.- ¿Cómo afrontó su recepción y alcance el pasado Sínodo sobre la Familia de 2014 y 2015?
R.- La Relación final del Sínodo Ordinario, aprobada en dicha asamblea y entregada al papa Francisco el 24 de octubre de 2015, contiene un número sobre “la transmisión de la vida” (n. 62) y otro sobre “la responsabilidad procreadora” (n. 63). De todo ese conjunto temático sobresalen, a mi modo de ver, las siguientes afirmaciones y/u orientaciones acerca de la procreación responsable:
– “La apertura a la vida es una exigencia intrínseca del amor conyugal” (n. 62). “De ahí la necesidad de divulgar siempre más los documentos de la Iglesia que promueven la cultura de la vida” (n. 62).
– “Según el orden de la creación el amor conyugal entre un hombre y una mujer y la transmisión de la vida están ordenados recíprocamente (cf. Gn 1, 27-28” (n. 63).
– Se asumen las categorías antropológico-éticas de planificación familiar, paternidad (mejor sería: procreación) responsable. Para formar el juicio de conciencia, además de recoger los criterios señalados por Gaudium et spes, n. 50, se añade: “De acuerdo con el carácter personal y humanamente completo del amor conyugal, el camino adecuado para la planificación familiar presupone un diálogo consensual entre los esposos, el respeto de los tiempos y la consideración de la dignidad de cada uno de los miembros de la pareja” (n. 63).
– En esa misma Relación final del Sínodo Ordinario, se afirma que “la Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso el aborto” (n. 63).
– Es preciso resaltar las afirmaciones referidas a la encíclica Humanae vitae. En ella se destaca el signo de contradicción que llevaba inscrito desde su nacimiento; su carácter profético; la afirmación de valores fundamentales.
P.- En algunas intervenciones puntuales, generalmente a preguntas de la prensa, el papa Francisco ha aludido a la “procreación/paternidad responsable”, llegando a señalar incluso que algunos creen “que para ser buenos católicos debemos ser como conejos”. ¿Cuál cree que es el pensamiento de Bergoglio sobre el problema eclesial suscitado en torno a Humanae vitae? ¿Cree que puede afrontar su reforma en un espíritu de continuidad o la encíclica contiene doctrina definitiva?
R.- El papa Francisco ha hecho tres alusiones a la cuestión de la procreación responsable en tres ruedas de prensa con ocasión de sus viajes apostólicos. El día 19 de enero de 2015, volviendo de Manila, el Papa afirmó que la prohibición de métodos contraceptivos no significaba reproducirse como conejos: “Algunos creen, perdonen la expresión, que para ser buenos católicos debemos ser como conejos. No. Paternidad responsable”. Añadió que, según el parecer de los técnicos, el número de tres hijos es el adecuado para mantener el equilibrio de la población humana.
La segunda alusión del Papa a la procreación responsable tuvo lugar el 30 de noviembre de 2015, en el avión que le traía de regreso de la República Centroafricana, previo paso por Kenia y por Uganda. Se le preguntó si, ante la difundida epidemia del sida, no tendría que cambiar la doctrina católica sobre el uso del preservativo con el fin de evitar nuevas infecciones. El Papa inició su respuesta anotando que la pregunta era, sí, interpelante, pero también parcial. Añadió, situando el interrogante en clave evangélica (“¿Es lícito curar en sábado?”): “Cuando todos estén curados, cuando no haya injusticia en este mundo podremos hablar del sábado”.
El 18 de febrero de 2016, en su viaje de regreso de México al Vaticano, en el avión fue interrogado sobre el riesgo que corrían las mujeres embarazadas que pudieran ser infectadas por el virus zika y sobre las soluciones abortistas o de control artificial de natalidad que, como mal menor, estaban promoviendo algunas autoridades políticas. En su respuesta el Papa estableció una distinción neta entre aborto y control de natalidad. El primero, dijo, “no es un mal menor (…); es un mal absoluto (…), es un mal que debe ser condenado por sí mismo”. En cuanto al control de natalidad, el papa Francisco recordó que el papa Pablo VI “permitió a las monjas usar anticonceptivos cuando estuvieran en riesgo de ser violadas”; porque “evitar el embarazo no es un mal absoluto”.
Creo que estas intervenciones puntuales del papa Francisco no cierran la puerta a una solución futura; parecen dejarla entornada. ¿Será abierta? Veo una dificultad sobreañadida: la admiración que siente el papa Francisco hacia la figura del papa Pablo VI. Desde el punto de vista teológico es posible –y, a mi ver, deseable– un progreso puntual dentro de la continuidad magisterial sobre la responsabilidad en la procreación humana: bastaría reinterpretar parte del n. 14 de Humanae vitae. No conviene olvidar que el contenido de la encíclica no es magisterio infalible e irreformable. Esto sí lo sabemos hasta con datos documentales: el texto final de la encíclica salió de la Congregación para la Doctrina de la fe hacia la Secretaría de Estado con la calificación de magistero infalibile y retornó de esta a la primera con la calificación de magistero autentico.