El obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plà, ha querido recordar que este 25 de julio se cumplen 50 años de la publicación en la encíclica ‘Humanae vitae’, la última de las firmadas por Pablo VI. Lo ha hecho durante la celebración de la eucaristía de la Solemnidad de Santiago Apóstol, en la parroquia de Torrejón de Ardoz, en Madrid, que tiene al santo como titular. Una celebración litúrgica que ha sido retransmitida por La 2 de TVE dentro del espacio religioso ‘El día del Señor’.
Este documento pontificio, señaló el prelado, ha sido profético a la hora de alertar sobre “las consecuencias de los métodos de la regulación artificial de la natalidad” como un camino “a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad”. Mensaje que el obispo recalcó leyendo de manera íntegra el número 17 de la encíclica, que presenta el razonamiento de la Iglesia, dentro de su Doctrina Social, ante los métodos anticonceptivos desde los ejes del amor conyugal, la paternidad responsable y la apertura a la vida.
Un “deterioro moral” de actualidad
Para el obispo de Alcalá, este no es un texto “lejano”, sino que se encuentra plenamente cumplido en el “deterioro moral” al que han llevado estos métodos de planificación familiar que ha definido como la “malicia de la anticoncepción”. Malicia que se traduce “en torno a la sexualidad humana, en torno al matrimonio, la familia y las ideologías que han surgido”, especificó.
Reig Plà ve en la canonización del Pablo VI en próximo mes de octubre como un espaldarazo a esta visión profética que propone en el texto y, en este sentido, advirtió que “no haber escuchado” las palabras del papa Montini ha sumido a Europa y a España “en un desierto demográfico” y “ha favorecido el debilitamiento de los matrimonios”.
Analizando las consecuencias más sociales que señala ‘Humanae Vitae’, nacida en un contexto en el que la anticoncepción era empleada como herramienta de control en las naciones más empobrecidas, el prelado advirtió contra “el arma peligrosa” que “se llegaría a poner en las manos de autoridades públicas despreocupadas de las exigencias morales”. Por ello, en el texto se proponía “reconocer necesariamente unos límites infranqueables a la posibilidad de dominio del hombre sobre su propio cuerpo” para no dejar “al arbitrio de los hombres la misión de engendrar la vida”.