Un domingo más, antes del tradicional rezo del ángelus, el papa Francisco ha compartido con los fieles congregados en la Plaza de San Pedro y con cuantos seguían la oración a través del Centro Televisivo Vaticano sus reflexiones en torno al evangelio dominical. En esta ocasión, a propósito del pasaje de la multiplicación de los panes y los peces (Jn 6, 1-15), en el que “Juan nos muestra nuevamente a Jesús atento a las necesidades más primarias de las personas”.
Sin embargo, si bien este “episodio surge de un hecho concreto: las personas están hambrientas y Jesús implica a sus discípulos para satisfacer este hambre”, el Papa ha querido reparar en que “Jesús no se limitó a dar solo eso, sino que les ofreció su Palabra, su consuelo, su salvación y, finalmente, su vida, pero ciertamente también se hizo cargo de la comida para el cuerpo”. Lo que constituye toda una lección para nosotros, sus discípulos: “Solo escuchando las demandas más sencillas de las personas y estando al lado de sus situaciones existenciales concretas, se puede escuchar cuando se habla de valores superiores”, ha recordado Francisco.
El Pontífice ha subrayado a continuación que “el amor de Dios por la humanidad, hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz y, sobre todo, de su gracia divina, nunca falla”. “Jesús –ha dicho– continúa hoy alimentándose, para hacerse una presencia viva y consoladora, y lo hace a través de nosotros. Por tanto, el Evangelio nos invita a estar disponibles y activos”. Dicho de otro modo, “enfrentados al grito del hambre –de todo tipo de ‘hambre’– de tantos hermanos y hermanas en cualquier parte del mundo, no podemos permanecer distantes y tranquilos como simples espectadores”.
Bergoglio ha insistido en que “la proclamación de Cristo, pan de vida eterna, exige un compromiso generoso de solidaridad con los pobres, los débiles, los últimos, los indefensos”. Y es que “esta acción de proximidad y caridad es la mejor verificación de la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal como comunitario”.
El texto evangélico concluye dando cuenta de que los allí presentes quedaron satisfechos, pero también que Jesús pidió a sus discípulos recoger todo lo que sobró. Circunstancia que, según Francisco, pone de relieve que “a Jesús le interesan tanto las personas hambrientas como incluso los trozos de pan más pequeños con los que los ha nutrido, para que no se pierda nada”. “En la imitación de Cristo –ha exhortado a cuantos le escuchaban–, toda la humanidad está llamada a asegurar que los recursos existentes en el mundo no se pierdan, que no estén destinados a la autodestrucción humana, sino que sirvan a su verdadero bien y a su desarrollo legítimo”.
Y ha cerrado su meditación rezando a la Virgen María para que “los programas dedicados al desarrollo, la comida y la solidaridad prevalezcan en el mundo, y no los del odio, el armamento y la guerra”.
Después de la oración, y para cerrar su comparecencia dominical, el Papa ha recordado que mañana, 30 de julio, se celebra el Día Mundial contra la Trata de Personas, promovido por las Naciones Unidas, “un flagelo que esclaviza a muchos hombres, mujeres y niños con fines de explotación laboral y sexual, tráfico de órganos, mendicidad y delincuencia forzada”. “Los traficantes y los explotadores también suelen utilizar las rutas de migración para reclutar nuevas víctimas del tráfico”, ha lamentado, antes de recordar que “es responsabilidad de todos denunciar las injusticias y oponerse firmemente a este crimen vergonzoso”.