En la tarde de ayer, 27 de julio, el papa Francisco recibía una carta del cardenal Theodore McCarrick, de 88 años de edad, en la que el arzobispo emérito de Washington le presentaba su renuncia como miembro del Colegio Cardenalicio.
Pocas horas después, una nota de prensa de la Santa Sede comunicaba que el Pontífice ha aceptado la renuncia del purpurado estadounidense y “ha dispuesto su suspensión del ejercicio de cualquier ministerio público, junto con la obligación de permanecer en una casa que se le indicará, para una vida de oración y penitencia, hasta que las acusaciones a él dirigidas sean aclaradas por el proceso canónico regular”.
Cabe recordar que, hace un mes, McCarrick, arzobispo de Washington entre 2001 y 2006, fue suspendido por el propio papa Francisco para ejercer cualquier actividad sacerdotal en público, tras una denuncia por abuso a un menor cometido hace 45 años y que la policía ya está investigando, según informó el 20 de junio la Diócesis de Nueva York, donde entonces desempeñaba su ministerio como sacerdote.
El anciano cardenal aseguró en ese momento no recordar nada del presunto abuso y defendió su inocencia, aunque “por obediencia acepto la decisión de la Santa Sede y dejará de ejercer cualquier ministerio sacerdotal en público”, reconoció.
El mismo día, el cardenal Timothy Dolan, actual arzobispo de Nueva York, salió al paso de la denuncia, aclarando que “es la primera de la que tenemos conocimiento”.
Mientras tanto, en una nota difundida por la Archidiócesis de Boston, su arzobispo, el cardenal Séan Patrick O’Malley, en calidad de presidente de la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores, ha recordado tras conocerse los hechos que tales “violaciones criminales de abuso sexual de menores son moralmente inaceptables e incompatibles con el papel de un sacerdote, obispo o cardenal”.