Independientemente de que los exorcismos no sean algo muy común, en España hay alrededor de una veintena de exorcistas. Como recuerda el Catecismo de la Iglesia, “el exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia“, y “solo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo”. Y es que un exorcismo es un asunto tan delicado que no puede ser confiado a cualquiera, razón por la que se exige la aprobación episcopal, algo que recientemente ha sucedido en las diócesis de Gerona y Vic, que este mes de julio han incorporado un exorcista cada una a sus filas.
Esto es lo que lleva a algunos obispos a tomar ellos mismos sobre sus hombros dicha responsabilidad. Es el caso del soberano de Solsona, Xavier Novell, quien, según publica Nació Digital, ejerce como exorcista en la diócesis de que es titular desde 2015. Según el comunicado del obispado, “algunos fieles presentan heridas espirituales profundas que condicionan el progreso de su reiniciación cristiana y necesitan una atención pastoral que las normas del derecho reserva al obispo diocesano, procesos que incluyen escrutinios y exorcismos”, si bien se aclara que, en caso de necesidad, se dispondrá de los laicos y sacerdotes que el obispado considere oportunos.
La Diócesis no ha revelado si en estos tres años el mitrado ha llevado a cabo algún exorcismo, aunque si informa de que se han organizado retiros para sacerdotes en los que son formados en demonología, de forma que estén preparados si se encuentran con alguna posesión.
Un mercedario, el traductor de los migrantes en Jerez
Fray Juan Carlos Mancebo es un fraile mercedario de Ávila que ha sido misionero durante la mayor parte de su vida. Burundi, Ruanda o el Congo son algunas de las misiones de la orden de la Merced –tradicionalmente liberadora de cautivos– en las que ha ejercido su labor evangelizadora y humanitaria, pero su destino actual no pertenece al continente africano: es el polideportivo Kiko Narváez, en Jerez de la Frontera, donde 240 personas esperan ser reubicadas después de llegar a nuestro país.
El fraile relata en El Diario de Jerez que después de ver en la prensa la ingente cantidad de personas que llegan cruzando el estrecho de Gibraltar, se presentó como voluntario de Cruz Roja como traductor, ya que habla francés, algo de árabe y swahili e incluso el kirundi. “El primer día les saludé en árabe y noté que se relajaban un poco. En este pabellón se toca la humanidad de las personas porque te interesas por cuestiones cómo de dónde vienes, si te encuentras bien… No solo es darles una ficha que rellenar“.
También afirma que el flujo de personas surge normalmente en los países de la costa occidental, como Senegal o Costa de Marfil, pero que no vienen bordeando el continente por mar por miedo a las mafias: “Así que atraviesan por Mauritania, Argelia hasta llegar a Marruecos, algunos en autobús, andando… Y desde Marruecos esperan la ocasión para pasar el charco”. Finalmente, destaca el contraste entre el drama humanitario y la ilusión: “La ilusión de unos chavales que querían ser futbolistas, otros vienen buscando el paraíso de Europa, el trabajo, la mayoría llega para encontrarse con sus familiares que están en España o en países europeos”. Una ilusión que no abandonan a pesar de las dificultades.
El cardenal Colonna y sus mujeres
El cardenal Ascanio Colonna fue un noble italiano del siglo XVI que se convirtió en cardenal con tan solo 26 años por recomendación de Felipe II de España –algo habitual en la época– después de estudiar teología y tener de preceptor en su casa a San José de Calasanz. Este hábil estadista llegaría a ser virrey de Aragón con Felipe III y a ocupar una de las siete diócesis suburbicarias de Roma, la más alta dignidad del Colegio Cardenalicio, e incluso el mismo Cervantes le dedicó su famosa ‘Galatea’. Pero ahora, una investigadora española ha desvelado otra faceta de este príncipe de la Iglesia que desarrolló a partir de su estancia en nuestro país.
El País se hace eco del hallazgo de esta española, de nombre Patricia Marín Cepeda, quien investigando sobre Cervantes en Italia se encontró en el monasterio de Santa Escolástica –donde está el archivo Colonna– con más de medio millar de cartas entre el poderoso cardenal y al menos cinco mujeres españolas, con las que mantenía una relación epistolar romántica, algo en teoría prohibido, aunque tolerado siempre que no se airease demasiado de cara al público.
Las cartas, cuyo lenguaje se inspira claramente en las novelas pastoriles tan de moda por entonces, evidencian una relación amorosa entre el purpurado y las mujeres, que firman con seudónimos, con frases como “ámame y cree que ordena Dios no nos tratemos, porque de mí sé que, ausente y sin haberos gozado en este infierno que vivo de ausencia, casi que no conozco otra gloria“, y el cardenal revela secretos de alcoba, como cuando escribe “Vine a casa y tuve un recado de esta mujer, mi criada, que tenía necesidad de hablarme. Díjele que viniese y concluyo que aquella dama (…) quería venir a dormir en la mía”.
Unas cartas interesantes por varias cosas, el protagonista, hombre notable, las cartas en sí, que resultan un testimonio valiosísimo del lenguaje de la época, y el hecho de que cinco mujeres se relacionaran con un cardenal en unos tiempos en los que apenas escribían, como recuerda Marín: “En general, la grafía femenina de la época es más difícil de entender. Hay que recordar que no recibían formación“. Esta investigadora, que ha conseguido una beca, pasará el próximo año y medio descifrando estas misivas y desarrollando su tesis doctoral en torno a ellas.