Su nombre es Gabirel Everardo Zul Mejía, y es originario de la ciudad de Monterrey, Nuevo León (México). A sus 36 años, se convirtió en el primer sacerdote ordenado dentro de un penal.
En su juventud, Gabirel estuvo involucrado en el pandillerismo. En una ocasión, a causa de un conflicto entre bandas, terminó encarcelado en el Penal de Topo Chico, Nuevo León. Durante varios días estuvo detenido en un lugar conocido como “Observación”, donde vivió un encuentro con Dios que le cambió la vida.
“Una noche –explica Gabirel en un testimonio difundido por la Arquidiócesis de Monterrey– mientras miraba hacia el cielo, le decía a Dios: ‘No te conozco, pero sé que no me vas a dejar aquí’. Y otra cosa que le dije, fue: ‘¡Estoy tan cerca, y tan lejos de mi casa!’. Siempre he dicho que Dios escuchó lo que le expresé, pero también escuchó las oraciones de mi madre y de la Iglesia, que ora en todo momento por los jóvenes que se encuentran perdidos en la vida”.
El ahora neopresbítero asegura que el tiempo que estuvo en el penal le sirvió para encontrarse consigo mismo, valorar a sus padres y todo lo que tenía en casa, pero sobre todo, para entender que fue en una celda donde encontró su libertad.
Encuentro con la misericordia
En el penal de Topo Chico, algunas experiencias marcaron sus días de encierro. Explica: “Los hermanos internos que conocí, me cuidaron, me brindaron unas monedas para comprar unos desechables, y me dieron algunos consejos, como el de no reunirme con personas que me podían afectar más dentro del penal. Ellos fueron los que en un primer momento me enseñaron lo que ahora conozco como obras de misericordia, y en ellos descubrí el amor de Dios ya que, sin conocerme, me brindaron un gran apoyo en los días en que estuve en prisión”.
Tras quedar libre, el joven vivió un tiempo en casa de sus padres, hasta que decidió responder al llamado que Dios le hacía a la vida sacerdotal. Así, el pasado 27 de julio, después de diez años de estudios, finalmente fue ordenado por el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera, en el Centro de Reinserción Social de Apodaca, del cual Gabirel será el nuevo capellán.
Tesoros inimaginables
Al presidir la ordenación sacerdotal, Rogelio Cabrera López le pidió tres cosas específicas a Gabirel: mirar lejos y con esperanza, amar sin exclusiones y celebrar la Eucaristía. “Ánimo, Gabirel –le dijo– Dios pone en tus manos tesoros inimaginables”.
En la celebración eucarística estuvieron presentes familiares, amigos, internos y, por supuesto, sus padres: Andrés Zul Belmares, de 70 años, y Magdalena Mejía Bernal, de 67. Al término de la celebración, el nuevo presbítero repartió biblias y rosarios a los internos, a quienes el nuevo sacerdote regiomontano quiere hacer testigos de la misericordia divina.